La Selección de Uruguay, junto a su cuerpo técnico, que hace 72 años venció 2-1 a Brasil el juego decisivo para alcanzar el título del Mundial de 1950, en el estadio Maracaná, de Río de Janeiro, Brasil. Arriba (de izquierda a derecha): Obdulio Varela, Juan López –entrenador–, Matías González, Schubert Gambetta, Eusebio Tejera, Roque Máspoli y Víctor Rodríguez Andrade. Abajo: Alcides Ghiggia, Julio Pérez, Omar Míguez, Juan Schiaffino y Rubén Morán (foto archivo de Rodrigo Calvo).

Por: Obdulio Jacinto Varela.
Capitán de la Selección de Uruguay en el Mundial de Brasil 1950.

Obdulio Varela, capitán de Uruguay, fue hace 72 años la figura del campeón mundial de 1950 y portada principal del diario deportivo “O’Globo” (archivo de Rodrigo Calvo).

Cuando la Selección de Brasil jugaba los partidos de clasificación en grupos, en el Campeonato Mundial de la FIFA en 1950, yo iba a verlo desde la tribuna del estadio Maracaná, en Río de Janeiro. ¡Qué lindo que era!

Parecían piezas de ajedrez, chiquititos, movidos vaya a saber por quién. Perfectos. No parecían hombres. Salía satisfecho de ver aquello.¡Eso era futbol! ¡Esos eran jugadores!

Para mí, el mejor futbol del mundo era el brasileño, porque era vistoso y ágil. Algunos parecían bailarines.

Me acuerdo de Waldir Pereira, Didí, varios años después. Venía con la pelota y uno no sabía dónde ponerse, le traía con las dos piernas y venía cimbrándose. Bueno, en el Mundial de 1950 habían varios Didí…

La gente cree que en el Maracaná fue todo perfecto, que todos cinchamos para ganar porque después el reparto de las medallas alcanzó para todos. De oro fueron las preseas para los dirigentes, pero de plata para nosotros, los jugadores…

Uno de estos directivos, unos tres días antes del juego decisivo de la ronda final, llamó a Omar Míguez y le dijo: “Lo principal es que esta gente (Brasil) no nos haga seis goles. Con cuatro estamos cumplidos…”.


Sin guante blanco

Los muchachos me contaban todo lo que pasaba y cuando me lo vino a decir Míguez, le pregunté por qué no lo había echado del hotel. Era lo que correspondía. Y en el vestuario, momentos antes del partido, hubo instrucciones parecidas de parte de otros dirigentes.

“Guante blanco –nos dijeron–, ya estamos cumplidos por haber llegado y poder jugar la final”.

Cuando quedamos solos con nuestro director técnico, Juan López, nos pusimos de acuerdo. “Los de afuera son de palo”, fue nuestro lema. “Cumplidos solo si somos campeones…”. Y las cosas se dieron para que eso ocurriera, pero por pura casualidad.

Estaba bravísimo el asunto. Brasil era una máquina. Eso lo tienen que saber todos. Ganamos, porque ganamos, no más.

Nos llenaron a pelotazos, fue un disparate. Jugamos 100 veces ese partido y únicamente lo ganamos en la oportunidad que lo ganamos por 2-1.

Adelante creo que fracasaron todos, menos Alcides Ghiggia y Julio Pérez. Juan Pepe Schiaffino tuvo la suerte de hacer un gol, nada más, y Omar Míguez pagó alto precio ese día. Fue siempre un caprichoso enorme, un jugador lindo para ver, pero ese día no estuvo.

La defensa fue la fuerte. Tuvimos la fortuna de tener a un enorme portero como Roque Gastón Máspoli y a un Matías González atrás. Una barbaridad de jugador defendiendo. Schubert El Mono Gambetta, también. Ellos sintieron el rigor del partido y lo aguantaron como hombres, hasta cambiaron de color…

La verdad, lo que pasó en aquel partido fue que los brasileños se pusieron nerviosos y que la suerte estuvo de nuestro lado.

