
Costa Rica sedujo a Europa hace 35 años durante el desarrollo del Campeonato Mundial de Fútbol en Italia 1990 y las puertas del Viejo Continente se abrieron de par en par ese año, para darle oportunidad en primer término a seis de los 22 jugadores nacionales convocados en la cita universal de desparramar su picardía y habilidad en ese balompié tan difícil. La ocasión también se le presentó a otros valores del país en otras regiones competitivas del mundo del balón…
El mediocampista Juan Arnoldo Cayasso se enroló en las filas del SV Stuttgarter Kickers, de la Segunda División de Alemania; el portero Luis Gabelo Conejo en el Albacete Balompié, entonces recién ascendido a la segunda categoría española; el defensor Ronald González y el atacante Hernán Medford, en el Dínamo Zagreb, de la máxima categoría de Yugoslavia –y más tarde en clubes de Austria, España e Italia–; el lateral izquierdo José Carlos Chaves Innecken, en el Inter de Bratislava, éste último mediante un intercambio deportivo que efectuó la Liga Deportiva Alajuelense con ese cuadro de Checoslovaquia; y el volante ofensivo Roy Anthony Myers, en el Peñarol de Montevideo, Uruguay, luego de militar en la Asociación Deportiva Limonense.
Hubo que esperar casi dos décadas para que un costarricense pudiera traspasar las fronteras futbolísticas de Europa. En ese lapso y un poco después probaron suerte –sin éxito– el mediocampista Oscar Ramírez, en el Logroñés; el delantero Gerardo Cholo Villalobos, en el Levante y Gijón; el ariete Josef Ramírez, en el Cádiz; el zaguero Ronald González, en el Real Madrid Deportivo (antiguo Castilla), todos de España; el entonces atacante juvenil Rolando Fonseca, en el Fortuna Duesseldorf; y el lateral izquierdo Austin Berry, en el mismo Fortuna y en el Bayer Uerdingen, éstos últimos de Alemania.
El último tico contratado en territorio europeo había sido el delantero brumoso Humberto Chicle Cerdas, quien jugó entre 1976 y 1989 con el Jerez, Levante, Conquense, Getafe, Las Rosas y Valdepeñas, equipos de segunda A y B, tercera división, así como de la categoría regional de España.
Antes estuvieron Carlos Soley Güell –el primer futbolista legionario costarricense, que militó en el siglo antepasado con el Catalá FC, el FC Barcelona y el Hispania Athletic Club, entre 1899 y 1903–, Pedro Quirce, Angelín Bernini, Alejandro Morera, Jorge Quesada –Quesadita–, Jesús Chiseta Rojas, Jorge Dávila, Anco Marcio Vargas, Hugo Zúñiga, Rafael Ángel Felo García, Danilo Montero, Juan Ulloa, Harry Bonilla, Juan Garita, Carlos Cayaca Marín, William Quirós y Edgar Marín.
Los seis mundialistas mencionados de Italia 1990, en sus primeras temporadas, llenaron las expectativas de sus contratistas y recibieron constantes elogios de la prensa especializada del Viejo Continente y Sudamérica. Luego, en su segundo año, hubo de todo: alegrías y frustraciones de distinta índole, aunque la experiencia adquirida fue valorada de enormes beneficios para el porvenir del balompié costarricense…

Un Juan Cayasso de contrastes en Alemania
Desde el principio, gracias a su fútbol lleno de dinámica y talento, así como una productividad buena de goles (nueve), el volante ofensivo Juan Arnoldo Cayasso impresionó a los seguidores del SV Stuttgarter Kickers, equipo que inició su trayectoria germana en la temporada 1945-1946 y ascendió a la Bundesliga de Alemania en la campaña 1987-1988. En otros términos, se transformó en la “vedette” del equipo y “el jugador más exótico que ha llegado al fútbol alemán” en 1990, gracias a un desempeño ejemplar que lo convirtió en ídolo.
La “Perla Negra del fútbol centroamericano”, como le llamaron al principio los diarios de la industrial ciudad de Stuttgart, sostuvo que uno de los aspectos principales para triunfar en Alemania es tener seguridad en sí mismo. “Tener confianza en uno mismo es vital para jugar en el fútbol europeo. La diferencia entre el trabajo que se realiza allá y el que se hace aquí estriba, sobre todo, en la mentalidad, pero no en la calidad. El futbolista costarricense está capacitado para competir en el más alto nivel”, reflexionó en esa época.
Juan Arnoldo fue reconocido y respetado en el Campeonato de la Segunda División alemana, pues cautivó con su juego al público, apareció con varias nominaciones en el equipo ideal de la fecha -según la revista Kicker, de Nuremberg- y a finales del ’90 fue escogido el tercer deportista más popular de Stuttgart, detrás del futbolista Guido Buchwald y el ciclista Karl Uwe Steeb. Posteriormente, por razones tácticas, fue marginado por el técnico Rainer Zobel de la alineación titular en juegos de visitante y sólo apareció en los partidos de local.
