La Selección de Costa Rica posa hace 30 años en la cancha de prácticas de Mondoví, en Cuneo, Piamonte. La pequeña ciudad al noroeste de Italia fue su lugar de concentración por casi un mes en el Mundial 1990. Arriba (de izquierda a derecha): Rodrigo Kenton, Ronald Marín, Ronald González, Carlos Palavicini, Geovanny Jara, José Carlos Chaves, Alexandre Borges Guimaraes, Marvin Obando, Hernán Medford, Hermidio Barrantes, Carlos Mora, Héctor Marchena y Marcelo Betancourt. Abajo: Mauricio Montero, German Chavarría, Vladimir Quesada, Luis Gabelo Conejo, Óscar Ramírez, Claudio Jara, Róger Flores, Róger Gómez, José Jaikel y Miguel Segura (foto archivo de Rodrigo Calvo).

Aún hoy, 30 años después del Mundial de Italia ’90, si se dice la palabra Costa Rica en Mondoví, un ciudadano de esa localidad al noroeste de Italia, conocido como monregalés y que tenga al menos 35 años, le responderá con una sonrisa o con una mirada conmovida. Porque en la “ciudad del funicular”, citar el nombre de la nación centroamericana significa traer recuerdos de tres décadas antes, pero todavía vivos en las mentes de aquellos que establecieron una amistad sincera y emotiva con un puñado de futbolistas, dirigentes, aficionados y periodistas de nacionalidad tica.

Cuando se descubrió que este pueblito italiano, lejano y apasionado, pero rural, campesino, antiguo, apacible y de clima moderado de la provincia de Cúneo, en la región de Piamonte, sería el anfitrión del combinado de Costa Rica en su primera participación en una Copa del Mundo, mucha gente allá se volvió loca de emoción.

El anuncio de que disfrutaría de un ambiente excepcional, desde el punto de vista geográfico, climático y turístico, se dio el jueves 15 de diciembre de 1989, apenas seis días después de que se realizara el día 9 en Roma el sorteo de los grupos del Mundial 90, cuando se conoció a los rivales de la Tricolor en el grupo C, compartido con Escocia, Brasil y Suecia, en ese orden. Así que Mondoví sería su “casa” oficial durante el Mundial, salvo breves escapadas a Finale Ligure, en Savona, en vísperas de los partidos con los escoceses y suecos, ambos en el estadio Luigi Ferraris de Génova, donde debió instalarse un día antes de los compromisos en hoteles cercanos a esta ciudad portuaria frente al mar Mediterráneo.

En Mondoví, una hermosa comuna muy agrícola e industrial, situada al pie de los Alpes y dividida en tres zonas (la antigua Piazza, en la parte alta de la ciudad; la comercial Brea, en la parte baja; y Antipiano, la parte nueva), se temía que, dado que no había campeones aclamados en el equipo tricolor, los periódicos de todo el mundo desviarían su atención a otros lugares. A pesar de que nadie en la ciudad sabía que Costa Rica realmente escribiría una página importante e imborrable en la historia del balompié internacional, sus principales calles fueron adornadas en 1990 con banderas de Costa Rica y las plazas tuvieron grandes letreros alusivos a nuestro país y al Campeonato Mundial. Todo fue perfecto.

La delegación tica que asistió a la citada rifa mundialista de la FIFA, el entonces presidente de la Federación Costarricense de Fútbol (Fedefútbol), Isaac David Sasso, y el entrenador de la Tricolor, Marvin Rodríguez –destituido 100 días antes del Verano italiano y reemplazado por el yugoslavo-serbio Velibor Bora Milutinovic–, decidió que la delegación tica se alojaría durante la copa mayor de la FIFA en el hotel Park de Mondoví, entrenaría en una cancha adecuada, que estaba muy cerca, a solo cinco kilómetros de distancia, y pertenecía a la Asociación de Fútbol Mondoví-Valeo (sociedad que participa en el campeonato interregional italiano y fabrica repuestos para automóviles), además de que tendría fogueos de preparación ante clubes italianos de categorías superiores e inferiores.

