Hace 92 años, a finales de junio de 1930, el barco “Conte verde” zarpaba del puerto de Villefranche-Sur-Mer, en Francia, rumbo a Montevideo, Uruguay, con un ciudadano francés, llamado Jules Rimet, quien habÍa tenido la brillante idea de crear un Campeonato Mundial de Fútbol, e iba a ver cumplido su deseo con el torneo de Uruguay 1930.
Rimet era un hombre de bastón fino, pequeño, de gestos diplomáticos, pero de un gran temple y constancia. De esta manera ingresó con honores en la historia del balompié universal y de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) como el “padre” de la Copa Mundial, el principal certamen de selecciones nacionales de este popular deporte.
Este abogado de París, nacido el 24 de octubre de 1873 en Theuley Les Lavoncourt, se hizo sentir en el torneo olímpico de futbol de 1920 en Amberes, Bélgica. Allí, como aspirante único al carrgo, le fue encomendada la dirección interina de la FIFA ante la muerte en 1918 del anterior jerarca, el inglés Daniel Burley Woolfall.
Un año más tarde, el 1º de marzo de 1921, Rimet fue elegido en la presidencia del organismo y confirmado en su mandato por los miembros delegados de los países miembros de organismo. Para entonces, la FIFA contaba solo con 20 naciones participantes. Los británicos se habían retirado, mientras que Brasil y Uruguay tampoco formaban parte de la FIFA.
Ya desde el comienzo, su ambición y temperamento deseaban introducir una competición internacional. En su juventud fundó el equipo Red Star, de la periferia parisina, en 1897; más tarde fue nombrado presidente de la Federación Francesa de Futbol (1919 a 1945) y vicepresidente del Comité Olímpico Francés (1932 a 1947).
Con una energía sin igual y gran optimismo, Jules se dedicó en la FIFA a la realización de sus metas, a pesar de que tuvo que superar muchas trabas impuestas por gobiernos y federaciones para organizar el Mundial. En 1928 logró la aprobación del Campeonato Mundial que impulsaba con ahínco y dos años más tarde, en Montevideo, Uruguay, entregó por primera vez el trofeo de la Copa Mundial al capitán charrúa José Nasazzi, tras vencer 4-2 a Argentina en la final.
Luego Italia se adjudicó las dos siguientes ediciones, en 1934 y 1938. Pero la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial congelaron por unos años el sueño de Jules Rimet.
Tras la finalización del conflicto bélico, Rimet experimentó un honor especial luego de que la FIFA se volvió a reunir en el cónclave de 1946, en Luxemburgo. Allí se decidió que en 1950 se organizara la cuarta edición del Mundial en sedes de Brasil.
Precisamente, en Luxemburgo, se cumplió el 25 aniversario de la presidencia del francés en la FIFA y los delegados, por unanimidad, decidieron dar al trofeo el nombre de Jules Rimet, en reconocimiento a su gran labor al mando del órgano rector del fútbol.
Se podría hablar de una “Era Jules Rimet”, ya que logró organizar la FIFA y realizar, finalmente, el sueño de un Campeonato Mundial de Fútbol.
Al retirarse en 1954, al inaugurar la quinta Copa mundial en Suiza y tras 33 años de liderar al máximo organismo del fútbol mundial, Jules Rimet fue sustituido al frente de la FIFA por el belga Rodolphe William Seeldrayers, como su cuarto presidente hasta 1955, pues R. W. murió el 7 de octubre de 1955 en Bruselas, Bélgica.
Ese mismo año, el 21 de junio de 1954, Rimet aceptó su designación como el presidente honorario de la FIFA, pero rechazó en 1955 la propuesta para que lo nombraran el Premio Nobel de la Paz.
Cuando dejó su cargo en la presidencia de la FIFA dijo una frase lapidaria: “en el mundo del fútbol nunca se pone el sol”. En esa época, gracias a la gestión del modesto dirigente francés, la FIFA experimentó un auge increíble: Ya tenía 85 asociaciones miembros, había superado dos guerras mundiales, varias otras crisis y conservado su independencia.
Si el bueno de Jules reviviera para levantar la cabeza y ver la dimensión que alcanzó el fútbol y la Copa Mundial en la actualidad, el dirigente francés se sentiría muy orgulloso y realizado.
El “papá de los Mundiales”, Jules Rimet, falleció en Suresnes, una comuna en los suburbios del oeste de París, Francia, el 16 de octubre de 1956, dos días después de cumplir los 83 años de edad. Para ese momento, contaba con numerosos reconocimientos en su haber, entre ellos, destacaron el de la Legión de Honor y la Cruz de Guerra Francesa.
En el 2004, en forma póstuma, fue nombrado miembro de la Orden del Mérito de la FIFA, reconocimiento que fue recogido por su nieto, Yves Rimet. El gran mérito de su vida fue, indudablemente, que se le atribuya el honor de ser el creador indiscutible de la Copa del Mundo.
