Hace más de 52 años, el 20 de diciembre de 1967, mi padre, Humberto Calvo Astúa –fallecido en 1971– me llevó, de la mano, por primera vez a un recinto de fútbol, el Estadio Nacional, de La Sabana, San José. Y, a partir de ese momento mágico, empezó mi afición por el principal deporte de masas.
Aquella noche había mucha expectación por el partido amistoso que realizaría el Deportivo Saprissa ante la Selección Mayor de Hungría, que se preparaba para los Juegos Olímpicos de México 1968.
Recuerdo que, ante el tumulto que se vislumbraba, mi papá dejó su automóvil en un parqueo lejano, en el Paseo Colón, y nos fuimos caminando a través de La Sabana hasta el escenario del partido, el viejo Estadio Nacional, que me impresionó en el momento de subir las gradas y observar cómo brillaba el verde del césped y por el llenazo impresionante en los cuatro costados.
Confieso que no puse mucha atención al juego (tenía siete años de edad), pero me cautivaron las paradas del arquero morado, Víctor Hugo Quesada, el famoso Gata de lujo, padre del periodista Hugo Quesada y del exportero Osvaldo Quesada.
Nunca olvidaré lo que me cautivó el físico de los corpulentos húngaros y la forma en que sonó por todo el estadio cuando el balón le pegó en el pecho a Quesada, dado el fuerte impacto del remate de uno de los artilleros magiares.
Con el arbitraje de Juan Soto París, los húngaros ganaron esa vez por 3-1, con tres dianas del extremo izquierdo Laszlo Fazekas, mundialista en Argentina 1978 y posterior verdugo de El Salvador en la máxima goleada histórica de los Mundiales por 10-1, en España 1982. Dichas anotaciones cayeron en los minutos 25, 42 y 55 minutos. El también puntero izquierdo, Luis Aguilar, consiguió el tanto de descuento para el Saprissa.
Años después leí la crónica del diario La República, redactado por el periodista y locutor Luis Cartín Paniagua , titulada “la Selección húngara fue mucho equipo para Saprissa”, y me dí cuenta qué había pasado en este vistoso encuentro, con una actuación visitante que fue un regalo para la vista de los 11.014 espectadores, entre los que estaba este servidor que por su mente aún no pensaba que iba a ser periodista 14 años después, como redactor debutante en Noticias Monumental, de Radio Monumental, en 1981. Así que estoy cerca de las cuatro décadas en periodismo.
Ese duelo Saprissa-Hungría del ’67, que dejó una llamativa recaudación de ¢88.458, lo describió el reportero como “un espectáculo muy agradable”, con “un primer tiempo de mucha movilidad”, una segunda parte con “formidable reacción morada” y un rival de mayor estatura y recursos futbolísticos, que fue muy aplaudido por el público cuando se despidió en el centro del campo.
La prensa lamentó en esa ocasión que los magiares solo realizaran un juego en el país ante su salida inmediata para cumplir compromisos en Guatemala y México, porque Luis Cartín consideró en su artículo que dejaron “un grato recuerdo y sabias enseñanzas”.
El cronista también resaltó a las mejores figuras de aquel partidazo en el Nacional. Hablamos del portero de Hungría, Antal Szentmihályi, por “sus extraordinarios reflejos”; el interior atrasado Zernavyi, por “su incansable trajinar”; el central Erno Solymosi, “un gran zaguero”; el esforzado delantero Lajos Puskas y el “positivo” puntero izquierdo Laszlo Fazekas, por su violento remate a marco para culminar –con tres dianas– los clásicos contragolpes del combinado europeo.
Esa Hungría de la década 1960-1969 vivía una época productiva, con abundante experiencia al intervenir en los Mundiales de Fútbol de 1962 y 1966, así como en la Eurocopa 1964. Se adjudicó también la medalla de oro en el torneo de balompié de los Juegos Olímpicos de Tokio 1964.
“Todos revelaron su clase de auténticos cracks mundialistas”, resaltó el matutino sobre las figuras que pisaron aquella noche mágica en el Estadio Nacional. Szentmihályi y Solymosi figuraron en el Mundial de Chile 1962, otra vez Szentmihályi y Puskas en la Copa de Inglaterra 1966, además del citado Fazekas en Argentina 1978 y España 1982.
Del Saprissa, el mismo periódico La República ponderó al cuarto zaguero Juan León, “por su corte, dureza y magnífica condición física”. Le siguieron en méritos el arquero Víctor Hugo Quesada, el zaguero central Wálter Elizondo y el delantero Édgar Marín.
El plantel morado, bajo la dirección técnica del argentino José Ramos, lo completaron los zagueros Giovanni Rodríguez y Arnulfo Coyolito Montoya, los volantes Luis Chacón y William Quirós, los arietes Víctor Manuel Cholo Ruiz, Eduardo Flaco Chavarría y Luis Aguilar, así como los relevos Eduardo Mudo Umaña y Roy Sáenz, refuerzo del Nicolás Marín (hoy Deportivo México).