Sin embargo, Cayasso tuvo una destacadísima actuación en los tres encuentros de promoción ante el FC Sankt Pauli de Hamburgo, que le permitieron al SV Stuttgarter Kickers ascender a la Bundesliga, la principal división de honor. Los dos primeros choques terminaron con empates a un gol y fue necesario un tercer compromiso, el 29 de junio de 1991, en el campo neutral de Gelsenkirchen. La labor de Juan fue decisiva para el triunfo por 3-1, además de que anotó el segundo gol con un precioso remate de cabeza, al imponerse con un enorme salto sobre el portero Volker Ippig y un defensa rival.

Esta hazaña, sin precedentes en el país, lo convirtió en el primer centroamericano en actuar en la competitiva Bundesliga -una de las más fuertes del mundo-, tras superar lo realizado por el salvadoreño Jaime Chelona Rodríguez, quien había actuado en la segunda del Bayer Uerdingen, a principios de los años ’80. Su presencia en el principal certamen futbolístico germano lo hizo en una temporada que reunió a seis iberoamericanos más, los brasileños Mazinho, Bernardo, Jorginho y Nando y los argentinos Sergio Zárate y Marcello Carracedo.
Pero, finalmente, tuvo los mismos problemas típicos de adaptación que todo el mundo tiene al venir de otro país: no pudo aclimatarse al modo de vida de los teutones, ni a las exigencias de su Primera División, aparte de que sufrió los severos problemas raciales que afectaban a Alemania. También tuvo falta de regularidad en la alineación estelar en juegos claves, debido a que nuevamente el técnico Zobel lo sacrificó, pues su sistema fue más defensivo de la cuenta.
Juan dejó entrever esta difícil situación en setiembre de 1991: “No me siento conforme del todo (por estar marginado de la titularidad), porque creo tener capacidad para rendir y salir adelante en Alemania. Pero también necesito un poco de esa confianza. Tengo fe de que todo cambiará… La actitud de la afición cuando me apoya y corea mi nombre para que el entrenador me incluya de cambio, me hace sentirme contento, porque siento que ellos están satisfechos por lo que he aportado a la institución”.
Algo para la historia: Juan Arnoldo Cayasso registró su nombre en los libros estadísticos del fútbol alemán, durante la temporada 1991-1992, al conquistar dos goles en la dificilísima Bundesliga, uno ante el Eintracht de Francfort (1-6) y otro con el VFL Bochum (2-0), en una campaña en el que su equipo no pudo evitar el descenso tras faltarle al final un solo punto. Por tanto, al terminar su contrato bianual, Juan decidió regresar a Costa Rica a mediados de 1992 y se enroló en las filas del Carmelita.
En su retorno, Cayasso resumió a la prensa nacional sus dos difíciles temporadas en Alemania, donde vivió momento de alegría y frustración. “Llegué a Alemania positivo, lleno de ilusiones y con el deseo de darme a conocer. Al principio las cosas marcharon; arrancamos bien, pero luego empezó lo que a la postre derrumbaría todos mis planes: una actitud totalmente adversa hacia mi persona del entrenador Rainer Zobel y su método: las excusas, una sobre otra, ya que no sólo necesitaba jugar defensivo para ganar puntos, sino que el duro invierno hacía las canchas pesadas para mí -como si uno no estuviera acostumbrado a esas cosas- y las bromas racistas…”.
“Nuestro goleador hizo 21 goles, de los cuales yo le asistí diez. El que le siguió hizo 11 y yo le asistí cuatro, también hice mis goles y el que más me gustó fue el del último partido, casi un desahogo, que celebraron mucho mis amigos, pues conocían de mi situación en el equipo… No me considero un jugador acabado, ya que casi cumplo los 31 años y pienso que uno siente cuando se está acabando y, en mi caso, aún no llega ese momento…”, subrayó Cayasso en esa oportunidad.
Tras su retorno a Costa Rica en 1992, Juan Arnoldo Cayasso se vinculó primero con Carmelita y luego lo hizo con el Saprissa, Turrialba FC, Belén FC, Goicoechea y nuevamente Carmelita, hasta su retiro del fútbol en 1999. Posteriormente, se convirtió en entrenador y, ocasionalmente, en analista deportivo. Actualmente, es el director deportivo del equipo Black Star, en la Segunda División costarricense.