Brasil era una máquina… ¡Qué lindo que era verlos jugar! La casualidad nos dio el triunfo… Y además nuestra fe y nuestro lema: “Cumplidos, solo si somos campeones”. Y lo fuimos.

Obdulio Varela fue el célebre capitán de Uruguay que, hace 72 años, logró el famoso ‘Maracanazo’, tras doblegar 2-1 a Brasil en el último partido del Mundial de 1950. A su lado, vestido de civil, aparece su compañero Schubert Gambetta (foto archivo de Rodrigo Calvo).

El partido del recuerdo

Brasil 1
Uruguay 2

Fecha: Domingo 16 de julio de 1950.
Motivo: Juego decisivo de la ronda final del Mundial 1950 en Brasil.
Estadio: Municipal Maracaná, de Río de Janeiro (Brasil).
Árbitros: George Reader (Inglaterra), asistido por Arthur Edward Ellis (Inglaterra) y George M. Mitchell (Escocia).
Goles: Albino Cardoso Friaça, a los 47’ (Brasil). Juan Alberto Pepe Schiaffino, a los 66’; y Alcides Ghiggia, a los 79’ (Uruguay).
Asistencia: 173.850 espectadores.
Alineaciones:
Selección de Brasil:
Moacir Barbosa; Augusto Da Costa (capitán) y Amanso Juvenal; José Carlos Bauer, Danilo Alvim y Joao Ferreira Bigode; Albino Cardoso Friaça, Tomas Soares Da Silva Zizinho, Ademir Marques de Menezes, Jair Rosa Pinto y Francisco Aramburu Chico. Director técnico: Flavio Costa (brasileño).
Selección de Uruguay: Roque Gastón Máspoli; Matías González y Eusebio Tejera; Schubert El Mono Gambetta, Obdulio Jacinto Varela (capitán) y Víctor Rodríguez Andrade; Alcides Edgardo Ñato Ghiggia, Julio Pérez, Omar Óscar Cotorra Míguez, Juan Alberto Pepe Schiaffino y Rubén Morán. Director técnico: Juan López (uruguayo).
Detalle: No hubo una final. El campeón fue definido en una ronda decisiva, con los cuatro ganadores de los grupos de la primera fase. El último duelo tuvo, a pesar de todo, el carácter de una final.
Campeón mundial: Uruguay.

Galería de fotos: La tragedia brasileña de 1950…

Uruguay protagonizó hace 70 años el Maracanazo con una victoria legendaria: 2-1

Juan Schiaffino: Un artista charrúa del balón

Juan Alberto Schiaffino fue un elegante y efectivo atacante de Uruguay, en el Mundial de 1950 (archivo de Rodrigo Calvo).

El Campeonato Mundial de Brasil en 1950 descubrió a un futbolista excepcional en la figura del uruguayo Juan Alberto Pepe Schiaffino Villano, un hombre que a lo largo de la década de los años 50 aportó calidad artística al futbol suramericano primero y al europeo después.

Delgado, espigado, cerebral y jugador de raza que siempre conservaba la cabellera en perfecto estado, era el paradigma de la elegancia. Nació el 28 de julio de 1925 en Montevideo, Uruguay.

Se desplazaba como suspendido en el aire, casi sin tocar el césped, y sus largas piernas le permitían alcanzar balones que parecían casi imposibles y lanzaba efectivos pases a larga distancia. Dictó cátedra por su forma de entender el futbol ofensivo desde atrás.

Jugador cerebral y calculador, su frialdad muchas veces exasperaba a la hinchada. Pero Pepe Schiaffino tenía el don de saber regular bien el esfuerzo y evitar el desgaste físico inútil.

Pese a que no era un goleador nato, el interior izquierdo siempre fue un realizador. En el Mundial de 1950, sus cinco goles (cuatro a Bolivia y uno a Brasil), fueron la mejor marca charrúa, que en forma inesperada se clasificó campeón del mundo.

