Buzón de Rodrigo

José Carlos Chaves: “La clave del éxito en Italia 90 se llama Bora”

José Carlos Chaves (derecha) actuó hace 30 años en los cuatro partidos de Costa Rica en el Mundial de Italia 1990. Ante Escocia fue el primer tico en tocar un balón en la cita mundialista; aquí centra el balón ante el escocés Richard Gough, el 11 de junio del 90 en Génova, Italia (foto archivo de Rodrigo Calvo).

Cuando pienso cuál fue la clave para llegar tan lejos en la Copa Mundial de Italia 1990 no puedo sino evocar aquel momento histórico, para nuestro fútbol, cuando el técnico serbio Velibor Bora Milutinovic llegó al país.

Fue fundamental. Desde un inicio, desde su primera charla logró inculcar una tremenda confianza. Nos hizo sentir a todos muy motivados y nos devolvió la confianza para creer que realmente podíamos lograr algo positivo.

Él sabía detalles de cada seleccionado, a los cuales ni nosotros mismos les habíamos tomado importancia. Tenía un conocimiento pleno de lo que éramos cada uno de nosotros y eso realmente nos impresionó bastante.

Por eso le llegamos a tener una gran admiración. En un inicio se criticaron mucho sus escogimientos. Se decía que cómo era posible que eligiera a tales o cuáles hombres si ni siquiera vivía en el país.

Pero Bora tenía el conocimiento. Manejaba una amplia información sobre cada uno de nosotros, lo cual nos llamó poderosamente la atención y nos hizo ver que estaba interesado en hacer un trabajo serio y que sabía lo que tenía que hacer.

Tenía bases para decir “estos son los que yo escojo por estos motivos”. Ahí nos dimos cuenta de eso y conforme fueron pasando los días fuimos intuyendo sus razones. Hasta sabía de donde éramos cada uno. Además, con su forma de ser jovial, afable y alegre nos hizo sentirnos muy bien y con mucha confianza. A mí me impresionó en una ocasión en que llegó y me recordó una jugada que había hecho mal en un partido Alajuelense-Limón, “cómo no le pudieron ganar”, me comentó.

Yo sólo pensaba cómo era posible que manejara toda esa información. Después me percaté que a otros compañeros les había sucedido lo mismo.

En las charlas técnicas hacía referencia a ciertas situaciones que se habían presentado en partidos del campeonato o fogueos de la Selección. O sea que sabía de nosotros, hasta de nuestros lugares de origen. Eso realmente fue muy estimulante.

La motivación fue fundamental. Dimos un giro de 180 grados con respecto al trabajo que desarrollábamos en la fase previa, pues en ese momento el equipo estaba desmotivado, desorientado y confundido. Se estaban dando varios hechos que dejaban muchas dudas en cuanto a la preparación, al grado de que yo renuncié al equipo nacional, porque pensaba que con el trabajo desarrollado no íbamos a hacer nada en el Mundial. Había mucha incertidumbre.

Diálogo hace 30 años de “Bora” Milutinovic con los laterales izquierdos de Costa Rica, Marvin Obando (izquierda) y José Carlos Chaves, antes de la salida del país, en una práctica en la cancha de la Repúblic Tobaco Company, en Zapote, San José (foto archivo de Rodrigo Calvo).

TRABAJO PSICOLÓGICO

Por el poco tiempo que teníamos para prepararnos y por las situaciones difíciles que habíamos pasado antes de que Bora llegara, su trabajo psicológico fue muy importante.

Bora es una persona de gran experiencia y sobre todo muy inteligente, que analizó muy bien la situación del equipo y comenzó a canalizar sus ideas a base de motivación y trabajo psicológico.

“Bora” Milutinovic con Héctor Marchena y José Carlos Chaves, en un receso en la concentración tica en Mondoví, antes de debutar en el Mundial Italia 90 (foto archivo de Rodrigo Calvo).

Pienso que eso fue fundamental. Su forma de trabajar, de plantear las cosas, a pesar de que era muy sencilla, fue lo suficientemente clara para que todos las asimiláramos.

Por su experiencia como futbolista profesional y técnico mundialista, siempre transmite sus ideas a través de ejemplos o de experiencias, lo que facilitó la comprensión de conceptos.

