Rónald González (izquierda) y Hernán Medford
Rónald González (izquierda) y Hernán Medford venían de jugar el Mundial de Italia 1990, cuando se convirtieron en pioneros como los primeros futbolistas costarricenses en jugar copas europeas. Ambos actuaron en la primera ronda de la Copa de la UEFA con el Dinamo Zagreb, de la antigua Yugoslavia, ante el Atalanta de Bérgamo, Italia (foto AFP/archivo de Rodrigo Calvo).

Costa Rica sedujo a Europa durante el desarrollo del Campeonato Mundial en Italia 1990 y las puertas del Viejo Continente se abrieron de par en par ese año, para darle oportunidad en primer término a cinco jugadores nacionales de desparramar su picardía y habilidad en ese fútbol tan difícil. La ocasión también se le presentó a otros valores del país en otras regiones competitivas del mundo del balón…

Juan Arnoldo Cayasso se enroló en las filas del SV Stuttgarter Kickers, de la segunda división alemana; Luis Gabelo Conejo en el Albacete Balompié, recién ascendido a la segunda española; Ronald González y Hernán Medford, en el Dínamo Zagreb, de la máxima categoría de Yugoslavia –y más tarde en clubes de Austria, España e Italia–; José Carlos Chávez, en el Inter de Bratislava, éste último mediante un intercambio deportivo que efectuó la Liga Deportiva Alajuelense con ese cuadro de Checoslovaquia; y Roy Anthony Myers, en el Peñarol de Montevideo, Uruguay, luego de militar en la Asociación Deportiva Limonense.

Hubo que esperar casi dos décadas para que un costarricense pudiera traspasar las fronteras futbolísticas de Europa. En ese lapso y un poco después probaron suerte –sin éxito– Oscar Ramírez, en el Logroñés; Gerardo Cholo Villalobos, en el Levante y Gijón; Josef Ramírez, en el Cádiz; Ronald González, en el Real Madrid Deportivo (antiguo Castilla), todos de España; el entonces juvenil Rolando Fonseca, en el Fortuna Duesseldorf; Austin Berry, en el mismo Fortuna y en el Bayer Uerdingen, éstos últimos de Alemania.

El último tico contratado en territorio europeo había sido el brumoso Humberto Chicle Cerdas, quien jugó entre 1976 y 1989 con el Jerez, Levante, Conquense, Getafe, Las Rosas y Valdepeñas, equipos de segunda A y B, tercera división, así como de la categoría regional.

Antes estuvieron Carlos Soley Güell –el primer futbolista legionario costarricense, que militó en el siglo antepasado con el Catalá FC, el FC Barcelona y el Hispania Athletic Club, entre 1899 y 1903–, Pedro Quirce, Angelín Bernini, Alejandro Morera, Jorge Quesada, Jesús Chiseta Rojas, Jorge Dávila, Anco Marcio Vargas, Rafael Ángel Felo García, Danilo Montero, Juan Ulloa, Harry Bonilla, Juan Garita, Carlos Cayaca Marín, William Quirós y Edgar Marín.

Los seis mundialistas de Italia 1990, en su primera temporada, llenaron las expectativas de sus contratistas y recibieron constantes elogios de la prensa especializada del Viejo Continente y Sudamérica. Luego, en su segundo año, hubo de todo: alegrías y frustraciones de distinta índole, aunque la experiencia adquirida fue valorada de enormes beneficios para el porvenir del balompié costarricense…

Juan Arnoldo Cayasso vistiendo la camiseta del SV Stuttgarter Kickers de Alemania (foto archivo de Rodrigo Calvo).

Juan Cayasso en Alemania

Juan Arnoldo Cayasso impresionó desde el principio con su fútbol lleno de dinámica y talento y una productividad buena de goles (nueve) a los seguidores del SV Stuttgarter Kickers, equipo que inició su trayectoria germana en la temporada 1945-1946 y ascendió a la Bundesliga en la campaña 1987-1988. En otros términos, se transformó en la “vedette” del equipo y “el jugador más exótico que ha llegado al fútbol alemán” en 1990, gracias a un desempeño ejemplar que lo convirtió en ídolo.

La “Perla Negra del fútbol centroamericano”, como le llamaron al principio los diarios de la industrial ciudad de Stuttgart, sostuvo que uno de los aspectos principales para triunfar en Alemania es tener seguridad en sí mismo. “Tener confianza en uno mismo es vital para jugar en el fútbol europeo. La diferencia entre el trabajo que se realiza allá y el que se hace aquí estriba, sobre todo, en la mentalidad, pero no en la calidad. El futbolista costarricense está capacitado para competir en el más alto nivel”.