El ídolo del Peñarol de Montevideo, de un físico estilizado y algo desgarbado pero resistente, fue aplaudido en Europa cuando, tras el Mundial de Suiza 1954, jugó en Italia con el Milán y la Roma.

Como seleccionado disputó 30 partidos con Uruguay y después de naturalizarse italiano, actuó en cuatro ocasiones con la Squadra Azzurra. Del futbol, en el que siempre se le consideró un adelantado a su tiempo, se retiró oficialmente en 1962.

Juan Alberto Pepe Schiaffino falleció a los 77 años de edad, el 13 de noviembre del 2002 en Montevideo, Uruguay.

Uruguay empata a un gol en el duelo decisivo contra Brasil, en el Mundial de 1950, con este derechazo de Juan Alberto Schiaffino (centro), que derrota al portero local Moacir Barbosa y enmudeció a los asistentes en el estadio Maracaná (foto archivo de Rodrigo Calvo).

Juan López: El estratega del Maracanazo

Juan López, el entrenador de Uruguay que fue campeón en forma sorpresiva durante el Mundial de Brasil 1950, era originario de Montevideo, donde nació el 15 de marzo de 1908. Arrancó su carrera en el banquillo en 1934 al dirigir un club de barrio llamado La Comparsita.

Graduado en la rama de la educación física, su modelo de equipo era, entonces, el mismo que le sirvió a su predecesor, el estratega Alberto Suppici, y que lo había llevado a la victoria charrúa como local en el primer Campeonato Mundial de 1930, en Montevideo, Uruguay.

En 1944 tomó la conducción de Central y en 1948 pasó al Rácing de Montevideo. En forma paralela, en 1947, había debutado al frente de la Celeste en el Suramericano de Guayaquil. Luego ganó a Brasil la Copa Río Branco y a Argentina el trofeo General Perón.

Después del éxito mundialista a la edad de 41 años en 1950, en el famoso Maracanazo, condujo a Peñarol, de Montevideo. En 1953 alcanzó el mayor suceso de su carrera, según él mismo lo admitió: La Celeste venció por 2-1 a Inglaterra, los maestros del fútbol moderno, con un planteo táctico impecable.

López también dirigió a Uruguay en el Mundial de 1954 en Suiza y fracasó durante la eliminatoria sudamericana para la cita universal de Suecia 1958. Renunció al cargo de seleccionador de su país, pero lo llamaron nuevamente para la Copa Mundial de Chile 1962. En los dos Mundiales siguientes fue asesor técnico del seleccionado charrúa hasta 1970.

Su otra pasión fue el remo pues con el Club Nacional de Regatas fue campeón de las categorías cuatro y ocho sin timonel. Juan López falleció a la edad de 75 años el 4 de octubre de 1983, luego de haber sido el delegado que representaba a Uruguay en el seno de la FIFA.

El técnico de Uruguay, Juan López (izquierda), fue un consejero persuasivo, casi a un sicólogo, para un equipo charrúa de carácter fuerte que ganó contra todos los pronóstico el Mundial de Brasil 1950. Aquí recibe el abrazo de felicitación de su portero, Roque Gastón Máspoli (foto archivo de Rodrigo Calvo).

Los hombres del Maracanazo

Hace 72 años, el 16 de julio de 1950, se produjo la proeza más grande de la historia de los Mundiales de Fútbol, conocida como el Maracanazo: Uruguay vencía 2-1 a Brasil en el partido definitorio de la ronda final y se convertía en campeón del mundo ante todo pronóstico, frente al local y ante la imponente cifra de 200.000 personas, en el que era el estadio más grande del mundo. Aquel encuentro, además de una profunda depresión en tierras cariocas, marcó el inicio de la mística “garra charrúa”. En el que sería, el último título mundial de los uruguayos hasta el momento. Aquí recordamos a grandes protagonistas de aquel histórico encuentro.