Luis Gabelo Conejo brilla en el “Queso Mecánico”
Un caso especial entre los legionarios ticos de aquella época fue el del guardameta Luis Gabelo Conejo, el costarricense de mayor relieve durante el Mundial de Italia ’90, quien registró un rendimiento espectacular por dos años en el “Queso Mecánico”, como se le conoce al Albacete Balompié de España. “Se vive en constante riesgo y se sufre un poco más de los normal”, declaró entonces el espigado jugador ramonense pocas semanas después de llegar a la ciudad de Albacete, que fue el 2 de agosto de 1990, en compañía de su esposa Rocío Lobo.
Gracias en gran parte a su excelente labor, el modesto equipo de La Mancha fue el gran protagonista de la Liga 1990-1991 en la Segunda División española, al conquistar sorpresivamente el título para subir a la Primera División, La Liga de España. Luis Gabelo, entonces, se ganó el reconocimiento de la crítica local, obtuvo el ascenso el 9 de junio de 1991 frente al Salamanca (2-0) y dejó en el camino al favorito Murcia, que estuvo en el primer puesto durante todo el torneo y perdió esa condición en la emocionante fecha de cierre. Este fue el primero y el último cetro de su carrera deportiva.
Conejo llevó la bandera del país por los santuarios sagrados del balompié hispano en la campaña 1991-1992 de la primera categoría y luchó, junto con sus compañeros, por la posibilidad de clasificarse a la Copa de la UEFA. Al final, el Albacete, en su primera experiencia de este tipo en la historia, fue considerado “el equipo revelación” del certamen bajo las órdenes del joven técnico Benito Floro, al realizar una formidable actuación que lo ubicó en el puesto sétimo entre 20 clubes.
En ese lapso, el portero ramonense vivió interesantes momentos en la liga española. Como cuando el Albacete se mantuvo 15 jornadas invicto entre el 10 de noviembre del 91 y el 8 de marzo del ’92. O cuando, en una gran actuación, le detuvo un tiro de penal al atacante Setien, del Logroñés, y salvó un valiosísimo punto como visitante; el juego concluyó 1-1. Cada participación suya fue acogida con beneplácito por sus seguidores.
Para los albaceteños, lo de la UEFA no se dio, pues el equipo decayó en las últimas fechas. Pero el tico mantuvo alto el estandarte de Costa Rica en la liga española, una de las mejores del mundo: se ganó el cariño y la admiración del público manchego (“no pasa nada…tenemos a Conejo”, decían a grito en su himno triunfal) que lo aclamó y lo admiró desde su llegada. En una fiesta inolvidable en su despedida del fútbol español, el 31 de mayo de 1992, al término del triunfo de 2-0 sobre el Oviedo, en el estadio Carlos Belmonte, los aficionados invadieron el terreno para levantar en hombros a Conejo, mientras que desde las gradas se le tributaba con una gran ovación: “¡Gabelo, Gabelo, Gabelo…!”.
Este fue el epílogo de un día importante para el fútbol ibérico y para Luis Gabelo, que en 1990 llegó a España lleno de incertidumbre y deseos y regresó al país envuelto en la gloria que da el esfuerzo, la dedicación y la calidad humana. Los diarios de Albacete como La Verdad, lo destacaron así en su primera plana: “Despedida del mundialista Conejo, jugador emblemático de la etapa dorada albaceteña”.
En España, Luis Gabelo no pasó desapercibido para nadie. José Ángel Iribar, uno de los mejores guardametas que ha dado el fútbol español en todos los tiempos, dijo en una entrevista que Conejo era un ejemplo positivo entre los porteros extranjeros que habían recalado en España. “Llegó al Albacete en plan mucho más humilde que otros y dio un magnífico rendimiento”, recalcó Iribar.
Tras dos agotadoras temporadas en esa nación, donde fue todo un ídolo, encontró el nivel que esperaba y se ubicó en el puesto sétimo entre los 31 iberoamericanos que actuaron en La Liga de primera en la encuesta de la Agencia EFE. Conejo retornó a Costa Rica el 8 de junio del ’92, porque para él la ilusión por el fútbol había terminado; decidió entonces retirarse oficialmente del profesionalismo en plenitud de condiciones físicas, ya que se declaró apto para jugar diez años más. En parte su decisión de alejarse del fútbol obedeció en aquel tiempo a su padre, don Rafael Conejo, había sufrido un accidente casero en San Ramón, Alajuela.

Antes de su despedida con la divisa albaceteña, Luis Gabelo Conejo aseguró que “ni el dinero ni la vanidad me harán regresar”, explicando que su determinación de retirarse fue producto de una decisión familiar “tomada con mucha anticipación, hace tres años”. Gabelo también admitió que “nunca fui un enamorado del fútbol”, lo sentía como un sacrificio, aunque “siempre le di la importancia necesaria, en el momento oportuno”.