Juan fue reconocido y respetado en el campeonato de segunda división alemana, pues cautivó con su juego al público, apareció con varias nominaciones en el equipo ideal de la fecha -según la revista Kicker, de Nuremberg- y a finales del ’90 fue escogido el tercer deportista más popular de Stuttgart, detrás del futbolista Guido Buchwald y el ciclista Karl Uwe Steeb. Posteriormente, por razónes tácticas, fue marginado por el técnico Rainer Zobel de la alineación titular en juegos de visitante y sólo apareció en los partidos de local.

Sin embargo, Cayasso tuvo una destacadísima actuación en los tres encuentros de promoción ante el FC Sankt Pauli de Hamburgo, que le permitieron al SV Stuttgarter Kickers ascender a la división de honor. Los dos primeros choques terminaron con empates a un gol y fue necesario un tercer compromiso, el 29 de junio de 1991, en el campo neutral de Gelsenkirchen. La labor de Juan fue decisiva para el triunfo por 3-1, además de que anotó el segundo gol con un precioso remate de cabeza, al imponerse con un enorme salto sobre el portero Volker Ippig y un defensa rival.

Una de las postales de Juan Cayasso cuando militaba en el Stuttgarter Kickers de Alemania. (Archivo Rodrigo Calvo)

Esta hazaña sin precedentes en el país, lo convirtió en el primer centroamericano en actuar en la competitiva Bundesliga -una de las más fuertes del mundo-, tras superar lo realizado por el salvadoreño Jaime Chelona Rodríguez, quien había actuado en la segunda del Bayer Uerdingen, a principios de los años ’80. Su presencia en el principal certamen futbolístico germano lo hizo en una temporada que reunió a seis iberoamericanos más, los brasileños Mazinho, Bernardo, Jorginho y Nando y los argentinos Sergio Zárate y Marcello Carracedo.

Pero, finalmente, tuvo los mismos problemas típicos de adaptación que todo el mundo tiene al venir de otro país: no pudo aclimatarse al modo de vida de los teutones, ni a las exigencias de su primera división, aparte de que sufrió los severos problemas raciales que afectan hoy a Alemania.  También tuvo falta de regularidad en la alineación estelar en juegos claves, debido a que nuevamente el técnico Zobel lo sacrificó, pues su sistema fue más defensivo de la cuenta.

Juan dejó entrever esta difícil situación en setiembre de 1991: “No me siento conforme del todo (por estar marginado de la titularidad), porque creo tener capacidad para rendir y salir adelante en Alemania. Pero también necesito un poco de esa confianza. Tengo fe de que todo cambiará… La actitud de la afición cuando me apoya y corea mi nombre para que el entrenador me incluya de cambio, me hace sentirme contento, porque siento que ellos están satisfechos por lo que he aportado a la institución”.

Algo para la historia: Cayasso registró su nombre en los libros estadísticos del fútbol alemán, temporada 1991-1992, al conquistar dos goles en la dificilísima Bundesliga, uno ante el Eintracht de Francfort (1-6) y otro con el VFL Bochum (2-0), en una campaña en el que su equipo no pudo evitar el descenso tras faltarle al final un solo punto. Por tanto, al terminar su contrato bianual, Juan decidió regresar a Costa Rica a mediados de 1992 y se enroló en las filas del Carmelita.

En su retorno, Cayasso resumió a la prensa nacional sus dos difíciles temporadas en Alemania, donde vivió momento de alegría y frustración. “Llegué a Alemania positivo, lleno de ilusiones y con el deseo de darme a conocer. Al principio las cosas marcharon; arrancamos bien, pero luego empezó lo que a la postre derrumbaría todos mis planes: una actitud totalmente adversa hacia mi persona del entrenador Rainer Zobel y su método: las excusas, una sobre otra, ya que no sólo necesitaba jugar defensivo para ganar puntos, sino que el duro invierno hacía las canchas pesadas para mí -como si uno no estuviera acostumbrado a esas cosas- y las bromas racistas…”.