Obdulio Jacinto Varela (Uruguay): El eterno capitán uruguayo. Su liderazgo y carisma fueron claves para conseguir el triunfo ante Brasil. Dejó una frase que pasará a la historia de los mundiales: “Los de afuera son de palo” (refiriéndose a los 200.000 hinchas que abarrotaban Maracaná).

Moacir Barbosa (Brasil): El guardameta había tenido un torneo ciertamente tranquilo. Era un gran portero, pero el potencial ofensivo de Brasil lo eximía de responsabilidades. Sin embargo, su error en el último gol de Uruguay lo colocó en la diana de las críticas. Un fallo que le persiguió toda la vida.

Alcides Edgardo Ghiggia (Uruguay): El jugador más importante de la final con un gol (el decisivo) y una asistencia. Se mostró imparable durante todo el partido. Siempre pasaba algo cuando recibía la pelota. Años después jugó para la selección italiana.

Jair Rosa Pinto (Brasil): Considerado el primer gran número 10 de la historia en Brasil. Un futbolista superlativo, que lideró a su selección durante todo el torneo. Sin embargo, no fue su final. Chocó una y otra vez contra el muro uruguayo y acabó desesperado. Respecto a la derrota, dijo: “Eso me lo voy a llevar a la tumba, pero, allá arriba, le preguntaré a Dios por qué perdimos el título más ganable de todas las copas, desde 1930”.

Roque Gastón Máspoli (Uruguay): la figura más destacada de la final junto a Ghiggia. Hizo todo tipo de paradas, desquiciando a Brasil. La prensa tanto nacional como internacional ensalzó su figura tras el partido, importantísima especialmente en la primera mitad. Otra leyenda del fútbol uruguayo.

Matías González (Uruguay): su rendimiento defensivo fue impresionante. Además de despejar los continuos centros del ataque brasileño, salvó a su equipo del gol rival bloqueando un disparo con la cabeza. Gracias a su gran partido se ganó el apodo de “El León de Maracaná”.

Juan Alberto Schiaffino (Uruguay): el mejor jugador uruguayo de la historia. Su partido fue excelso, trabajando en defensa para ayudar a su equipo pero aportando su talento para darle aire a sus compañeros. Permitió soñar a su pueblo marcando el primer tanto del partido.

Flavio Costa (Brasil): El entrenador de aquella selección enorme brasileña no fue capaz de conseguir lo que todo el mundo esperaba. Su equipo no jugó mal, pero no encontró soluciones para romper la defensa rival. La derrota le condenó para el resto de su carrera.

La histórica Selección de Uruguay, famosa por propinarle a la de Brasil el “Maracanazo” de 1950. Aquí aparecen los jugadores a la par del cuerpo técnico, en el juego decisivo del Mundial de Fútbol, hace 72 años, disputado en el estadio Maracaná, de Río de Janeiro, Brasil. Arriba (de izquierda a derecha): Obdulio Varela, Juan López –entrenador–, Matías González, Schubert Gambetta, Eusebio Tejera, Roque Máspoli y Víctor Rodríguez Andrade. Abajo: Alcides Ghiggia, Julio Pérez, Omar Míguez, Juan Schiaffino y Rubén Morán (foto archivo de Rodrigo Calvo).

Grandes figuras del Mundial de 1950

El afiche del Mundial de Brasil 1950 (archivo de Rodrigo Calvo).

Equipo ideal del Mundial de 1950 (formación 1-3-2-5): Antonio Ramallets (España), portero; Matías González (Uruguay), Eusebio Tejera (Uruguay) y José Carlos Bauer (Brasil), defensas; Obdulio Jacinto Varela (Uruguay) y Antonio Puchades (España), mediocampistas; Alcides Edgardo Ñato Ghiggia (Uruguay), Tomas Soares da Silva Zizinho (Brasil), Ademir Marques de Menezes (Brasil), Juan Alberto Pepe Schiaffino (Uruguay) y Lennart Skoglund (Suecia), delanteros.