Conejo aseguró entonces que no pensaba ser entrenador por la rigidez que impondría a los jugadores. “Estoy contento de mi trajinar por el fútbol costarricense y español. Les aseguro que no me arrepiento de nada. Hice hasta lo imposible para actuar con honestidad y profesionalismo, siempre en un marco de humildad y amistad. Nunca fumé y tampoco tomé licor. Siempre intenté cuidar mi imagen…”.
“Quiero confesarles que me siento cansado. Es una fatiga mental, porque en lo físico tengo facultades para haberme mantenido por lo menos diez años más, dado que (…) me cuidé en lo personal y sobre todo por la carga de trabajo cumplido… Hoy quiero hacer algo distinto. A partir de ahora, quiero disfrutar de una vida diferente…incluso, se los confieso, poder hablar de otros temas. Quiero empezar a vivir y disfrutar como un hombre común”, explicó al justificar su tempranero retiro del fútbol.
Convertido en toda una celebridad deportiva en el país, Luis Gabelo Conejo se alejó el 11 de junio de 1992 de la actividad profesional durante un amistoso en la antigua estructura del Estadio Nacional de San José entre la Selección de Costa Rica y el Albacete Balompié, cuyos compañeros vinieron para despedirlo hasta la capital tica. En el partido, que concluyó 3-3, Conejo jugó durante 54 minutos defendiendo los colores albaceteños y a su salida fue aclamado por los aficionados; luego del encuentro, se celebró una colorida ceremonia en medio de trofeos, mariachis, luces y el fervor del público…
Posterior a este partido, actuó en uno más en Guatemala el 14 de junio del ’92, cuando el Albacete se enfrentó a la Selección de ese país, con la que perdió 0-1. Un tempranero adiós no definitivo a la edad de los 32 años, después de cumplir 15 campañas ininterrumpidas en el fútbol profesional, para dedicarse más a su familia. También al principio se dedicó a administrar una tienda deportiva en San Ramón y a representar en el Istmo a firmas europeas de guantes de portero, así como en la venta de lapiceros y pluma fuentes.
Posteriormente, menos de un año después, Luis Gabelo Conejo fue convencido de volver al balompié en 1993 con el Albacete. Pero se volvió a despedir en 1994, aquejado por una lesión de rodilla, aunque regresó en 1996 con el Herediano y, finalmente, se retiró en 1997 con Ramonense. A partir del 2001 empezó su larga relación con la Federación Costarricense de Fútbol (Fedefútbol), como el preparador de porteros de las Selecciones de Costa Rica, en distintas competencias regionales, olímpicas y mundiales; dicha labor la cumplió hasta el Mundial de Catar 2022. Después de esa fecha, se pensionó y, desde entonces, se mantiene apartado por completo de cualquier actividad futbolística.
José Carlos Chaves en la tierra de nuestros verdugos

José Carlos Chaves Innecken, entretanto, se integró al Inter de Bratislava, campeón checoslovaco de la Copa 1990 y tercero la temporada 89-90 de Liga, en enero de 1991, a través de un intercambio deportivo en el cual incluyó el pase del lateral y volante izquierdo a Europa y la llegada al Alajuelense del checo Ladislav Jakubec, quien no tuvo suerte y retornó a su país en los últimos meses de 1991.
En sus primeras manifestaciones desde Checoslovaquia, José Carlos elogió los sistemas de entrenamiento: “Son similares a los que cumplía en Alajuela, pero con una gran diferencia, que radica en el tipo de actitud que asume el jugador a la hora de entrenar. Lo hace con disciplina y convicción. Es un verdadero ejemplo de lo que debe ser un entrenamiento, para sacarle el máximo provecho al tiempo”.
Chaves afrontó al principio problemas por el clima (un severo invierno por la nieve), aunque no tuvo inconvenientes por la comida, el tipo de vida y el idioma checo, que lo aprendió rápidamente. Poco a poco, además, se adaptó a las exigencias de la liga europea y se ganó un puesto de titular en la banda izquierda del Inter, cuando su rendimiento mejoró y esto se reflejó claramente en las críticas periodísticas especializadas.
Cuando tenía tres meses de estancia en Bratislava, estableció algunas diferencias entre el balompié costarricense y el checoslovaco. “Pienso que radican básicamente en la organización. Nosotros tenemos todos los elementos para igualar a ellos e incluso superarlos, pero creo que el fútbol costarricense en general falla en materia organizativa y mientras no se cambie eso, seguiremos dando tumbos”, dijo en 1991.