Galería de fotos: EL SOÑADOR JULES RIMET, CREADOR DE LA COPA MUNDIAL
El ajetreado primer trofeo de la Copa Mundial: Jules Rimet
El primer trofeo del Campeonato Mundial de Fútbol fue puesto en juego desde el primer certamen de 1930, en Montevideo, Uruguay. Pero a partir de la cita de Brasil 1950 comenzó a llevar el nombre del promotor del certamen, el entonces presidente de la FIFA, Jules Rimet, luego de la resolución unánime del Congreso de Luxemburgo, en 1946.
La pequeña obra, instituida por la FIFA, fue elaborada entre febrero y abril de 1930 por el escultor francés Abel Lafleur, a un costo de 15.500 dólares (50.000 francos suizos) y tras utilizar como materiales plata fina y oro macizo.
Es una estatuilla de 3,8 kilos de peso y 35 centímetros de alto, con una base azul elaborada con una piedra semipreciosa y placas de oro para grabar el nombre de sus ganadores desde 1930 hasta 1970, cuando Brasil capturó para siempre la “Diosa alada de la Victoria” sosteniendo una pelota. sobre una base de mármol que representa a una Diosa Alada, que simbolizaba la victoria, y con las manos en lo alto sostiene una taza de forma octogonal.
Se asienta sobre una base azul de marmol, de piedras preciosas con placas de oro en sus cuatro costados, con el propósito de grabar el nombre de los campeones mundiales de cada cuatro años, desde 1930 hasta 1970, cuando Brasil capturó para siempre a una Diosa Alada, que simbolizaba la victoria, y con las manos en lo alto sostiene una taza de forma octogonal.
“Quería que fuera de oro, no por ostentación, sino como símbolo. La Copa del Mundo debía ser la más importante de las manifestaciones deportivas y el oro es el símbolo de la primacía”, explicó Rimet.
Sin embargo, su historia ha sido tortuosa, ajetreada y hasta trágica, con dos robos que produjeron hasta su desaparición definitiva en la década de los años 80, del siglo pasado.
El primer incidente al que sobrevivió el trofeo Jules Rimet se produjo durante la Segunda Guerra Mundial, lapso en el que el ciclo mundialista de cuatro años se cortó y el trofeo debió ser conservado por Italia, bicampeón del mundo en 1934 y 1938.
El objetivo principal de la dirigencia italiana era salvarlo de los saqueos por el italiano Ottorino Barassi, vicepresidente de la FIFA y jerarca de la Federación del calcio en aquel entonces, quien lo retiró en secreto de un banco en Roma y lo escondió en una caja de zapatos, debajo de su cama, para impedir que los nazis se lo dejaran durante el conflicto.
Con la reanudación de los Campeonatos Mundiales en la edición de Brasil 1950, el trofeo voló a la tierra en que se anclaría en 1970 y desaparecería en la década de los años 80.
Precisamente, la copa fue conquistada en propiedad por la Selección de Brasil y se ganó el derecho de exhibirla para siempre en sus vitrinas, gracias a su contundente éxito en México ’70 y al sumar tres títulos mundiales, tras ganar en 1958, 1962 y 1970.
Pero antes, en 1966, cuando era exhibido en el Central Hall de Londres como parte de los preparativos del torneo mundialista en Inglaterra, desapareció cuando fue robada por primera vez y su salvador en aquella oportunidad fue un perrito llamado Pickles, que lo encontró enterrado bajo un árbol, tras los esfuerzos en vano de la Scotland Yard.
El fabuloso Brasil de Pelé maravilló en México 1970 y al sumar su tercer título pudo quedárselo y sacarlo del circuito de la rotación de la FIFA. La custodió hasta que un día, el 23 de diciembre de 1983, fue robada por segunda vez y desapareció de las vitrinas de la Confederación Brasileña (CBF), en Río de Janeiro.
Se supone que fue fundida y vendida sus materiales por los cuatro ladrones, todos argentinos: Hernández, Pereira (el cerebro de la operación), Vieira y Rocha. Según otras versiones diferentes del caso, el enigma se develó el 30 de diciembre de 1988 en los suburbios de Ipanema, donde apareció asesinado de siete balazos un nuevo personaje, Antonio Aranha, el hombre que presuntamente ideó y lideró el robo, pero sin cumplir con la repartición con sus cómplices, que esperaban parte del dinero de la venta del oro fundido de la Copa.
De todos modos, esa historia quedó de lado con el nacimiento del nuevo trofeo para la Copa Mundial de la FIFA para Alemania 1974. Actualmente, la asociación brasileña posee una réplica de la legendaria Copa Jules Rimet, que le encargó la FIFA.
FUENTES CONSULTADAS: Libro “Los Mundiales de Fútbol” (2010), de Rodrigo Calvo Castro; Tomo 1; Diario “La Nación”, de Grupo Nación S. A.; San José, Costa Rica; revista “El Gráfico” (Argentina); las agencias AFP, AP y EFE.