De cuatro estrellas, este hotel moderno y tranquilo, en el parque Villa Nasi, en calle Delvecchio, fue el cuartel general de la Sele y es considerado aún como uno de los mejores de la provincia de Cuneo, con servicios de baño sauna, pisicina y campo de tenis; restaurante, tienda, cafetería y bar. Allí, hace 30 años, se reservaron en el segundo piso 15 habitaciones dobles para los jugadores y el cuerpo técnico, así como dos “suites” para los jefes de la delegación tica. No fueron alojados ni aficionados ni periodistas, con el fin de garantizar al plantel la mayor tranquilidad posible.

Panorámica de Mondoví, comuna en la provincia de Cúneo, en Piamonte, a los pies de los Alpes y al noroeste de Italia. Por un mes, del 28 de mayo al 25 de junio, fue el cuartel de operaciones del equipo de Costa Rica en el Mundial de 1990 (foto de Wikimedia Commons).

“El hotel Park, con olor a nuevo, no era muy grande, ni exclusivo para el equipo. Alfombrado totalmente. Con los baños, como casi todos los hoteles en Italia, muy reducidos. Frente al hotel pasaba la calle principal, que llevaba a la ciudad. Al fondo, una montaña, grande, con muchas casas incrustadas sobre las laderas, como las celdas de un panal de avispas, formaba la vieja ciudad de Mondoví. Por las tardes, unos 20 viejitos, jugaban ‘bochas’ en una de las calles laterales, mientras esperaban que los largos días les permitieran a la luna mostrarse”, fue la descripción sobre el cuartel general de uno de los líderes del grupo, Alexandre Borges Guimarães, según aparece en su libro sobre el Mundial italiano, que tituló La Gran Fiesta (1990).

A los empleados del hotel Park les llamaba la atención que todas las noches los futbolistas e integrantes del cuerpo técnico se iban al sótano por largas horas. La razón es que descubrieron cómo hacer llamadas hasta Costa Rica en forma gratuita. “Yo todavía conservo la tarjeta telefónica que compré en 5.000 liras, hace 24 años, y que nos permitió desde Italia hablar por largo rato a nuestras familias, sin un costo adicional. La utilizó todo el grupo, hasta Bora llamó a Yugoslavia”, resaltó el exjugador mundialista German Chavarría, previo al estreno de la película Italia 90, en el 2014.

De esta forma, Costa Rica recibió por parte de las autoridades de la comarca y miembros del Comité Organizador Local de Italia ’90 –representado por Ferruccio Dardanello, diputado regional socialcristiano y presidente de la Cámara de Comercio de Cúneo– una hospitalidad gratuita para el equipo, sus acompañanantes e invitados especiales (unas 50 personas, entre ellos el expresidente de la República, Óscar Arias Sánchez, Premio Nóbel de la Paz 1987), y un reembolso de gastos de unos $30.000. El gasto total del Comité Local de Cúneo osciló en los $500.000, una suma que incluyó una serie de otras manifestaciones y espectáculos en honor del equipo costarricense, como un carnaval y una reunión internacional de globos aerostáticos.

UN LUGAR CÁLIDO Y ESTRATÉGICO

Además, con tal solo 23.000 habitantes y a 559 metros sobre el nivel del mar, la cálida Mondoví fue elegida estratégicamente como sede de la Selección tica por su proximidad a Turín y Génova, sede de los juegos de la llave C. La comuna está ubicada a un lado de la súper carretera y del tren que unen ambas ciudades, a una distancia de una hora y 10 minutos, y 120 kilómetros de Génova; y a 40 minutos y a 90 km de Turín.

“Cuando llegaron, entendimos de inmediato que Costa Rica había visto en ese evento único la oportunidad de descubrir nuestras tierras”, recuerda Anna Ferrero, hoy propietaria del restaurante La Borsarella en Mondovì y, en ese momento, “anfitriona” del Park Hotel, que hace 30 años y durante casi un mes acogió a los jugadores ticos, del 28 de mayo al 25 de junio de 1990.

“Su técnico, (Velibor) Bora Milutinovic, les había hecho llegar con mucha anticipación a Italia: quería que vivieran una experiencia única, no sólo en el campo, sino también afuera”, añade Ferrero, según el sitio italiano Idea Web TV. Y esa experiencia se volvió verdaderamente única. Los costarricenses no eran profesionales del fútbol, sino simples muchachos que vivían un sueño, a lo que contribuyó la gran hospitalidad monregalés.