Tras un año de permanencia en Checoslovaquia, José Carlos cotizó su fútbol y recibió interesantes ofertas de Bélgica, Suiza y Austria. Sin embargo, su decisión fue no renovar su compromiso con el Inter y, más bien, retornar al país el 28 de enero de 1992 para jugar con el Club Sport Herediano. Para él, su pasaje europeo resultó invaluable…
“Nunca fue mi objetivo el trasladarme a Europa para convertirme en millonario”, comentó José Carlos Chaves. “Aunque debo admitir que regreso con unos cuantos dólares, la fortuna adquirida hay que establecerla en términos de valiosas experiencias vividas… Todo siempre fue positivo. Si tuviera que volver a hacerlo, sin duda que lo haría”, agregó a la prensa deportiva de la época.
El futbolista ateniense José Carlos Chaves había comenzado su carrera deportiva en 1980 como lateral izquierdo en Alajuelense hasta 1990. Después tuvo la experiencia ya citada en Checoslovaquia con el FK Inter de Bratislava, de 1991 a 1992. No olvidar que fue seleccionado de la Tricolor entre 1988 y 1990. Su último equipo, el Club Sport Herediano, lo acogió como zaguero central en el cierre de su trayectoria entre 1992 y 1994, año de su retiro. Después se convirtió en el gerente deportivo del Team Florense en 1996. Radicado en su natal Atenas, Alajuela, trabaja como director administrativo financiero de la Unión de Gobiernos Locales en San José.
Dos ticos en Zagreb, Yugoslavia

Otros dos legionarios ticos, Ronald González y Hernán Medford, después de superar algunos problemas en el Dinamo de Zagreb, agravados por la eliminación en la Copa de la UEFA ante el Atalanta de Bérgamo, Italia (0-0, de visitante, y 1-1, como local) y el cambio constante de entrenadores (hubo tres, en tres meses: Kuze, Kobescak y Markovich), poco a poco se adaptaron al difícil fútbol de Yugoslavia y su desempeño fue el pleno ascenso al finalizar la primera parte del campeonato del país balcánico.
El Dinamo tuvo un repunte extraordinario en la Liga: pasó del puesto 12 al quinto, entre 20 equipos. Medford tuvo más suceso que Ronald, anotó cuatro goles y lució una mayor proyección y regularidad en las formaciones. Pero, tras seis meses en Zagreb, la estancia se tornó incierta para ambos, ya que confrontaron todo tipo de problemas: un difícil idioma, el rudo clima invernal y la grave crisis política y étnica que sacudía entonces a la Federación yugoslava y que se tradujo en una fuerte tensión en los campos de juego. En síntesis, la experiencia en ese país no podía terminar muy bien.
“En Yugoslavia no están acostumbrados a recibir a jugadores extranjeros. Las mentalidades son muy cerradas. El fútbol yugoslavo posee jugadores de un nivel técnico increíble, pero les falta espíritu de sacrificio. Realmente, es muy difícil integrarse en esas condiciones. Yo pude dar mucho más de lo que mostré en este período. Además, no se sabe en qué momento se puede desatar una guerra en este país; por eso, sería mejor salir de aquí…”, comentó Hernán Medford en su momento.
A principios de 1991, por lo tanto, González y Medford cambiaron de equipo. Al retornar Ronald a Yugoslavia con su esposa Yuliana Gaitán, un representante de la sociedad TOMAREX, dueño de su pase y con sede en Luxemburgo, le comunicó de su préstamo por seis meses al SK Vorwaerts Steyr, un club de la Primera División de Austria. Días más tarde, Medford recibió una noticia similar sobre su traslado -en iguales condiciones- al potente y famoso conjunto austriaco del Rapid de Viena.
En Austria, las condiciones de vida social fueron diferentes a las de Yugoslavia. En lo futbolístico, Ronald González tuvo desde su llegada la continuidad que le negaron en el Dinamo de Zagreb -otorgada por el entrenador Otto Baric-, pudo demostrar sus condiciones como volante de contención -hasta anotó un gol- y se ganó el reconocimiento de todos los sectores: la prensa lo trató bien y lo designó en el equipo de la fecha en varias oportunidades.
Actuó, sin embargo, en una institución pequeña, sin tradición, que concluyó en una mala posición: el sétimo en la octogonal final. Ronald no quiso prolongar su compromiso en Austria “porque no es una vidriera del fútbol internacional. No se sabe nada del fútbol austriaco en otros países y, por lo tanto, no puedo cotizarme… No estoy dispuesto a seguir en Austria… Además, creo que puedo estar mejor en otro lugar”.
Pero aparte de la escasa difusión del balompié de Austria en el extranjero, a Ronald le incomodó siempre el ambiente “triste, amargado y poco comunicativo” de la gente de Steyr. “No me siento bien en este país y específicamente en la ciudad…”. Jugó hasta el 30 de junio de 1991 en el Vorwaerts y regresó a Costa Rica, al no llegar a un acuerdo económico con TOMAREX -esta firma tenía cuentas pendientes con el Saprissa- y porque “no voy a permitir que me manden a una tercera o cuarta división”.