“Nuestro goleador -agregó- hizo 21 goles, de los cuales yo le asistí diez. El que le siguió hizo  11 y yo le asistí cuatro, también hice mis goles y el que más me gustó fue el del último partido, casi un desahogo, que celebraron mucho mis amigos, pues conocían de mi situación en el equipo…No me considero un jugador acabado, ya que casi cumplo los 31 años y pienso que uno siente cuando se está acabando y, en mi caso, aún no llega ese momento…”.

En el “Queso Mecánico”

 Por su parte, Luis Gabelo Conejo, el tico de mayor relieve en Italia ’90, tuvo un rendimiento espectacular durante los dos años en que militó en el Albacete español. “Se vive en constante riesgo y se sufre un poco más de los normal”, declaró el espigado guardameta pocas semanas después de llegar a la ciudad de Albacete el 2 de agosto de 1990, en compañía de su esposa Rocío Lobo.

Gracias en gran parte a su excelente labor, el modesto equipo de La Mancha fue el gran protagonista de la Liga 90-91 en segunda división al conquistar sorpresivamente el título para subir a la primera liga de España. Gabelo, entonces, se ganó el reconocimiento de la crítica local, obtuvo el ascenso el 9 de junio de 1991 frente al Salamanca (2-0) y dejó en el camino al favorito Murcia, que estuvo en el primer puesto durante todo el torneo y perdió esa condición en la emocionante fecha de cierre. Este fue el primero y el último cetro de su carrera deportiva.

Gabelo llevó la bandera del país por los santuarios sagrados del balompié hispano en la campaña 1991-1992 de la primera categoría y luchó junto con sus compañeros por la posibilidad de clasificar a la Copa UEFA. Al final, el Albacete, en su primera experiencia de este tipo en la historia, fue considerado “el equipo revelación” del certamen bajo las órdenes del joven técnico Benito Floro, al realizar una formidable actuación que lo ubicó en el puesto sétimo entre 20 clubes.

En ese lapso, vivió interesantes momentos en la liga española. Como cuando el Albacete se mantuvo 15 jornadas invicto entre el 10 de noviembre del 91 y el 8 de marzo del 92. O cuando, en una gran actuación, le detuvo un tiro de penal al atacante Setien del Logroñés y salvó un valiosísimo punto como visitante; el juego concluyó 1-1.  Cada participación suya fue acogida con beneplácito por sus seguidores.

Para los albaceteños, lo de la UEFA no se dio, pues el equipo decayó en las últimas fechas. Pero el tico mantuvo alto el estandarte de Costa Rica en la liga española, una de las mejores del mundo: se ganó el cariño y la admiración del público manchego (“no pasa nada…tenemos a Conejo”, decían a grito en su himno triunfal) que lo aclamó y lo admiró desde su llegada. En una fiesta inolvidable en su despedida del fútbol español, el 31 de mayo de 1992, al término del triunfo de    2-0 sobre el Oviedo, en el estadio Carlos Belmonte, los aficionados invadieron el terreno para levantar en hombros a Conejo, mientras que desde las gradas se le tributaba con una gran ovación: “¡Gabelo, Gabelo, Gabelo…!”.

Este fue el epílogo de un día importante para el fútbol ibérico y para Gabelo, que en 1990 llegó a España lleno de incertidumbre y deseos y regresó al país envuelto en la gloria que da el esfuerzo, la dedicación y la calidad humana. Los diarios de Albacete como La Verdad, lo destacaron así en su primera plana: “Despedida del mundialista Conejo, jugador emblemático de la etapa dorada albaceteña”.

En España, Gabelo no pasó desapercibido para nadie. José Angel Iríbar, uno de los mejores guardametas que ha dado el fútbol español en todos los tiempos, dijo en una entrevista que Conejo era un ejemplo positivo entre los porteros extranjeros que habían recalado en España. “Llegó al Albacete en plan mucho más humilde que otros y dio un magnífico rendimiento”.

Tras dos agotadoras temporadas en esa nación, donde fue todo un ídolo, encontró el nivel que esperaba y se ubicó en el puesto sétimo entre los 31 iberoamericanos que actuaron en la liga de primera en la encuesta de la Agencia EFE. Conejo retornó a Costa Rica el 8 de junio, porque para él la ilusión por el fútbol había terminado; decidió entonces retirarse oficialmente del profesionalismo en plenitud de condiciones físicas, ya que se declaró apto para jugar diez años más.

