Momento sublime de Costa Rica en el Mundial de Italia '90 que disfrutaron los aficionados ticos, incluido el niño Néstor Morera, de 11 años, que lo vivió en el propio estadio Luigi Ferraris, de Génova, Italia. El 20 de junio de 1990, Alexandre Borges Guimaraes (izquierda) y José Carlos Chaves se abrazaron efusivamente, para festejar la gesta tica de avanzar a la segunda fase de octavos de final (foto revista "France Football"/archivo de Rodrigo Calvo).

POR: NÉSTOR MORERA VÍQUEZ (*)

Estamos en un junio inolvidable de 1990, en pleno verano de la cita mundialista Italia 1990, mi primer Campeonato Mundial de la FIFA. Costa Rica debutaba en la gran fiesta del fútbol y lo viví intensamente. Después de ir a Turín a ver el segundo encuentro contra Brasil (derrota 0-1), venía el juego decisivo frente a Suecia, en el cierre de la fase de grupos. Se había ganado contra todos los pronósticos el primer partido a Escocia (1-0), en Génova, y había mucha expectativa para seguir en la competencia. La Selección volvía a esa ciudad italiana.

De Génova, solo sabía que era una de las posibles ciudades de nacimiento de Cristóbal Colón. A la capital de la Liguria llegamos muy cómodos luego de un viaje en tren de poco más de dos horas desde Pisa, nuestra nueva residencia, sabiendo además que un triunfo ante Suecia nos clasificaba a la segunda ronda de Octavos de Final, pero el empate también nos servía. No haber sido goleados por Brasil nos daba un ingenuo aire de invencibilidad que se acompañaba ahora de una total asimilación a aquel país que vive como ningún otro en el viejo continente la pasión por el calcio.

Esta nueva mancha amarilla se había esparcido sobre aquella ciudad capital de la región de Liguria, acompañado del espectáculo visual de las hermosas aficionadas suecas, cuyos ojos azules como el mar genovés y largas piernas que parecían nacer varios centímetros arriba de mi estatura máxima en aquel momento, sea 1,45 metros, con tenis puestas. Lo tengo claro, mi preadolescencia parecía querer brotar abruptamente de mis entrañas como Alien, el octavo pasajero. Aún más altos y en ocasiones barbados y hasta greñudos, los aficionados suecos portaban en su mayoría unos envidiables cascos vikingos que les dan un aire temible en el sopor de la tarde veraniega de aquella ciudad que aún huele a mar.

La familia Morera hace 34 años en el estadio Luigi Ferraris, de Génova, Italia, el 11 de junio de 1990, cuando se dio el histórico triunfo 2-1 de Costa Rica sobre Suecia, para clasificarse a la segunda ronda del Mundial de Italia ’90. De izquierda a derecha: Leonardo Bellagamba, Néstor Morera, junto a su tía, Elvira Morera; y sus tíos Álvaro Chaves y Rafael Ángel “Nino” Morera (foto cortesía de Néstor Morera Víquez).

Mis acompañantes de aventura

De Suecia no sabía mayor cosa: solo de Volvo, Roxette, ABBA y, quizás, un tal Tomas Brolin, el joven con cara de niño de cuarto grado, que la prensa mostraba como la gran expectativa nórdica. Bien que mal, se trataba de un equipo que había clasificado de primero en su grupo, por delante de la tradicional y poderosa Inglaterra. A este viaje nos acompañó Leonardo Bellagamba, hijo de 18 años de Lucía, antigua casera de la temporada italiana de mis papás. También lo hizo mi tía Elvira Morera, algo nerviosa por el viaje, la estación y los millares de suecos, los cánticos, los idiomas que no entendía, lo que fuera. Y estaban mis tíos, Álvaro Chaves y Rafael Ángel Morera (Nino). Elvira no soltó al pobre Alvarillo durante todo el encuentro y creo que, más de una vez, terminó enterrando sus uñas en el delgado y moreno brazo de mi tío transportista.

A escasos metros de nuestros asientos, se apostaría un sueco de mediana edad, cuyo aspecto era un poco diverso al de sus compatriotas. Era un sueco que no parecía sueco, sino más bien un potentado rural del occidente costarricense. Quizás fue rubio en algún momento de su vida, pero ahora era castaño y su tono de piel predominantemente colorado. Empacadito, de mejillas rebosantes, cejas pobladas y muy rubias, una total discordancia con el estándar de sus compatriotas allí sentados lo cual no fue obstáculo para que fuese saludado una y otra vez con total deferencia. Él, a su vez, regresaba los saludos con amabilidad fingida de estrella de cine, inclinando su cabeza y quitándose la gorra de tela con la bandera sueca impresa en la parte frontal. Usaba una jacket que pudo haber sido amarilla, así como una camisa que pudo haberle tallado bien en algún momento, pero que ahora exhibía botones tensos, muy tensos, en la prominencia de su masa abdominal.