Antes de retornar a la patria, Ronald González dijo aquella vez desde Steyr que el fútbol austriaco es fuerte, pero poco técnico, mientras que el yugoslavo es todo lo contrario. Y al relacionarlo con el balompié costarricense, aseguró en 1991: “Estamos más elevados que ellos. En Costa Rica hay más competencia que en Austria, sinceramente. Aquí tienen dos equipos arriba que son Austria Viena y Tirol. Después viene el Rapid, que lleva un año muy malo, y el Admira Wacker, que está irreconocible. El problema de nuestro país es que las canchas son malas, pero hay mucha competitividad y se entrena mejor que aquí”.
Su amplia trayectoria futbolística lo llevó luego a retornar al Saprissa, el Comunicaciones FC de Guatemala, el Club Sport Herediano y nuevamente al club morado, hasta su retiro en el 2006. Posteriormente continuó su carrera como director técnico de las Selecciones Sub-20, Sub-23 (Olímpica) y Mayor, el Saprissa y el Club Sport Uruguay, en Costa Rica; así como el Comunicaciones FC y el Antigua Guatemala FC, en Guatemala.
Para Hernán Medford, su experiencia en el Rapid de Viena -uno de los mejores clubes de Austria- fue positiva, ya que encontró un ambiente distinto, más tranquilidad, compañerismo y comprensión que en Yugoslavia. Llegó en plena temporada y pudo por fin demostrar su valor: logró anotar cinco veces y ganarse la confianza del entrenador Hans Krankl (exmundialista de Argentina ’78 y España ’82) y de la prensa local, que alabaron su técnica, juego veloz y buenas asistencias a gol.
Sin embargo, el equipo de Hernán tuvo serios problemas económicos y un rendimiento deficiente en el campeonato (cuarto lugar en la octogonal final), e incluso, ante 12.000 personas, perdió la oportunidad de jugar un torneo europeo al caer por 1-2 en la final de la Copa de Austria contra el SV Stockerau, un equipo de la Segunda División. Una final que, por cierto, dejó muy malos recuerdos a Medford al ser expulsado al final del partido, en lo que significó entonces su primera tarjeta roja de su trayectoria deportiva.
Luego de pasar el resto de la temporada en Austria, hasta el 30 de junio de 1991, cuando el Rapid no estuvo en condiciones de pagarle lo que pedía, Hernán tuvo la posibilidad de lograr un fichaje millonario en Italia con el Cremonese, que hoy juega en la Serie B, la segunda categoría del calcio. Sin embargo, el propio jugador comentó después que tanto él como su representante, el croata Naletelic Pvedvag (“Nale”), presidente de la firma TOMAREX, se inclinaron por la oferta del Rayo Vallecano, de la segunda categoría española, debido a que ya habían dado su palabra.
“No queríamos que se repitiera el amargo episodio con el Logroñés de España”, reflexionó Medford en aquellos días, al recordar que una falta de entendimiento económico provocó su salida del equipo riojano, una vez que ya se había anunciado su contratación e incluso había sido presentado a la afición y posado para las fotografías oficiales del club. En ese tiempo también intentaron ficharlo el Stuttgart, Bochum y Schalke 04, de Alemania; el Pisa y Bolonia, de Italia; el Valladolid español y el Galatasaray, de Estambul, Turquía.
Acompañado de su entonces esposa Arlene Lewis, Hernán llegó al Rayo Vallecano por recomendación del secretario técnico del Real Madrid, Ramón Martínez. Su endemoniada velocidad, picardía y cuota goleadora fue considerada de “lujo” por los aficionados vallecanos siempre que fue alineado regularmente por los dos entrenadores que tuvo el club a lo largo del certamen: Eusebio Ríos y José Antonio Camacho, exinternacional del equipo merengue.
Medford no los defraudó: contribuyó con su fútbol penetrante en un nuevo ascenso del club a la división de honor, anotó seis goles y actuó en 30 juegos (19 como titular y 11 como suplente). La victoria final por 4-1 ante el Castellón fue apoteósica para toda la afición madrileña de Vallecas el 24 de mayo de 1992, fecha en que concluyó su compromiso oficial de siete meses con el Rayo Vallecano.




Camisetas europeas. Los cuatro equipos de Hernán Medford en el Viejo Continente, entre 1990 y 1993. De izquierda a derecha, el Dinamo Zagreb Yugoslavo -detrás de él, el atacante croata Davor Suker-, el Rapid Viena austríaco, el Rayo Vallecano español y el Foggia italiano.