Vista de la plaza principal de la ciudad de Mondoví (foto de Wikimedia Commons).

“Todavía me dan escalofríos pensando en la noche después del primer partido de Costa Rica. Jugó en Génova y, contra todo pronóstico, ganó 1-0 contra Escocia”, continuó Anna, tres décadas después de aquel histórico pasaje cuando Costa Rica jugó el primero de sus cinco Mundiales de la FIFA.

Cuando el entrenador Milutinovic y toda la delegación tica que venía de Génova regresó al hotel Park, habían 2.000 personas dándole la bienvenida con pancartas, banderas y canciones de alegría. Con un simple boca a boca, los monregaleses habían respondido muy bien y estaban allí para celebrar a sus hermanos costarricenses, que no creían lo que veían al recibir tanta hospitalidad y cariño de la afición local.

“Eran muchachos simples, pero excepcionales”, recuerdan Emilio Rosso y su hija Mónica, aún dueños de La Rueda, inaugurada en mayo de 1990 y que acogió a los miembros de la Fedefútbol y a la delegación costarricense en aquellos días inolvidables, luego de que la Selección de Costa Rica concluyera el Mundial italiano en el puesto 13 entre 24 selecciones.

“A muchos de ellos les encantaba ir descalzos a todas partes, tanto dentro como fuera de la estructura, pero fueron muy amables y sabían cómo formar un grupo: nuestro apoyo y su cohesión los llevaron a resultados inesperados”, señaló Rosso esta semana desde Mondoví, Italia.

El éxito contra Escocia (victoria 1-0 en Génova, el 11 de junio de 1990) fue, de hecho, solo el primer acto: Costa Rica perdió por la mínima contra Brasil (0-1 en Turín, el 16 de junio del ’90) y ganó el último y decisivo partido contra Suecia (2-1 en Génova, el 20 de junio del ’90), superando así el grupo C en la segunda casilla, al alcanzar cuatro puntos de seis posibles (en ese tiempo, se daban dos unidades por victoria). El pequeño y humilde equipo nacional se había convertido en la gran sorpresa de ese Mundial.

“Nuestra sala de congresos estaba llena de periodistas”, recuerda Anna Ferrero. La atención de los medios había crecido considerablemente, sin embargo, esos futbolistas parecían estar de viaje. “Habían descubierto el ‘gilato’, como lo llamaban en lugar de ‘gelato’ (helado), y lo ordenaban en cantidades industriales. Y luego recuerdo su gran fe: rezaban siempre y en todas partes, tanto que usamos un salón para la celebración de las misas antes del juego”, agregó Ferrero.

La iglesia de San Pedro y San Pablo en Mondoví (foto de Wikimedia Commons).

La leyenda de la Selección de Costa Rica terminó hace tres décadas, el sábado 23 de junio de 1990, cuando su similar de Checoslovaquia la goleó por 4-1 en la ciudad de Bari, eliminándola en la segunda ronda de los octavos de final de Italia ’90. A pesar del elevado marcador en contra, los ticos se fueron ovacionados del estadio San Nicola, que tuvo una asistencia de 47.673 espectadores. Cerca de 300 seguidores costarricenses presenciaron también el juego y despidieron con aplausos a sus ídolos.

Su salida de Bari se dió al día siguiente, el domingo 24 de junio, y de inmediato retornó a su cuartel general de Mondoví, donde con un digno broche de oro finalizó la aventura italiana de los ticos. En aquel día dominical, hubo descanso absoluto para toda la delegación, con los últimos paseos por la parte antigua de la ciudad italiana, acompañados por nubes de niños que les pidieron autógrafos y fotografías.

“Al llegar al Hotel Park, de Mondoví, celebramos el cumpleaños de Juan Cayasso… y muy pocos durmieron. Algunos prefirieron hablar sobre el juego (con los checos), un poco dolidos por el resultado de 4 a 1, tan abultado, porque no era un reflejo real de las diferencias futbolísticas de uno y otro equipo; así lo sentimos en la cancha. Otros más bien sacaban cuentas del dinero ganado y del día en que llegaríamos de nuevo a Costa Rica”, escribió Alexandre Borges Guimãraes en su libro La Gran Fiesta, publicado en 1990.

