Por Juan Cayasso Reid *
Me hubiera gustado anotar el primer gol de Costa Rica en un Mundial no al inicio del segundo tiempo contra Escocia (1-0), sino un poco más tarde, más próximo al final de la contienda.
Al conquistar el gol a los cuatro minutos de la segunda parte, quedaban otros 41, que se nos hicieron eternos y críticos porque toda la presión que habíamos superado al debutar en el Mundial de Italia 90, se nos revertió. Fue como comenzar de nuevo, porque Escocia se fue al frente y nos atacó con toda su fuerza.
Fui de los que más sufrió mentalmente porque estaba arriba como segundo atacante, junto a Claudio Jara, y me tocó ver todo lo que sufría el sector defensivo. Las salidas de Gabelo, sus rechazos milagrosos, las bolas que sacaban mis compañeros de la línea de sentencia y hasta una mano no intencional de Marchena dentro del área.
La presión fue muy grande. No nos sentimos ganadores hasta que terminó el partido. No fui de los que más corrió, pero tuve que sentarme en una esquina; primero por el gol, que no lo creía cierto y necesitaba digerirlo, y, luego, porque la misma presión me dejó tan extenuado mentalmente, como si hubiera corrido una maratón.
Muchos me preguntan lo que sentí al anotar mi gol. Ese gesto de desahogo que hice al celebrar con mis compañeros, no lo he visto en vídeos de otros goles anotados porque sentí muchas cosas: alegría, susto, miedo por la situación de esa increíble jugada, el taquito inesperado de Jara…
Marchena se fue al ataque y se la dio a Jara. Yo, instintivamente, me tiré para atrás, porque sentí que estaba muy pegado a él y no sabía qué haría. Pero cuando me la taconea, me asusté, por la corta distancia que quedé con el portero escocés, que salió en forma desesperada.
La reacción fue de segundos y el cierre justo; le metí el botín izquierdo por debajo de la pelota, apenas para levantarla y la bola le pegó al arquero. Una jugada parecida al gol que hice en El Salvador en las eliminatorias, pero aquella vez tuve más distancia y tiempo, cuando me la sirvió Leoni Flores.
Y cuando por fin entró, volví a ver al árbitro, porque no sabía si estaba fuera de juego. Cuando vi que se movió hacia el centro, hubo diez segundos en que no supe qué pasaba. Después de que hice conciencia, fui a la esquina, me volví y traté de celebrar con mis compañeros. Pero estaba como metido en una burbuja y no escuchaba lo que ellos me decían. Fueron momentos dramáticos.
Sin complejos
Nos fuimos dos meses antes del Mundial y eso fue muy acertado porque nos pasábamos todo el día pensando solo en jugar al futbol. Eso ayudó para que, poco a poco, el equipo se amoldara a las ideas de Bora Milutinovic y entendiera que debíamos estar cómodos, sin sentirnos menos que nadie.
Sin embargo, hubo momentos muy confusos para los jugadores y el mismo técnico, quien, incluso, creo que pensó en tirar la toalla. Se dio cuenta de que la cosa no sería tan fácil como él pensaba y manifestó que, de no mediar un cambio en ese instante, cuatro o cinco podían quedar fuera de la Selección.
Hay muchas cosas que guardo de aquel Mundial, pero hay una en especial que no quiero dejar pasar. Teníamos muy buenos líderes en el grupo, pero la noche antes del partido sucedió algo especial, cuando todos los jugadores nos reunimos en una de las habitaciones del hotel en Génova y cada uno pudo hablar con sinceridad, sin ataduras y sin esconder nada.
Cuando terminó esa reunión, nadie podía asegurar lo que iba a pasar, pero yo sentí que había en el grupo tranquilidad, mucha unión y una fuerza espiritual que nos podía augurar algo positivo. “¡Mañana ganamos”!, nos decíamos.
Y lo raro de todo fue que, a pesar de que trabajamos mucho en ciertos aspectos tácticos, como controlar el juego aéreo escocés, Dios nos regaló el triunfo, porque en el momento del partido todos los conceptos se olvidaron y nunca se aplicaron, algo que quizás nos hubiera facilitado más el juego.
Un aspecto que nos ayudó fue el calor humano de la gente en cada población visitada. Nos ganamos su corazón por la simpatía propia de los ticos, y el positivo resultado contra los escoceses lo celebramos con ellos con cierta incredulidad, porque nos costaba creer que era cierto. Algunos se convencieron hasta que lo vieron publicado en los periódicos al día siguiente.
Después de ganar, reforzamos la idea de que estábamos capacitados para lograr grandes cosas. Los escoceses no concebían que un país pequeño les ganara y estaban indignados. Revisando mi baúl de los recuerdos, solo encuentro la camiseta y los tacos con los que jugué, pero por ninguna parte aparece su camiseta porque nunca quisieron cambiarla con nosotros.
Mi vida cambió enormemente: me abrió la opción de jugar dos años en el futbol europeo, en el Stuttgarter Kickers. Me siento doblemente feliz porque me permitió vivir ese gran momento y me tocó la suerte de anotar el primer gol de Costa Rica en un Mundial. La gente me habla mucho de esto y creo que siempre me lo recordarán. Un momento muy especial, que jamás olvidaré.
Secuencia del golazo de Juan Cayasso, en redes sociales de FIFA
(*) Relato adaptado del testimonio de Juan Arnoldo Cayasso publicado en el fascículo 8 de los “Tiempos de Selección”, del diario “La Nación” (1997) y en el fascículo “Los Mundiales de Fútbol”, de La Nación (2010). Fotografías: Copa Mundial de la FIFA y archivo de Rodrigo Calvo.