Era la tercera vez que los de Vallecas conseguían el ascenso a primera. Según el periodista madrileño Rodolfo Chisleanschi, de la revista Don Balón de Barcelona, el Rayo Vallecano tuvo fortuna en el fichaje de Medford; estas fueron sus apreciaciones publicadas en el semanario (edición 867, del 9 al 15 de junio de 1992): “El revulsivo que tanto Eusebio Ríos como Camacho tuvieron siempre a mano para las situaciones difíciles. Su velocidad y regate fácil -además de una buena dosis de fortuna- le llevaron a resolver partidos que al Rayo se le habían puesto muy cuesta arriba. Su participación fue clave en la segunda vuelta, con minutos decisivos en el campo”.
Antes de iniciarse la campaña 1991-1992, un escueto cable internacional anunció la contratación de Medford con el Foggia, que recién ascendía a la máxima división de Italia; la información fue luego desmentida. Igual aconteció a principios del ’92, cuando trascendió que el Ancona italiano, a punto de ascender en esos días, estaba interesado en sus servicios, una versión que finalmente fue descartada por los dirigentes del club y adujeron que el representante de Hernán fue quien les ofreció al jugador internacional costarricense.
Tras desechar ofertas de cuadros italianos, españoles y suizos -entre ellos el Udinese-, Hernán Medford decidió prolongar su aventura europea precisamente en el Foggia, un equipo del sur de Italia que fue la revelación del campeonato 1991-1992, al ocupar el noveno puesto entre 18 clubes; como uno de los 70 extranjeros de 19 países, fue el único traspaso de España al calcio italiano, temporada 1992-1993, cuya liga era considerada en ese tiempo la más importante del mundo. Su primer gol ocurrió en la quinta fecha, el 4 de octubre de ese año, cuando su club cayó 1-4 ante el Brescia.
El 11 de noviembre del ’92, el Foggia y TOMAREX acordaron mantener a Hernán en el club hasta el cierre de la temporada en junio de 1993, mes en que expiraba su ligamen con la firma europea. “Si Foggia no decide comprarme, entonces quedaré libre, pero el equipo tiene prioridad sobre mi ficha y debo respetar eso”, declaró ese día Medford.
Sobre sus vivencias en el Viejo Continente, tras jugar en Yugoslavia, Austria, España e Italia, Hernán destacó: “No me arrepiento de haber elegido este camino. Realmente estoy muy contento. Venir a Europa ha significado experiencia, más fútbol, conocer personalidades del mundo del balompié y lógicamente mucho más dinero… Estoy pensando jugar seis meses más (hasta junio de 1993)… y no volver a hacerlo. Ese es mi pensamiento, tal vez llegue ese momento, “se me meta el agua” y siga jugando en Costa Rica o en México. Pero Europa ya no más… Ya tengo tres años y creo que han sido suficientes para mí”.
En diciembre de 1992 y enero de 1993, el diario deportivo La Gazzetta dello Sport divulgó que el Foggia finalmente pagó a la empresa TOMAREX 94.3 millones de colones ($681 mil) por la ficha de Medford, en una negociación que le aportó “juventud y habilidad” al club italiano. De esa cantidad, al Saprissa le corresponde el diez por ciento ($68 mil, 9.4 millones de colones al tipo de cambio de 138 en ese tiempo), pues así lo establecía el contrato entre los morados y TOMAREX. Se informó que Hernán recibió en la operación 33.9 millones de colones. Históricamente, era entonces la transacción más alta pagada en el exterior a un jugador costarricense.
Los siguientes destinos de Hernán Medford como futbolista fueron el Saprissa, entre 1993 y 1994; el Pachuca, el León de Guanajuato y el Necaxa, en el fútbol de México, de 1994 al 2002, para cerrar su carrera deportiva nuevamente en el club morado, del 2002 al 2003. Lo que siguió después fue una exitosa trayectoria en el banquillo que lo llevó a dirigir como entrenador al Saprissa, las Selecciones mayor y Sub-23, Liberia, Herediano, Cartaginés y Sporting FC, en Costa Rica; el Club León, en México; el Real España y la Selección catracha, en Honduras; el Xelajú M. C., el C. S. D. Municipal y el Deportivo Marquense, en Guatemala.
Roy Myers salta a Uruguay
Entretanto, en setiembre de 1991, la ocasión de figurar en Sudamérica se le presentó a dos ticos más, gracias al prestigio ganado en Italia ’90 y a las gestiones del zaguero uruguayo Fernando Sosa, quien militó entre 1987 y 1992 en el club Alajuelense. Roy Anthony Myers lo hizo en el Peñarol de Montevideo, uno de los clubes más populares de Uruguay, al firmar contrato hasta enero de 1993; mientras que Javier Vicente Wanchope, quien intervino en el proceso de Costa Rica hacia el Mundial de Italia ’90, suscribió un compromiso hasta diciembre de 1992 con el Nacional de Montevideo, otro de los mimados de la afición charrúa, y allí se mantuvo hasta 1993.