Hubo algo que fue determinante. Nunca se olvida el momento en que nos pidió que trabajáramos unidos y que nos “encerráramos” en un círculo positivo. Que fuéramos herméticos, que nos concentráramos sólo en lo nuestro, en el trabajo.

El yugoslavo, de origen serbio, insistió en que obviáramos los problemas que estaba viviendo la Federación Costarricense de Fútbol (Fedefútbol), que nos aisláramos del resto de nuestro mundo deportivo, pues la prensa decía una cosa y los directivos otra, y eso podía afectar nuestra concentración, como ocurría cuando entrenábamos en el Estadio Nacional, a ojos de todo el mundo. Entonces comenzamos a trabajar así, con esa motivación y ese entusiasmo, concentrados sólo en la preparación para el Mundial 90.

Como el tiempo era nuestro principal enemigo y había mucha incertidumbre sobre lo que se podría lograr en Italia. Pero sucedió algo especial y es que siempre trabajamos creyendo en nosotros.

Creyendo en lo que nosotros hacíamos, en lo que teníamos y aplicando los nuevos conceptos que nos indicaba. O sea, logramos desarrollar una disciplina de grupo, un grado de unión tal, que íbamos a hacer siempre al pie de la letra lo que nos indicara.

José Carlos Chaves y Rónald González, con alegría y satisfacción por la labor cumplida tras el triunfo tico 1-0 sobre Escocia, contra todos los pronósticos, al debutar hace 30 años en el Mundial, el 11 de junio de 1990 en Génova, Italia (foto revista “France Football”/archivo de Rodrigo Calvo).

Esa unión, ese espíritu de trabajo fue un logro de Bora. Nuestra respuesta a su forma de trabajar fue esa. En las reuniones hablamos de que teníamos que estar unidos y pensar exclusivamente en lo que estamos haciendo, o sea en el trabajo en los conceptos que Bora nos transmitía.

Esa unión que logramos fue vital para superar por ejemplo momentos difíciles que se presentaban en la concentración tica en Mondoví, Italia, por cuestiones puramente emocionales.

Todos nos apoyábamos y salíamos adelante. Eso fue básico, trabajar creyendo en lo que nosotros estábamos haciendo, unidos, preocupándonos en hacer bien nuestro trabajo.

Logramos hacer conciencia de que si hacíamos bien la parte del trabajo que nos correspondía, podríamos lograr grandes cosas independientemente del rival. Inclusive sólo empezamos a estudiar a Escocia hasta una semana antes del partido. En ese momento comenzamos a observar videocintas y posibles alineaciones.

Antes, sólo trabajamos en nosotros mismos, pues de nada nos hubiera servido preocuparnos por ellos si no habíamos realizado bien nuestro trabajo. Esa fue una forma de trabajar muy atinada. O sea, prepara primero el trabajo que nosotros teníamos que hacer y una vez que habíamos asimilado conceptos que el técnico nos enseñaba, entonces ya empezamos a planificar los partidos.

José Carlos Chaves llega tarde a taparle el remate del brasileño Dunga, que no tuvo secuelas en aquel duelo del Mundial de Italia 90, entre Brasil y Costa Rica (0-1), el 16 de junio de 1990, en Turín, Italia (foto archivo de Rodrigo Calvo).

LIMPIANDO VICIOS

Sin embargo, no fue sólo trabajo sicológico, pues Bora Milutinovic insistió mucho en que debíamos corregir muchos de nuestros hábitos y actitudes en cuanto a la forma de jugar.

Nuestra formación como futbolistas está repleta de vicios. Por ejemplo, a la hora de entrenar, los costarricenses estamos acostumbrados a perder fácilmente la concentración y a obviar pequeños detalles que no consideramos importantes.

Es un daño que viene desde las bases, que está implícito en la formación. En nuestro medio es algo generalizado, pues las cosas no se toman con la seriedad del caso la mayor parte del tiempo.

José Carlos Chaves y Alexandre Borges Guimaraes festejan el boleto de Costa Rica a la segunda fase del Mundial de Italia, tras vencer 2-1 a Suecia el 20 de junio de 1990 en Génova, Italia (foto revista “France Football/archivo de Rodrigo Calvo).

Los fundamentos básicos del fútbol se asumen, aunque no se dominen a plenitud, entonces cuando se llega a cierto nivel que requiere de más esfuerzo, se dificulta el trabajo, pues no se tienen firmes las bases.

