Por Róger Flores Solano (*)
Ser capitán de la Selección Nacional de Fútbol significó para mí lo mismo en el Mundial que antes de que éste comenzara. Fue la misma función. Velibor Bora Milutinovic nunca me designó capitán. Él partió de lo que se encontró. Cuando llegó a Costa Rica me llamó y hablamos en la Fedefútbol sobre diferentes aspectos del equipo cuyas riendas él iba a asumir.
Esto jamás lo comenté con mis compañeros, e incluso creo que yo fui el primero en ser enterado por él sobre el hecho de que el portero de la Liga, Alejandro González, no continuaría con nosotros, porque el portero le había dicho al técnico que no se sentía bien.
Creo que él (Bora) encontró en mí a alguien que le podía ayudar a mantener al grupo homogéneo. Eso fue importante para mí, porque aquí había gente que lo quería quitar a uno, que decía “esto”, que lo “otro”, montones de cosas, no sé… Lo fundamental es que mi vida ha sido igual, siendo o no capitán.
He trabajado siempre por una meta, por un ideal y ya se cumplió todo lo que he querido a nivel futbolístico, pero gracias al sacrificio y al trabajo. De otra manera, no se hubiera conseguido nada. Hay gente que hace caso de habladas, chismes y otras muchas cosas, tratando de ejercer influencia, pero si algo tuvo y tiene Bora –y creo que no lo va a perder nunca– es que se trata de un hombre de una sola idea y la desarrolla y es firme, aunque le caigan todas las críticas encima. Siempre se mantiene. Él creyó en todos nosotros.
Cuando jugamos la Copa Marlboro en Chicago, Estados Unidos y en la gira previa a Europa, Bora quería nada más ver a los jugadores, cómo se desenvolvían. Pero en las noches siempre andaba con unos casetes de video sobre Escocia y yo creo que siempre los veía, siempre les sacaba más información y nos fue metiendo esa idea de juego.
Hubo momentos, sin embargo, en que German Chavarría decía “estoy confundido, no sé lo que quiere”, Oscar (Ramírez) igual, lo mismo que Montero (Mauricio) y que yo. Eran los pequeños detalles sobre los que insistía, con miras a lo que había visto y conocía de Escocia… A la hora de la verdad, en el partido contra los escoceses, todo salió bien.
A pocos días de ese partido la tensión se manifestó entre nosotros de diferente manera. A unos les dio por hablar más de la cuenta; a otros, por no permitir que se les dijera nada, porque se ponían “Juan Chichas”, como le decimos nosotros a ese estado de ánimo. Son cosas increíbles y uno que tiene años de estar en esto las detecta y el entrenador, con mayor razón.
Primer juego: 1-0 a Escocia
Cuando asimilamos todos los conceptos de Bora, superada las confusiones de Óscar Ramírez y German Chavarría –quienes fueron los que más lo sintieron–, él nos inculcó que el Mundial era algo bonito e importante, que si nosotros hacíamos esos pequeños ajustes a nuestras condiciones, que si nos concentrábamos y jugábamos fútbol como cuando lo hicimos en las calles, en las famosas “mejengas”, sin presión de nada, con alegría, guardando las distancias, todo iba a salir bien. “Jueguen como cuando eran niños, con la misma ilusión”, dijo muchas veces.
Cuando nos topamos en el túnel con el equipo de Escocia, una escena que aquí se vio en televisión, nos motivábamos entre nosotros: “Vamos Costa Rica” y gritábamos y pudimos notar que los escoceses cambiaron sus expresiones en el rostro.
¿Qué había pasado? Creo que ellos esperaban toparse a un rival presa de los nervios…Y es que eso lo inculcaba Bora. El nos decía: “Cuando salgan, sonrían frente a ellos porque los escoceses tratarán de atemorizarlos sólo con volverlos a ver. Hagan lo que sea, pero no demuestren miedo”.