Luis Gabelo Conejo posa ante la prensa en un partido con el Albace Balompié. (Archivo Rodrigo Calvo)

Antes de su despedida con la divisa albaceteña, afirmó que “ni el dinero ni la vanidad me harán regresar”, explicando que su determinación de retirarse fue producto de una decisión familiar “tomada con mucha anticipación, hace tres años”. Gabelo también admitió que “nunca fui un enamorado del fútbol”, lo sentía como un sacrificio, aunque “siempre le di la importancia necesaria, en el momento oportuno”.

Conejo aseguró que no piensa ser entrenador por la rigidez que impondría a los jugadores. “Estoy contento de mi trajinar por el fútbol costarricense y español. Les aseguro que no me arrepiento de nada. Hice hasta lo imposible para actuar con honestidad y profesionalismo, siempre en un marco de humildad y amistad. Nunca fumé y tampoco tomé licor. Siempre intenté cuidar mi imagen…”.

“Quiero confesarles que me siento cansado. Es una fatiga mental, porque en lo físico tengo facultades para haberme mantenido por lo menos diez años más, dado que (…) me cuidé en lo personal y sobre todo por la carga de trabajo cumplido…Hoy quiero hacer algo distinto. A partir de ahora, quiero disfrutar de una vida diferente…incluso, se los confieso, poder hablar de otros temas. Quiero empezar a vivir y disfrutar como un hombre común”, explicó al justificar su tempranero retiro del fútbol.

Convertido en toda una celebridad deportiva en el país, Conejo se alejó el 11 de junio de la actividad en un amistoso en el Estadio Nacional entre la Selección y el Albacete, cuyos compañeros vinieron hasta San José para despedirlo. En el partido, que concluyó 3-3, jugó durante 54 minutos defendiendo los colores albaceteños y a su salida fue aclamado por los aficionados; luego del encuentro, se celebró una colorida ceremonia en medio de trofeos, mariachis, luces y el fervor del público…

Posterior a este partido, actuó en uno más en Guatemala el 14 de junio, cuando el Albacete se enfrentó a la selección de ese país, con la que perdió 0-1. Un tempranero adiós a los 32 años, después de cumplir 15 campañas en el fútbol profesional, para dedicarse más a su familia. También al principio se dedicó a administrar una tienda deportiva en San Ramón y a representar en el Istmo a firmas europeas de guantes de portero y de lapiceros y plumafuentes. A partir del 2001 empezó su larga relación con la Federación Costarricense de Fútbol (Fedefútbol), que se mantiene en la actualidad, como preparador de porteros de las Selecciones Nacionales de Costa Rica.

En tierra de nuestros verdugos

José Carlos Chávez, entretanto, se integró al Inter de Bratislava, campeón checoslovaco de la Copa 1990 y tercero la temporada 89-90 de Liga, en enero de 1991, a través de un intercambio deportivo en el cual incluyó el pase del lateral y volante izquierdo a Europa y la llegada al Alajuelense del checo Ladislav Jakubec, quien no tuvo suerte y retornó a su país en los últimos meses de 1991.

En sus primeras manifestaciones desde Checoslovaquia, José Carlos elogió los sistemas de entrenamiento: “Son similares a los que cumplía en Alajuela, pero con una gran diferencia, que radica en el tipo de actitud que asume el jugador a la hora de entrenar. Lo hace con disciplina y convicción. Es un verdadero ejemplo de lo que debe ser un entrenamiento, para sacarle el máximo provecho al tiempo”.

José Carlos Chávez (derecha) se integró al Inter de Bratislava, campeón checoslovaco de la Copa 1990. (Archivo Rodrigo Calvo)

Chávez afrontó al principio problemas por el clima (un severo invierno por la nieve), aunque no tuvo inconvenientes por la comida, el tipo de vida y el idioma checo, que lo aprendió rápidamente. Poco a poco, además, se adaptó a las exigencias de la liga europea y se ganó un puesto de titular en la banda izquierda del Inter cuando su rendimiento mejoró y esto se reflejó claramente en las críticas periodísticas especializadas.

Cuando tenía tres meses de estancia en Bratislava, estableció algunas diferencias entre el balompié costarricense y el checoslovaco. “Pienso que radican básicamente  en la organización. Nosotros tenemos todos los elementos para igualar a ellos e incluso superarlos, pero creo que el fútbol costarricense en general falla en materia organizativa y mientras no se cambie eso, seguiremos dando tumbos”.