Desde entonces, le tomé cariño a este estadio y confirmé la frase famosa del ya fallecido colega, Javier Rojas González: “ir al estadio es una buena costumbre”.
Como seguidor del fútbol, registré en esa época otras inolvidables visitas al antiguo Nacional, como la vez que Saprissa le igualó 1-1 al Santos de Pelé, en un enorme amistoso de 1972 –con golazo incluido de Édgar Marín al argentino Agustín Cejas–; además de que presencié finales del campeonato, como el increíble partido de los penales que en 1971 le ganó la Liga Deportiva Alajuelense al Saprissa (3-1), luego de intensos 120 minutos, con un triunfo parcial morado de 4-2 y un empate 1-1 en el tiempo extra; o cuando el Club Sport Herediano se impuso en las series finales contra el Municipal Puntarenas (1978) y el Club Sport Cartaginés (1979)
VIVENCIAS COMO PERIODISTA EN EL NACIONAL
Años más tarde, ya ejerciendo la profesión de periodista deportivo, presencié grandes acontecimientos deportivos en el Estadio Nacional, como la clasificación en 1983 que la Tricolor consiguió ante Honduras por 3-2, en ruta a la Olimpiada de Los Ángeles 1984; o el boleto histórico al Mundial de Italia 1990 tras obtener el primer lugar de la hexagonal final a la Concacaf, gracias al triunfo 1-0 sobre El Salvador con el golazo de cabeza de Pastor Fernández, atacante emergente ante la lesión del titular Evaristo Coronado.
También presencié el último juego oficial por el Campeonato Nacional de la Primera División en este emblemático escenario deportivo, en una fecha que se conmemora esta misma semana, cuando se le puso punto final a una prolongada historia de 84 años desde 1924. Sucedió hace más de 12 años, aquel 11 de mayo del 2008, por los cuartos de final del Torneo de Verano 2004, que fue resuelto con un apretado triunfo de 3-2 de Brujas ante la Universidad de Costa Rica (UCR).
Antes de demoler en forma simbólica la gradería norte del Estadio Nacional, los brujos ganaban cómodamente 0-3 en un intenso encuentro, gracias a las anotaciones de Danny Fonseca, el brasileño Leandro Gobatto y Alejandro Sequeira. Pero los académicos descontaron 2-3 con Reynaldo Parks, de penal y el brasileño Rodinei Martins, nativo de Bahía y autor del último tanto de campeonato en este estadio, al filo del minuto 93.
A partir de la inauguración del nuevo Estadio Nacional, hace más de nueve años en marzo del 2011, volvì a experimentar grandes acontecimientos del deporte, como la clasificación de la Selección de Costa Rica al Mundial de Brasil 2014, el título de la Sele en la Copa Uncaf de Selecciones del 2013, la realización por primera vez de los Juegos Deportivos Centroamericanos, en la edición de San José 2013, el Mundial Femenino Sub-17 de la FIFA, en el 2014; los partidos amistosos ante grandes selecciones ante Argentina (0-0), Brasil (0-1) y el excampeón mundial, España (2-2), así el dramático boleto de la Tricolor al Mundial de Rusia 2018, tras igualar a un gol ante Honduras en el minuto 94 con el frentazo salvador del corpulento defensor Kendall Waston.
En esta época difícil por la crisis sanitaria y económica por la amenaza de la pandemia del Coronavirus, este bonito sentimiento de estar presente en los graderíos del Estadio Nacional nunca se debe perder a pesar del distanciamiento social en que está involucrado la población del país.
Como ha sido constumbre en el pasado por actos violentos en esta legendaria sede josefina, le cabe a las autoridades deportivas del país controlar a las barras organizadas y frenar todo conato de violencia en el Nacional; pues los estadios deben ser, en todo momento, un sitio seguro que invite a las familias a disfrutar de los partidos.
Ya sea un choque de la Selección Mayor, de nuestros torneos del balompié federado o del Saprissa, Alajuelense y Herediano en la Liga de la Concacaf o la Liga de Campeones de la región, los aficionados deben ir en todo momento con pasión y fervor a los recintos deportivos, con el propósito apoyar en forma incondicional al equipo de sus amores.
Porque siempre será un placer y una buena costumbre asistir –cada semana– al principal coliseo de nuestro país: el Estadio Nacional.
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“MIS RECUERDOS EN EL ESTADIO NACIONAL”
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HITOS DEL DEPORTE TICO EN EL ESTADIO NACIONAL
FUENTE CONSULTADAS: Archivo del sitio digital deportivo “Buzón de Rodrigo”, los periódicos “La Nación” y “La República”; la revista “Estadio Nacional: Historias de sol y sombra”, de “La Nación” (marzo del 2011); así como los libros “Historia del Deportivo Saprissa” (1988) e “Historias de lucha, pasión y goles” (2018), ambos del periodista José Antonio Pastor.