Cuando comenzamos a gritar: “Vamos Costa Rica”, “Vamos, tenemos que ganar”, “Tienen miedo, véanles las caras”, hasta que nos paró un poco el árbitro argentino (Juan Carlos Loustau) y nos dijo: “Cuidado, sin ofender”, pero yo le contesté: “Nadie está ofendiendo, estamos motivando” y eso se reflejó en el campo.
Yo les dije a los compañeros, cuando cantamos el Himno Nacional, “mano en el corazón”, para sentir nada más las pulsaciones y pensemos en Costa Rica y vamos a darlo todo. Eso fue importante. Fueron pequeños detalles que nos sirvieron para luchar.
Cuando Juan Cayasso metió el gol yo me quedé viendo al árbitro argentino, porque yo creí que Cayasso estaba fuera de juego y un escocés levantó la mano. El árbitro dio un paso hacia adelante y giró hacia el centro… Fue cuando salí a felicitar a Juan… Pero había pensado que lo anularía, porque si mal no recuerdo, el portero de ellos le reclamó a un compañero y todos bajaron la cabeza, lo que aprovechó Loustau para darse vuelta y nadie le dijo nada. Fue una alegría gigante… Pero lo peor venía después. Había que aguantar. Pero no nos echamos para atrás. Hicimos fútbol.
Pero también sufrimos montones, porque hubo tramos del partido, sobre todo después del gol, en que el peso del partido se recostó sobre el dispositivo de defensa. Hubo compañeros que trabajaron tanto, como Luis Gabelo Conejo, que comenzó a “arratonarse”; Mauricio Montero no aguantaba; Héctor Marchena, José Carlos Chaves Innecken… Ronald González dijo: “No aguanto, pido cambio”. Todos estábamos igual. Todo era por ir tanto a pelear la bola arriba, porque ellos, como europeos, ponían el balón sobre los costados y ¡pum!, viene un centro.
Pero nos gritábamos ánimo y nos decíamos: “Faltan seis (minutos)”, “Faltan cuatro”… Entonces nos sentíamos otra vez fuertes… Yo pienso que si los de Camerún fueron leones, nosotros fuimos dragones en el campo, porque sacamos fuerzas de donde no las teníamos.
Hubo una jugada en la que Luis Gabelo Conejo estaba golpeado, en el suelo y además, aprovechaba para perder tiempo. Todos tratábamos de hacerlo un poco, en cuanta oportunidad se nos presentaba. Pero el árbitro argentino de repente se puso malcriado. Se arrimó y le dijo a Luis Gabelo: “Cabrón…parate…maricón”. Lo estaba insultando. Yo me le acerqué y le reproché: “Diga lo que quiera, pero no insulte a nadie, porque lo voy a insultar yo a usted…”.
Luego pasó junto a mí y me chocó con su hombro, como retándome… “¡Ahhh, así es la cosa!”, le dije, pero luego cambió conmigo. Yo creo que estaba tenso. Todo esto sucedió después de la mano de Marchena, en el área, que no sancionó. Pero Loustau cambió. “Capitán –me decía después–, dígales que no pierdan tiempo”, manifestaba ya en otro tono de buena manera…
No hubo roces con los escoceses, ellos son muy leales jugando. Todo lo contrario, nosotros, creo, nos abusamos porque los pellizcábamos, los jalábamos.
Cuando llegó el final, ya en el vestuario, todos estábamos eufóricos, gritábamos y Oscar comenzó a cantar: “Costa Rica va a ser campeón” y brincábamos y cantábamos… Pero lo que se me vino a la mente fue el país: ¿Cómo estarán allá?, me dije…Y comencé a analizar la forma en que habíamos salido del país y la infinidad de cosas que se dijeron de nosotros: “Que Gabelo ojalá que no jugara, que íbamos sin portero… Y Gabelo fue el más grande, se agrandó dichosamente para nosotros en el Mundial… Que Mauricio y yo no nos entendíamos, que ojalá no jugara él porque era un penal fijo”.