Tras un año de permanencia en Checoslovaquia, José Carlos Chávez cotizó su fútbol y recibió interesantes ofertas de Bélgica, Suiza y Austria. Sin embargo, su decisión fue no renovar su compromiso con el Inter y, más bien, retornó al país el 28 de enero de 1992 para jugar con el Herediano. Para él, su pasaje europeo resultó invaluable…

“Nunca fue mi objetivo el trasladarme a Europa para convertirme en millonario”, comentó Chávez. “Aunque debo admitir que regreso con unos cuantos dólares, la fortuna  adquirida hay que establecerla en términos de valiosas experiencias vividas…Todo siempre fue positivo. Si tuviera que volver a hacerlo, sin duda que lo haría”.

Dos ticos en Zagreb

Otros dos legionarios ticos, Ronald González y Hernán Medford, después de superar algunos problemas en el Dinamo Zagreb, agravados por la eliminación en la Copa UEFA ante el Atalanta de Bérgamo, Italia (0-0 y 1-1) y el cambio constante de entrenadores (hubo tres, en tres meses: Kuze, Kobescak y Markovich) poco a poco se adaptaron al difícil fútbol yugoslavo y su desempeño fue el pleno ascenso al finalizar la primera parte del campeonato.

El Dinamo tuvo un repunte extraordinario en la Liga: pasó del puesto doce al quinto, entre 20 equipos. Medford tuvo más suceso que Ronald, anotó cuatro goles y lució mayor proyección y regularidad en las formaciones. Pero, tras seis meses en Zagreb, la estancia se tornó incierta para ambos, ya que confrontaron todo tipo de problemas: un difícil idioma, el rudo clima invernal y la grave crisis política y étnica que sacude a la Federación yugoslava y que se traduce en una fuerte tensión en los campos de juego. En síntesis, la experiencia en ese país no pudo terminar muy bien.

“En Yugoslavia no están acostumbrados a recibir a jugadores extranjeros. Las mentalidades son muy cerradas. El fútbol yugoslavo posee jugadores de un nivel técnico increíble, pero les falta espíritu de sacrificio. Realmente, es muy difícil integrarse en esas condiciones. Yo puedo dar mucho más de lo que mostré en este período. Además, no se sabe en qué momento se puede desatar una guerra en este país; por eso, sería mejor salir de aquí…”, comentó Hernán Medford en su momento.

A principios de 1991, por lo tanto, González y Medford cambiaron de equipo. Al retornar Ronald a Yugoslavia con su esposa Yuliana Gaitán, un representante de la sociedad TOMAREX, dueño de su pase y con sede en Luxemburgo, le comunicó de su préstamo por seis meses al SK Vorwaerts Steyr, un club de la primera división de Austria. Días más tarde, Medford recibió una noticia similar sobre su traslado -en iguales condiciones- al potente y famoso conjunto austriaco Rapid de Viena.

Rónald González estuvo a préstamo por seis meses al SK Vorwaerts Steyr, un club de la primera división de Austria. (Archivo Rodrigo Calvo)

En Austria, las condiciones de vida social fueron diferentes a las de Yugoslavia. En lo futbolístico, Ronald González tuvo desde su llegada la continuidad que le negaron en el Dinamo -otorgada por el entrenador Otto Baric-, pudo demostrar sus condiciones como volante de contención -hasta anotó un gol- y se ganó el reconocimiento de todos los sectores: la prensa lo trató bien y lo designó en el equipo de la fecha en varias oportunidades. Actuó, sin embargo, en una institución pequeña, sin tradición, que concluyó en una mala posición: el sétimo en la octogonal final. Ronald no quiso prolongar su compromiso en Austria “porque no es una vidriera del fútbol internacional. No se sabe nada del fútbol austriaco en otros países y, por lo tanto, no puedo cotizarme… No estoy dispuesto a seguir en Austria…Además, creo que puedo estar mejor en otro lugar”.

Pero aparte de la escasa difusión del balompié de Austria en el extranjero, a Ronald le incomodó siempre el ambiente “triste, amargado y poco comunicativo” de la gente de Steyr. “No me siento bien en este país y específicamente en la ciudad…”. Jugó hasta el 30 de junio en el Vorwaerts y regresó a Costa Rica, al no llegar a un acuerdo económico con TOMAREX -al tener esta firma cuentas pendientes con el Saprissa- y porque “no voy a permitir que me manden a una tercera o cuarta división”.