Tal vez otros entrenadores quisieron también corregir esos malos hábitos, pero no encontraron la forma de lograrlo. Sin embargo, el manejador balcánico logró hacernos ver nuestros errores como futbolistas y que teníamos que superarlos si queríamos lograr algo positivo.

Nos externó que para enfrentarnos sin complejos ante equipos europeos teníamos que cambiar nuestra actitud y nuestros hábitos porque el potencial existía.

Nos decía que el abismo entre la calidad de nuestro fútbol y el de Europa no es tan amplio como se creía, que era cuestión de cambiar de actitud y de corregir malos hábitos.

Empero, la desventaja que nosotros tenemos con respecto a los demás países es que estamos aquí estancados, encerrados en nuestro campeonato, sin tener roce internacional, sin participar en competencias internacionales.

Roce internacional no es que vengan equipos a jugar una o dos veces por año, sino salir, participar a nivel de clubes y de selecciones en varios torneos, donde haya un nivel de exigencias mayores, para que el jugador se familiarice a ese tipo de competencias.

Creo que con nuestra participación en la Copa Mundial de Italia 1990 hemos logrado implantar un parámetro. Se perdió el temor y nos dimos cuenta que podemos codearnos con equipos de primera categoría, pero no se puede decir que seamos superiores, pues ellos nos llevan muchos años de formación y de organización.

Demostramos que cuando hay un trabajo responsable, esfuerzo, concentración y unidad se pueden lograr grandes cosas. Creímos en nuestro trabajo y nuestras capacidades y el resultado está en los partidos del verano italiano.

Seleccionados ticos celebran en Finale Ligure, Italia, un día después del triunfo 2-1 con Suecia, en el Mundial 90. De izquierda a derecha: José Carlos Chaves, Hernán Medford, Héctor Marchena, Claudio Jara, Rónald Marín y Miguel Davis (foto archivo de Rodrigo Calvo).

LOS PARTIDOS DEL MUNDIAL 90

Ahí en Italia, en los partidos de la Copa Mundial, en el Luigui Ferraris de Génova, en el Nuovo Comunale de Turín y en el estadio San Nicola de Bari, sentíamos que llevamos a Costa Rica en el corazón y que debíamos defenderla con toda nuestra fuerza.

Hubo momentos claves en que toda la teoría, la práctica, las presiones, alegrías, sufrimientos, el trabajo psicológico y el técnico-táctico, que experimentamos durante la fase de preparación se concentraron en un solo segundo.

Uno de ellos fue el gol anotado por Juan Arnoldo Cayasso en el partido contra Escocia (1-0). Todos lo vimos entrar, pero no creíamos que era realidad. Volvimos a ver al árbitro argentino (Juan Carlos Loustau) en espera de que pitara un fuera de juego, pero no fue así, lo vimos correr hacia el centro del terreno y, entonces, nos dimos cuenta de que era realidad, que estábamos adelante en el marcador. La sensación, la emoción que sentimos entonces es algo que es difícil de describir, fueron mil y un pensamiento en una fracción de segundos.

Ese momento fue clave para darnos cuenta de que podíamos alcanzar cosas muy grandes, si seguíamos jugando como lo estábamos haciendo. Cumpliendo bien nuestro trabajo, la parte que nos correspondía, si dejábamos en el olvido los malos hábitos y nos concentrábamos ciento por ciento.

Cuando cantaba el Himno Nacional, por mi mente pasaban también miles de pensamientos, después me pude dar cuenta que lo mismo les pasaba a casi todos mis compañeros. Pensaba en cuál sería nuestro papel, en qué podíamos lograr, pensaba en los adversarios, en el público, en Costa Rica.

Después de ese partido todo cambió, porque ya nos habíamos quitado un gran peso de encima. Ya habíamos subido un peldaño muy alto y ahora se podía aspirar a más, podíamos inclusive pasar a la segunda ronda aunque honestamente casi todos pensábamos que sólo jugaríamos tres partidos.

José Carlos Chaves durante una práctica de 1991 en la nieve con el Inter de Bratislava, Checoslovaquia. Allá militó un año al aprovechar un intercambio con Alajuelense (foto archivo de Rodrigo Calvo).

Cuando caminábamos por los túneles de los estadios al lado de los jugadores famosos, como los suecos, escoceses y los brasileños, también se pensaba en muchas cosas. Ellos son figuras de renombre mundial que nosotros conocíamos por toda la publicidad que se les hace y en cambio ellos probablemente jamás en su vida habían oído hablar de nosotros.