El espigado volante ofensivo Roy Myers, de juego vistoso, elegante, efectivo, pícaro y pensante, llegó a la élite charrúa para “probar suerte” y madurar, aunque lógicamente vio el pase al Peñarol como la vitrina ideal que necesitaba para mostrarse y poder cumplir con su gran sueño de jugar en el balompié europeo. Sin embargo, el limonense tuvo al comienzo problemas lógicos de adaptación y recibió muy poca oportunidad de figurar en el equipo estelar, sólo lo integró en esporádicas ocasiones para redondear actuaciones regulares.
Al parecer, las dificultades obedecieron a un error de ubicación, ya que el técnico Ricardo Pato Ortiz lo colocó en los entrenamientos y en algunos colectivos como hombre de área, quizás por su estatura. Empero, en una visita a Uruguay, Fernando Sosa explicó al cuerpo técnico que Myers era volante de llegada por sus características técnicas. El cambio de puesto fue más saludable para el jugador, pero su inclusión en la primera a finales del ’91 se vio postergada por la llegada del goleador argentino José Percudani, proveniente de la Universidad Católica de Chile.
Además, el mundialista limonense no pudo tomar parte en el campeonato uruguayo de 1991 por cuestiones de cupo, pero -para no estar inactivo- sí estuvo en la Supercopa sudamericana. Su debut se presentó el 6 de noviembre de ese año, en el estadio Centenario de Montevideo, al entrar de cambio durante los últimos 28 minutos del partido crucial en que Peñarol perdió 1-3 ante el River Plate argentino, en las semifinales del certamen en el que intervienen los 14 equipos que ganaron la Copa Libertadores de América.
En la prueba más dura de su vida deportiva, Myers pudo al fin convertirse en uno de los principales animadores del torneo de liga de 1992 y responder a los elogios que generosamente le tributaron. “Poco a poco estoy llegando a mi nivel”, dijo entonces desde Montevideo. En las primeras fechas de la campaña, al recibir confianza del técnico yugoslavo Lbujomir Petrovic (sustituido luego por Roque Gastón Máspoli), se habituó al fútbol fuerte que se practica en Uruguay y demostró con un rendimiento superlativo que tiene suficiente clase para ponerse la histórica camiseta de Peñarol.
En una gira europea en agosto para actuar en el Torneo Teresa Herrera, en La Coruña, tuvo una marcada superación ante el Sao Paulo brasileño y el equipo local, hecho que le permitió ganarse la buena voluntad de los fanáticos de la institución y ser declarado por la prensa como el mejor de su equipo en el certamen veraniego; también recogió halagos en otros juegos en Italia (Bari y Atalanta) y España (Albacete). Entretanto, el periodismo charrúa publicó que “es un jugador excepcional, un diez fuera de serie, el digno sustituto de Alberto Spencer, el mejor futbolista ecuatoriano, quien hizo grande al Peñarol en la década de los ‘60”.
Roy Myers dejó de pertenecer al Peñarol en 1992 y ahí comenzó una intensa carrera como futbolista hasta su retiro en el 2005. Llegó a jugar con el Saprissa -en cuatro ocasiones distintas-, Herediano, Cartaginés, Santa Bárbara y Fusión Tibás, en Costa Rica; CF Pachuca, en México; Deportes Tolima, en Colombia; así como el MetroStars y Los Ángeles Galaxy, en Estados Unidos. Como director técnico empezó su trayectoria en 2007 y se hizo cargo de los equipos morados Saprissa de Corazón, el primer equipo del Saprissa y del Saprissa Femenino. También ha sido comentarista deportivo de varios medios de comunicación.
Sin duda, el Campeonato Mundial de Italia ’90 marcó un giro en la historia del balompié costarricense y le abrió a los mundialistas ticos el camino para retornar a Europa y Suramérica, donde Costa Rica se hizo sentir con varios de sus afamados futbolistas internacionales.



FUENTES CONSULTADAS: Libro “Aventura Tricolor: Mundial Italia ’90; Historia de la Selección Nacional de Fútbol de Costa Rica”, de Rodrigo Calvo y Mayela Solano (1993); tomo 2 de “Legionarios”, la serie coleccionable de libros sobre los futbolistas costarricenses en el extranjero”, del diario “La Nación” (2012); y el archivo del sitio digital “Buzón de Rodrigo”. YouTube: “La Nación”. Fotografías: Revistas “Triunfo” (Costa Rica), “Guerin Sportivo” (Italia) y “Don Balón” (España); diario “La Nación” (Costa Rica), la Agence France-Presse (AFP) y el archivo de Rodrigo Calvo.





