Antes de retornar a la patria, González dijo desde Steyr que el fútbol austriaco es fuerte, pero poco técnico, mientras que el yugoslavo es todo lo contrario. Y al relacionarlo con el balompié costarricense, aseguró: “Estamos más elevados que ellos. En Costa Rica hay más competencia que en Austria, sinceramente. Aquí tienen dos equipos arriba que son Austria Viena y Tirol. Después viene el Rapid, que lleva un año muy malo, y el Admira Wacker, que está irreconocible. El problema de nuestro país es que las canchas son malas, pero hay mucha competitividad y se entrena mejor que aquí”.

Para Hernán Medford, su experiencia en el Rapid de Viena -uno de los mejores clubes de Austria- fue positiva, ya que encontró un ambiente distinto, más tranquilidad, compañerismo y comprensión que en Yugoslavia.  Llegó en plena temporada y pudo por fin demostrar su valor: logró anotar cinco veces y ganarse la confianza del entrenador Hans Krankl (ex mundialista del ’78 y ’82) y de la prensa local, que alabaron su técnica, juego veloz y buenas asistencias a gol.

Camisas europeas. Los cuatro equipos de Medford en el Viejo Continente, entre 1990 y 1993. De izquierda a derecha, el Dinamo Zagreb Yugoslavo- detrás de él , Davor Suker-, Rapid Viena austriaco, Rayo Vallecano español y Foggia italiano

Sin embargo, el equipo de Hernán tuvo serios problemas económicos y un rendimiento deficiente en el campeonato (cuarto lugar en la octogonal final), e incluso, ante 12000 personas, perdió la oportunidad de jugar un torneo europeo al caer 1-2 en la final de la Copa de Austria contra el SV Stockerau, un equipo de segunda división. Una final que, por cierto, dejó muy malos recuerdos a Medford al ser expulsado al final del partido, en lo que significó su primera tarjeta roja de su corta trayectoria.

Luego de pasar el resto de la temporada en Austria, hasta el 30 de junio de 1991, cuando el Rapid no estuvo en condiciones de pagarle lo que pedía, Hernán tuvo la posibilidad de lograr un fichaje millonario en Italia con el Cremonese, hoy descendido a la segunda división italiana. Sin embargo, el propio jugador comentó después que tanto él como su representante, el croata Naletelic Pvedvag (“Nale”), presidente de la firma TOMAREX, se inclinaron por la oferta del Rayo Vallecano, de la segunda categoría española, debido a que ya habían dado su palabra.

“No queríamos que se repitiera el amargo episodio con el Logroñés de España”, reflexionó Medford en aquellos días, al recordar que una falta de entendimiento económico provocó su salida del equipo riojano, una vez que ya se había anunciado su contratación e incluso había sido presentado a la afición y posado para las fotografías oficiales del club. En ese tiempo también intentaron ficharlo el Stuttgart, Bochum y Schalke 04, de Alemania; el Pisa y Bolonia, de Italia; el Valladolid español y el Galatasaray, de Estambul, Turquía.

Acompañado de su esposa Arlene Lewis, Hernán llegó al Rayo Vallecano por recomendación del secretario técnico del Real Madrid, Ramón Martínez. Su endemoniada velocidad, picardía y cuota goleadora fue considerada de “lujo” por los aficionados vallecanos siempre que fue alineado regularmente por los dos entrenadores que tuvo el club a lo largo del certamen: Eusebio Ríos y José Antonio Camacho, ex internacional del Madrid.

Medford no los defraudó: contribuyó con su fútbol penetrante en un nuevo ascenso del club a la división de honor, anotó seis goles y actuó en 30 juegos (9 como titular y 11 como suplente). La victoria final por 4-1 ante el Castellón fue apoteósica para toda la afición madrileña de Vallecas el 24 de mayo de 1992, fecha en que concluyó su compromiso oficial de siete meses con el Rayo Vallecano.

Era la tercera vez que los de Vallecas conseguían el ascenso a primera.  Según el periodista madrileño Rodolfo Chisleanschi, de la revista Don Balón de Barcelona, el Rayo Vallecano tuvo fortuna en el fichaje de Medford; estas fueron sus apreciaciones publicadas en el semanario (edición 867, del 9 al 15 de junio de 1992, pág. 44): “El revulsivo que tanto Eusebio Ríos como Camacho tuvieron siempre a mano para las situaciones difíciles. Su velocidad y regate fácil -además de una buena dosis de fortuna- le llevaron a resolver partidos que al Rayo se le habían puesto muy cuesta arriba. Su participación fue clave en la segunda vuelta, con minutos decisivos en el campo”.