No me gusta mencionar esto, porque ya pasó y hay que dejarlo olvidado, porque sólo el tiempo y el trabajo le calla la boca a muchas personas, pero en realidad les cuento lo que sentí y viví. No sé por qué llegaron a mi memoria esos recuerdos ingratos, esos tristes momentos, en una ocasión tan alegre.
Pienso que uno de los factores importantes en todo esto fueron las reuniones que hicimos, sólo los jugadores, para hablar de los partidos. Incluso, en momentos en que nos atacaba el “mal de patria”. Recuerdo que en la última reunión les dije algo que aprendí del psicólogo Rafael Ruano Marino, quien alguna vez dijo: “Siempre antes de una competencia imagínense los días más importantes de su carrera, el momento más feliz, recuérdenlo e imaginariamente vuélvanlo a vivir, para que en la competencia siguiente se luche por mejorarlo…”.
Yo soñé una vez que Oscar Ramírez metió un gol. Bueno, lo hizo Juan Cayasso, pero siempre hubo uno y ganamos 1-0.
SEGUNDO JUEGO: 0-1 CON BRASIL
Frente a Brasil empezamos muy bien. Ellos quisieron hacer un gol para darse tranquilidad… Pero conforme pasaron los minutos caíamos en excesos de respeto para con ellos, porque incluso en jugadas en que llegamos hasta el área, devolvíamos la pelota y la perdíamos y quedábamos mal parados en la cancha. Yo no tuve mayor asignación. Sólo Mauricio Montero con Müller y Héctor Marchena con Careca.
No mantuvimos el esquema y a partir de ahí afrontamos problemas. Jamás salimos a evitar la goleada. Yo no tuve temor. Incluso con dos balonazos que pegaron en los tubos dije: “Esa bola no quiere entrar… Hay que luchar un poco más porque alguien nos está ayudando, la Virgen o El Creador… Por eso no tuve temor de ser goleado e incluso algunas veces arriesgué y desde la banca me gritaban: “Flooooorreeeeesssss”. Y había que regresar a la ubicación.
Al terminar el partido más de uno quiso bajar la cabeza, pero Bora entró y dijo: “Cómo van a estar así, es un orgullo para nosotros perder 1 a 0 con el gran favorito”.
Yo sé que aquí se vio por televisión que Alemao codeó a Ronald González durante el juego, en la cara, y que después, al rato, sale el brasileño limpiándose el labio y la nariz. Él llegó a disculparse y yo le dije a Ronald que no aceptara las excusas porque lo había hecho con mala intención. En el segundo tiempo fui yo quien le pasó la factura por Ronald. Alemao me quedó cerca y le di un manotazo en la cara y le rompí el labio y sangró por la nariz…
Ellos creen que por ser figuras el árbitro tiene que protegerlos siempre y que pueden pegar cuando quieran, impunemente y eso no puede ser… Ronald va para arriba y había que darlo a respetar.
TERCER JUEGO: 2-1 CON SUECIA
Si Suecia nos hubiera ganado con el 1 a 0, yo habría sido el culpable de esa derrota, porque fue mi culpa que la pelota, en un tiro libre, pasara a través de la barrera, porque en mi afán de achicar el ángulo de tiro me adelanté un poco y la bola pasó por el espacio que dejé.
Cuando terminó el primer tiempo, luego de varias jugadas en que se pudo anotar, hubo algunas discusiones en el vestuario. “¿Es que tenemos miedo? ¿Qué nos pasa?”, gritó alguien.
Yo estaba pensando en el gol sueco… La reacción de algunos jugadores respecto a mí, sin ser expresa, me recordaba que me había quitado de la barrera… En eso entró Bora y dijo: “Nadie me pelea aquí. No me discutan. Tranquilos, están jugando y haciendo las cosas bien”.