Ademir Marques de Menezes (Brasil).
El máximo goleador del Mundial de 1950, con nueve anotaciones en seis partidos. De gran fuerza, potente disparo y habilidad, aunque sin gran talla física, es considerado uno de los mejores atacantes del fútbol brasileño, durante las décadas de los años 40 y 50 del siglo pasado. Como interior derecho o izquierdo del Vasco da Gama y luego de Fluminense convirtió 396 anotaciones en toda su carrera deportiva, que comprendió 497 juegos oficiales. Con la Selección de su país logró 32 dianas en 39 partidos.

Antonio Ramallets (España).
El arquero del FC Barcelona, de España, tuvo la mejor tarde de su carrera en Río de Janeiro, cuando se convirtió en una pesadilla para los delanteros de Inglaterra. Con su juego tradicional, los británicos le atacaron por arriba y él bajó todo. Así se ganó el apodo del “Gato del Maracaná”.

Lennart Skoglund (Suecia).
Lennart Nacka Skoglund era un extremo izquierdo del AIK de Estocolmo, Suecia, y se destacó en el Mundial de 1950, junto a Karl Erik Palmer. Asistió al Mundial de 1958. En Italia jugó para Milán, Sampdoria, Palermo y el Inter de Milán, con el que ganó dos scudettos. Murió a los 45 años en 1975.

Tomas Soares da Silva Zizinho (Brasil).
Uno de los más habilidosos atacantes de su país. Tenía un juego mágico para eludir rivales. A la par de Jair y Ademir creó la famosa jugada de la “diagonal”, la innovación táctica de la Selección de Brasil en 1950. Jugó 53 veces y marcó 30 goles en el equipo auriverde, de 1942 a 1957.

Ademir Marques de Meneses, delantero de Brasil, fue el goleador del Mundial de 1950 con nueve tantos (foto archivo de Rodrigo Calvo).

FUENTES CONSULTADAS: Libro “Hazaña”, tomo 2 de la serie coleccionable “Los Mundiales de Fútbol” (2010), del diario “La Nación” Costa Rica y “El Universal” (México); y archivo de “Buzón de Rodrigo. YouTube: Cadena TNU de Uruguay y Deportv. Fotografías: Archivo de Rodrigo Calvo.

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Tiene 43 años de ejercer el periodismo deportivo. Estudió en la Universidad de Costa Rica, graduado en 1989. Laboró en Radio Monumental, Deportes Repretel y la oficina de prensa del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura, IICA. Estuvo ligado por tres décadas al Grupo Nación, en la revista deportiva “Triunfo” y los periódicos “Al Día” y “La Nación”. Ha colaborado para medios especializados de la FIFA y en Centroamérica, Caribe, México, Estados Unidos, Canadá, Colombia, Argentina, Brasil, España e Italia. Obtuvo el Premio Nacional “Pío Víquez” de Periodismo en el 2007 y dos veces el Premio “Jorge Vargas Gené-Óscar Cordero Rojas". Su especialidad son temas de historia y estadística del deporte nacional e internacional. Desde 1995 escribe la columna “Buzón de Rodrigo” y desde 1989 es corresponsal del semanario deportivo “France Football” de Francia. Integra la Federación Internacional de Historia y Estadísticas de Futbol en Alemania y a partir del 2007 es miembro del jurado mundial del “Balón de Oro”, de la revista “France Football". Escritor de múltiples obras deportivas, como la colección "Aventura Tricolor: Mundial de Italia 1990, "Tiempos de Selección" (1997), "La Copa Mundial de Fútbol (1998), "100 años de Deportes" (1999), "Huellas del Fútbol Tico" (2009), "Legionarios" (2012), "CSH-100: ¡El equipo que nació Grande! 1921-2021" (2021) y "Crónica del Centenario 1921-2021" (2021).