Mondoví despidió a los costarricenses con una cálida velada organizada en una discoteca por la Municipalidad y el Comité Local de la cita mundialista, en la que hubo discursos emotivos y se repartieron premios y recuerdos a los miembros del equipo, previo a su regreso a Costa Rica, que se dio el jueves 28 de junio del ’90, tema de los siguientes artículos en esta recopilación sobre el 30 aniversario de la primera participación de la Sele en una Copa Mundial de Fútbol. Sin duda, los costarricenses ya habían ganado: su fama había crecido dramáticamente y con esto también la fama de Mondoví, en la narración periodística del Mundial de Italia 1990.

Por la emoción del momento, Fedefútbol realizó dos años después, en 1992, un pomposo acto en la cancha alterna al antiguo Estadio Nacional, para bautizarla “Mondoví”, en honor a la pequeña pero acogedora ciudad italiana que fue sede la Tricolor en Italia ’90, al punto de que invitó a autoridades de esa comuna para que estuvieran presentes en la ceremonia.

Pero aquello fue solo un show mediático ante la opinión pública, pues lo que respecta a la plaza “Mondoví”, que servía para las prácticas de las selecciones masculinas o femeninas, la misma pasó a la historia desde el momento en que desapareció –con placa incluida– ante la demolición del viejo Estadio Nacional, en La Sabana, para dar paso a la nueva edificación que fue construida por el Gobierno de China entre mayo del 2008 y marzo del 2011. Pese a este desliz, Mondoví sigue muy vigente en el corazón de los ticos, 30 años después del Mundial de Italia 1990.

Imagen de la zona alta de Mondoví, conocida como Piazza (foto de Wikimedia Commons).

Mondoví hospitalaria y el cuartel tico en el Mundial de Italia 90

FUENTES CONSULTADAS: Extracto del artículo publicado por el sitio italiano “Idea Web TV”; libros “La Gran Fiesta”, de Alexandre Borges Guimaraes y Erwin “Wino” Knohr (1990); y “Aventura Tricolor: Mundial Italia ’90; Historia de la Selección Nacional de Fútbol de Costa Rica”, de Rodrigo Calvo y Mayela Solano (1993); revista deportiva “Triunfo”, los diarios “La Nación” y “La República” (Costa Rica), así como el archivo de “Buzón de Rodrigo”. Fotografías: Archivo de Rodrigo Calvo y Wikimedia Commons.

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Tiene 43 años de ejercer el periodismo deportivo. Estudió en la Universidad de Costa Rica, graduado en 1989. Laboró en Radio Monumental, Deportes Repretel y la oficina de prensa del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura, IICA. Estuvo ligado por tres décadas al Grupo Nación, en la revista deportiva “Triunfo” y los periódicos “Al Día” y “La Nación”. Ha colaborado para medios especializados de la FIFA y en Centroamérica, Caribe, México, Estados Unidos, Canadá, Colombia, Argentina, Brasil, España e Italia. Obtuvo el Premio Nacional “Pío Víquez” de Periodismo en el 2007 y dos veces el Premio “Jorge Vargas Gené-Óscar Cordero Rojas". Su especialidad son temas de historia y estadística del deporte nacional e internacional. Desde 1995 escribe la columna “Buzón de Rodrigo” y desde 1989 es corresponsal del semanario deportivo “France Football” de Francia. Integra la Federación Internacional de Historia y Estadísticas de Futbol en Alemania y a partir del 2007 es miembro del jurado mundial del “Balón de Oro”, de la revista “France Football". Escritor de múltiples obras deportivas, como la colección "Aventura Tricolor: Mundial de Italia 1990, "Tiempos de Selección" (1997), "La Copa Mundial de Fútbol (1998), "100 años de Deportes" (1999), "Huellas del Fútbol Tico" (2009), "Legionarios" (2012), "CSH-100: ¡El equipo que nació Grande! 1921-2021" (2021) y "Crónica del Centenario 1921-2021" (2021).