Cada vez que comienza un nuevo proceso de Selección Nacional de Costa Rica, escucho lo mismo con un tono fanático que enferma.
“¡Que esa lista es una Sapri-Sele!”, en los tiempos de cuando estuvo Hernán Medford al mando de la Tricolor y Óscar Ramírez fue su auxiliar técnico, al adjudicarse la Copa Uncaf del 2007.
O, más recientemente, en los últimos días, “esa alineación es una argolla. Una auténtica Liga-Sele!”, luego de que el nuevo seleccionador de la Mayor, Óscar Ramírez, dio a conocer las formaciones para los amistosos contra Brasil y Uruguay.
Sin irnos más atrás en el recorrido internacional de la Sele, el colombiano Jorge Luis Pinto y su sucesor, el costarricense Paulo César Wanchope, también pasaron por lo mismo. El primero lo tildaron de “liguista” al frente del equipo nacional, por su pasado erizo a principios de la década pasada, cuando llevó a Alajuelense a ganar dos títulos nacionales. Y, vean, terminó siendo venerado por la histórica participación tica en el último Mundial de Brasil 2014.
Y con Chope ocurrió algo similar, cuando un sector de los aficionados le cobraron en las redes sociales las acusaciones infundadas por Pinto de que fue “desleal” como asistente y llegaron a decir que sus combinados eran “un club de amigos”.
Nada más alejado de la realidad. La Selección Nacional de Costa Rica hay que verla con otros ojos, dejar a un lado los colores y los intereses de sus equipos, y ver a los futbolistas convocados como miembros del “equipo de todos” que, como sucedió en Brasil 2014, van hacia un mismo objetivo y el apoyo debe ser incondicional e irrestricto, en el caso de los aficionados; y nosotros, los de la prensa, ser críticos y vigilantes del proceso.
Que si un día alinean a Keylor Navas o a Esteban Alvarado, no recordar su pasado saprissista. Y si lo hace Patrick Pemberton, no empecinarse en decir que “es manudo”, por su presente en ese club, sino ponderar que los tres son embajadores de nuestro fútbol, con la camiseta tricolor bien puesta en sus corazones.
Y los que dicen que el Machillo Ramírez es manudo por los cuatro costados y eso se refleja en sus decisiones, quiero decirles que están equivocados y demuestran que son de escasa memoria.
Óscar Ramírez se caracterizó en su época de futbolista por ser un auténtico ganador, que sumó cuatro títulos nacionales y uno de la Concacaf con la Liga; y con el Saprissa también lo fue, con otros cuatro cetros de campeonato y dos de la Concacaf.
Y con la Sele, el mundialista de Italia 1990 fue un incansable jugador de toda la cancha, creativo y luchador con el balón, al disputar 75 partidos internacionales de clase A; siendo el mejor de su generación en la Selección Juvenil, que se formó entre 1981 y 1983.
Y cuando pasó al banquillo, el Machillo fue exitoso tanto con el Saprissa como con la Liga. Y en la institución morada, como asistente de Medford, ganó dos títulos nacionales, uno de la Concacaf y estuvo en el podio de un Mundial de Clubes, el tercer lugar en Japón 2005, el mayor logro a nivel de equipos en el país.
Lo que sucede es que el aficionado acostumbrado a criticar por criticar sólo rememora la actualidad más reciente de que, con Alajuelense, ha sido el entrenador más exitoso de su historia, con cinco campeonatos y dos semifinales de la Concacaf, en los últimos años.
En conclusión, dirigido a sus detractores, debe haber mayor tolerancia, inteligencia y madurez en este tema. La formación de un equipo patrio nunca dejará satisfecho a todos. Habrá siempre los que le buscan “un pelo en la sopa”
La Selección costarricense de antaño, la actual y la del futuro debe verse que no es una Sapri-Sele, ni una Liga-Sele, sino que es, simplemente, “el equipo de todos”.
ÓSCAR AL MANDO DE LA TRICOLOR