Nadie me dijo nada, no era necesario. Regresamos a la cancha, pero antes, Bora nos regañó un poquito, pero calmado. “Si pelean entre ustedes, salimos goleados… Hagan lo mismo, asistan un poco más a Gabelo y estén más atentos en las barreras”, manifestó nuestro técnico.
Vino un tiro libre después de la falta contra Hernán (Medford). Yo veo que Juan (Cayasso) toma la bola para cobrar la infracción. “Juan, tírela al primero (el poste más cercano a la bola)”. “Sí, sí, andá tranquilo”, me dijo, pero yo sentí que lo había dicho en un tono en el que no me estaba poniendo atención. Me le acerqué otra vez y le repetí: “Juan, tírela ahí, como lo hacemos en el Saprissa”… Y ahí la puso y fue el gol.
Yo sentí, cuando anoté, que estaba cancelando la deuda del gol sueco… No sé si fui a cabecear por eso. Hubo algo en mi interior que me decía que fuera allá. Si ustedes ven bien el video, hay un sueco tirado en el suelo. Ese era quien venía a marcarme, pero Jara (Claudio) lo envió al suelo con una zancadilla cuando él quiso llegar donde yo estaba.
Mi mamá y mi suegro me habían dicho, antes de partir, que si yo hacía un gol, bailara el Punto Guanacasteco, porque Careca cuando anota baila lambada y otros brasileños samba, ritmos afines a su país, por lo que no había nada de extraño que yo hiciera lo propio si lograba anotar. Pero fue tal la emoción, que se me olvidó.
Cuando corrí hacia la bandera me pasó toda mi vida futbolística por la mente, en fracciones de segundo, desde que formé parte del Ranger, un equipo de los más humildes de Hatillo, hasta esta misma Selección.
Yo me recuerdo qué decían los que llegaron a celebrar conmigo. Todos cantábamos el gol. Ronald González me agarró a besos. Yo creo que él sintió más alegría por mi gol, que por el que le hizo él a Checoslovaquia. Después de ese partido me decía: “¡Qué golazo!”, y yo le contesté: “A vos te toca el sábado, estate tranquilo”… Por eso más de uno me ha preguntado qué le dije a Ronald cuando anotó…”Viste, te lo dije”, fue lo que le expresé después de su gol.
Posteriormente vino el tanto de Hernán Medford, el 2-1, y la gran alegría de conseguir la segunda victoria en nuestra primera Copa del Mundo.
CUARTO JUEGO: 1-4 CON CHECOSLOVAQUIA
Del saldo del partido contra Checoslovaquia, yo quiero decir que nos faltaron piernas, no por falta de condición física, sino porque veníamos arrastrando todo lo que no pudimos prepararnos como se debía.
El resultado, todos lo conocemos. Antes y después, nosotros hablamos con Hermidio Barrantes y le dijimos, de previo, que reconocíamos sus condiciones, que íbamos a entrar confiados en él, que no se preocupara, que la oportunidad que él esperaba había llegado.
Ahora lo señalan con el dedo y piensan, algunas personas que deben estar locas, que por él no pasamos a cuartos de final. ¡Por Dios!, cuando salimos de Costa Rica no nos daban ninguna opción y ahora se atreven a reclamar una meta mayor…
Lo principal es que Hermidio no le dé importancia a esto. Hizo lo que pudo, casi ni había jugado para el equipo. Le reconozco, como todos sus compañeros, acciones importantísimas durante el partido con paradas espectaculares. Para mí es un excelente portero, como Luis Gabelo Conejo, como Miguel Segura y como otros más con los que cuenta el país.
* Testimonio amplio y sincero de Róger Flores Solano, capitán del Seleccionado Nacional de Fútbol en el Mundial de Italia ’90, publicado hace 30 años en el diario “La Nación” y producido por Ricardo Quirós Sáenz (3 de julio de 1990); y en el libro “Aventura Tricolor: Mundial Italia ’90; Historia de la Selección Nacional de Fútbol de Costa Rica”, de Rodrigo Calvo y Mayela Solano Solano (1993).