Antes de iniciarse la campaña 91-92, un escueto cable internacional anunció la contratación de Medford con el Foggia, que recién ascendía a la máxima división de Italia; la información fue luego desmentida. Igual aconteció a principios del ’92, cuando trascendió que el Ancona italiano, a punto de ascender en esos días, estaba interesado en sus servicios, una versión que finalmente fue descartada por los dirigentes del club y adujeron que el representante de Hernán fue quien les ofreció al jugador internacional costarricense.

Tras desechar ofertas de cuadros italianos, españoles y suizos -entre ellos el Udinese-, Hernán Medford decidió prolongar su aventura europea precisamente en el Foggia, un equipo del sur de Italia que fue la revelación del campeonato 91-92, al ocupar el noveno puesto entre 18 clubes; como uno de los 70 extranjeros de 19 países, fue el único traspaso de España al calcio italiano, temporada 92-93, cuya liga es considerada la más importante del mundo. Su primer gol ocurrió en la quinta fecha, el 4 de octubre de ese año, cuando su club cayó 1-4 ante el Brescia.

El 11 de noviembre del ’92 el Foggia y TOMAREX acordaron mantener a Hernán en el club hasta el cierre de la temporada en junio de 1993, mes en que expira su ligamen con la firma europea. “Si Foggia no decide comprarme, entonces quedaré libre, pero el equipo tiene prioridad sobre mi ficha y debo respetar eso”, declaró ese día Medford.

Sobre sus vivencias en el Viejo Continente, tras jugar en Yugoslavia, Austria, España e Italia, destacó: “No me arrepiento de haber elegido este camino. Realmente estoy muy contento. Venir a Europa ha significado experiencia, más fútbol, conocer personalidades del mundo del balompié y lógicamente mucho más dinero…Estoy pensando jugar seis meses más (hasta junio de 1993)… y no volver a hacerlo. Ese es mi pensamiento, tal vez llegue ese momento, “se me meta el agua” y siga jugando en Costa Rica o en México. Pero Europa ya no más…Ya tengo tres años y creo que han sido suficientes para mí”.

En diciembre de 1992 y enero de 1993, el diario deportivo La Gazzetta dello Sport divulgó que el Foggia finalmente pagó a la empresa TOMAREX 94.3 millones de colones ($681 mil) por la ficha de Medford, en una negociación que le aportó “juventud y habilidad” al club italiano. De esa cantidad, al Saprissa le corresponde el diez por ciento ($68 mil, 9.4 millones de colones al tipo de cambio de 138 en ese tiempo), pues así lo establecía el contrato entre los morados y TOMAREX. Se informó que Hernán recibió en la operación 33.9 millones de colones. Históricamente, era entonces la transacción más alta pagada en el exterior a un jugador costarricense.

Roy Myers en Uruguay

Entretanto, en setiembre de 1991, la ocasión de figurar en Suramérica se le presentó a dos ticos más, gracias al prestigio ganado en Italia ’90 y a las gestiones del zaguero uruguayo Fernando Sosa, quien militó entre 1987 y 1992 en el club Alajuelense. Roy Anthony Myers lo hizo en el Peñarol de Montevideo, uno de los clubes más populares de Uruguay, al firmar contrato hasta enero de 1993; mientras que Javier Vicente Wanchope suscribió un compromiso hasta diciembre de 1992 con el Nacional de Montevideo, otro de los mimados de la afición charrúa.

Javier Wanchope y Roy Myers, con las camisetas del Nacional y el Peñarol de Uruguay, respectivamente. (Archivo Rodrigo Calvo)

El espigado volante ofensivo, de juego vistoso, elegante, efectivo, pícaro y pensante, llegó a la élite charrúa para “probar suerte” y madurar, aunque lógicamente vio el pase al Peñarol como la vitrina ideal que necesitaba para mostrarse y poder cumplir con su gran sueño de jugar en el balompié europeo. Sin embargo, Myers tuvo al comienzo problemas lógicos de adaptación y recibió muy poca oportunidad de figurar en el equipo estelar, sólo lo integró en esporádicas ocasiones para redondear actuaciones regulares.

Al parecer, las dificultades obedecieron a un error de ubicación, ya que el técnico Ricardo “Pato” Ortiz lo colocó en los entrenamientos y en algunos colectivos como hombre de área, quizás por su estatura. Empero, en una visita a Uruguay, Fernando Sosa explicó al cuerpo técnico que Myers era volante de llegada por sus características técnicas. El cambio de puesto fue más saludable para el jugador, pero su inclusión en la primera a finales del ’91 se vio postergada por la llegada del goleador argentino José Percudani, proveniente de la Universidad Católica de Chile.