No obstante, a poco tiempo de empezar los partidos, esas sensaciones se perdían, pues en el calor del juego y cuando el equipo comienza a tocar la bola, a pasarla bien y a hilvanar jugadas nos dábamos cuenta de que éramos iguales a ellos, once contra once disputando un balón redondo.

Pero, en el Mundial Italia 1990, nuestra meta era demostrar que con trabajo, disciplina y humildad se puede aspirar siempre a cosechar cosas positivas. 

Y esa actitud la mantuvimos el 11 de junio de 1990, fecha del increíble primer juego ante Escocia. El ambiente en la concentración era silencioso, pero la tensión nos quería acompañar. 

De camino al estadio Luigi Ferraris, de Génova, le pedí a Dios que me diera fuerza de voluntad, para hacer bien mi trabajo. Me sentía demasiado tranquilo y eso no me gustaba. 

Al escuchar el Himno Nacional de Costa Rica, sentí una emoción indescriptible y, por un instante, recordé todo el esfuerzo que había tenido que realizar para vivir ese momento inolvidable. 

El esfuerzo fue al máximo y quedamos exhaustos, pero lo que habíamos logrado era grandioso. “Costarica 1, Scotland 0”, decía el letrero. ¡Qué emocionante! 

Seguíamos soñando. Después de caer por la mínima frente a Brasil (0-1), en Turín, venía Suecia. Se trataba del partido más importante. La clasificación a la segunda ronda de octavos de final dependía de ese compromiso.

José Carlos Chaves se retiró del fútbol en 1994 y luego fue gerente deportivo. En su casa en Atenas, Alajuela, tiene una colección de camisetas de su carrera, entre ellas las cuatro que intercambió con los rivales en el Mundial de Italia 1990 (foto sitio Nacion.com).

EL ENCUENTRO SOÑADO

Otra vez la situación era tirante, y sabíamos que Suecia trataría de presionarnos desde el inicio. Cometimos varios errores, que nos hizo lucir mal. El gol en contra nos dolió, sobre todo a mí, porque debí seguir el remate y apoyar a Luis Gabelo Conejo con mayor determinación. Todo se nos esfumaba, en el minuto 31. 

Durante el descanso, tras varias recriminaciones unos a otros, logramos calmarnos. Regresamos a la cancha con un solo objetivo: asegurar la clasificación. Logramos ubicarnos correctamente y comenzamos a jugar mejor. 

La alegría del primer gol de Róger Flores, se transformó en una fuente de energía increíble. Cuando Hernán Medford hizo el segundo, el 2-1 definitivo, fue maravilloso. Ahí le pedí a Dios que no nos arrebatara toda esa emoción que nos embargaba. Estábamos abriendo una página en la historia del fútbol costarricense con letras de oro. 

El sueño se hizo realidad. ¡Eramos protagonistas en un Mundial de futbol! 

Terminamos nuestra participación ante Checoslovaquia, equipo de gran potencia y fortaleza física, con el que caímos eliminados 4-1, en Bari. 

Italia 90 será recordada como una fase de gran trascendencia para los que tuvimos la dicha de ser elegidos. En lo personal, pensé que había triunfado. Logré llegar a una meta que parecía increíble y por la cual luché durante tanto tiempo. 

Conseguí salvar obstáculos que, en ocasiones, me hicieron dudar de que lo lograría. El camino hacia el gran objetivo fue difícil; por eso, hoy recuerdo y disfruto con orgullo todo lo que obtuvimos con humildad durante aquel inolvidable Mundial de Italia 90.

José Carlos Chaves, exjugador de Alajuelense, Inter de Bratislava y Herediano, sigue viviendo en su natal Atenas, Alajuela, aunque a sus 61 años trabaja como director administrativo financiero de la Unión de Gobiernos Locales en San José (foto sitio amprensa.com).

FUENTES CONSULTADAS: Testimonios de José Carlos Chaves, exjugador de fútbol, exgerente deportivo y mundialista de Italia 90, el primero producido por Ronald Espinoza y el segundo por Rodrigo Calvo, ambos publicados en el diario “La Nación”, el julio de 1990 y junio de 1998. Fotografías: Revista “France Football” (Francia), diario “La Nación”, sitio amprensa.com y archivo de Rodrigo Calvo.

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