Además, el mundialista limonense no pudo tomar parte en el campeonato uruguayo de 1991 por cuestiones de cupo, pero -para no estar inactivo- sí estuvo en la Supercopa suramericana. Su debut se presentó el 6 de noviembre de ese año, en el estadio Centenario de Montevideo, al entrar de cambio durante los últimos 28 minutos del partido crucial en que Peñarol perdió 1-3 ante el River Plate argentino, en las semifinales del certamen en el que intervienen los 14 equipos que ganaron la Copa Libertadores de América.

En la prueba más dura de su vida deportiva, Myers pudo al fin convertirse en uno de los principales animadores del torneo de liga de 1992 y responder a los elogios que generosamente le tributaron. “Poco a poco estoy llegando a mi nivel”, dijo entonces desde Montevideo. En las primeras fechas de la campaña, al recibir confianza del técnico yugoslavo Lbujomir Petrovic (sustituido luego por Roque Gastón Máspoli), se habituó al fútbol fuerte que se practica en Uruguay y demostró con un rendimiento superlativo que tiene suficiente clase para ponerse la histórica camiseta de Peñarol.

En una gira europea en agosto para actuar en el Torneo Teresa Herrera, en La Coruña, tuvo una marcada superación ante el Sao Paulo brasileño y el equipo local, hecho que le permitió ganarse la buena voluntad de los fanáticos de la institución y ser declarado por la prensa como el mejor de su equipo en el certamen veraniego; también recogió halagos en otros juegos en Italia (Bari y Atalanta) y España (Albacete). Entretanto, el periodismo charrúa publicó que “es un jugador excepcional, un diez fuera de serie, el digno sustituto de Alberto Spencer, el mejor futbolista ecuatoriano, quien hizo grande al Peñarol en la década de los ‘60”. Esto, sin duda, lo pondrá pronto en el libreto estelar del fútbol mundial.

Sin duda, el Campeonato Mundial de Italia ’90 nos abrió el camino para retornar a Europa y Suramérica, donde Costa Rica se hizo sentir con varios de sus afamados futbolistas internacionales…

FUENTES CONSULTADAS: Libro “Aventura Tricolor: Mundial Italia 90; Historia de la Selección Nacional de Fútbol de Costa Rica”, de Rodrigo Calvo y Mayela Solano (1993); tomo 2 de “Legionarios”, la serie coleccionable de libros sobre los futbolistas costarricenses en el extranjero”, del diario “La Nación” (2012); y archivo del sitio “Buzón de Rodrigo”. YouTube: “La Nación”. Fotografías: Revista “Guerin Sportivo” (Italia) y archivo de Rodrigo Calvo.

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Tiene 43 años de ejercer el periodismo deportivo. Estudió en la Universidad de Costa Rica, graduado en 1989. Laboró en Radio Monumental, Deportes Repretel y la oficina de prensa del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura, IICA. Estuvo ligado por tres décadas al Grupo Nación, en la revista deportiva “Triunfo” y los periódicos “Al Día” y “La Nación”. Ha colaborado para medios especializados de la FIFA y en Centroamérica, Caribe, México, Estados Unidos, Canadá, Colombia, Argentina, Brasil, España e Italia. Obtuvo el Premio Nacional “Pío Víquez” de Periodismo en el 2007 y dos veces el Premio “Jorge Vargas Gené-Óscar Cordero Rojas". Su especialidad son temas de historia y estadística del deporte nacional e internacional. Desde 1995 escribe la columna “Buzón de Rodrigo” y desde 1989 es corresponsal del semanario deportivo “France Football” de Francia. Integra la Federación Internacional de Historia y Estadísticas de Futbol en Alemania y a partir del 2007 es miembro del jurado mundial del “Balón de Oro”, de la revista “France Football". Escritor de múltiples obras deportivas, como la colección "Aventura Tricolor: Mundial de Italia 1990, "Tiempos de Selección" (1997), "La Copa Mundial de Fútbol (1998), "100 años de Deportes" (1999), "Huellas del Fútbol Tico" (2009), "Legionarios" (2012), "CSH-100: ¡El equipo que nació Grande! 1921-2021" (2021) y "Crónica del Centenario 1921-2021" (2021).