“Un macho de finca”, dijo mi tía Elvira; “un dirigente gremial de transportistas”, diría papá; “un personaje de Rocky Balboa”, fue mi opinión…. “un sapo de trocha…”, diría mi tío Nino con su consabida seriedad burlona, provocando risas inmediatas que no fueron indiferentes al agraviado, quien, de seguido, clavó su gélida mirada en Nino. “Huy, se me enojó Sapito…”, replicó achinando sus ojos luego de una sonora carcajada bajo el bigote. De pie, sobresaliendo sobre la masa rubia y amarilla de la gradería, Sapito levantó los brazos hasta colocarlos en posición vertical durante algunos segundos cual si fuera a realizar un clavado olímpico.

Una reliquia. Esta es la entrada que conserva Néstor Morera con el que ingresó al estadio Luigi Ferraris de Génova hace 34 años, el 20 de junio de 1990, para presenciar el histórico partido de Costa Rica ante Suecia, que los ticos ganaron 2-1 para acceder a la siguiente ronda de Octavos de Final, en el Mundial de la FIFA en Italia ’90 (foto cortesía de Néstor Morera Víquez).

La bulliciosa afición vikinga

La grada se silenció en expectativa. Bajó el brazo izquierdo manteniendo erguido el derecho, iniciando de improviso un gutural cántico con su particular voz de su Rod Stewart nórdico. Rápidamente contagió a una ansiosa afición sueca que le siguió para luego extenderse a vuelta redonda por todo el estadio. Curiosamente, uno de los estribillos era en italiano: “¡Forza Svezzia, alé, alé, aleeeeee, alé, alé, aleeeee!” La feligresía sueca le siguió sin chistar, ciñéndose estrictamente al tempo de sus arengas y ademanes. Con la gracia y parsimonia de quien ejerce despóticamente el poder sobre la masa, Sapito regresó su mirada hacia nosotros deteniéndose en mi tío Nino Morera, quien de seguido expresó: “¡Eso, Sapito, no le merme mae!… Esa pancilla le funciona como parlante …no afloje mae, ¡déle, déle!”. Después aplaudió y se mofó del auto ungido director de orquesta de la hinchada rival. El puñado de ticos allí reunidos le secundó con carcajadas, solo Elvira, mi tía, lo reprendió con un seco: “Nino, no sea necio, sentáte ya, muchacho…”.

Nuestro amigo italiano, Leonardo Bellagamba, entendiendo menos de la mitad de lo que decía mi tío, se unió jubiloso al festejo. El sueco sonrió por cortesía, pero se mostraba visiblemente molesto y, por tanto, más colorado de la cuenta. Este era un duelo aparte, era la previa de los hinchas, la antesala de “un partido a muerte” que no iniciaba en el campo sino en la grada, allí donde todos somos grupo, afición y a veces tribu. El hincha se homogeniza en la masa como en su ecosistema natural. A pesar de las diferencias corporales, existía un innegable aire de semejanza entre Sapito, el sueco, y Nino, el tico, caras de una misma moneda dividida por océanos y continentes, Doppelgängers -vocablo alemán para definir lo malvado de una persona viva- enfrentados ahora en el ambiente en el que ambos se sentían más cómodos.

Arrancó el partido y el portero de la Sele, Luis Gabelo Conejo, volvió a brillar controlando sin problema dos remates de Stefan Schwarz y un tiro de cabeza de Glenn Hysen, el capitán, zaguero central y recién coronado campeón con los Reds del Liverpool. Johnny el Ciclón Ekstroem supo aprovechar un rebote para anotar el 0-1, luego de un fulminante disparo de tiro libre de Schwarz en el minuto 31, que fue imparable incluso para Gabelo, más para muchos un claro error previo de Róger Flores en la salida. El estadio Luigi Ferraris, de Génova, estalló en júbilo y era el sueco Sapito quien ahora se burlaba socarronamente de nosotros, señalándonos y abriendo los abrazos de par en par, mientras un corpulento compatriota le alzaba y agitaba como a un rollizo trofeo. El marcador le daba oxígeno a una esperanzada afición que se solazaba en abrazos, sabiendo bien la obligación de ganar, luego de caer en los dos encuentros previos contra Brasil (1-2) y Escocia (1-2).

Mauricio Montero pasaba factura de cobro a un juvenil, Tomas Brolin, quien sería relevado en el minuto 34, sin que ello mermase nuestro cabreo por la falta de presencia de la defensa, de Róger Flores, en aquel infausto balón que Gabelo no pudo atrapar. Un minuto después, el silbatero yugoslavo, Zoran Petrovic, omitía sancionar la pena máxima por deliberado derribo a Claudio Miguel Jara dentro del área, provocando nuestra ira e insultos de toda índole y decibles. Papá me volvió a ver con cierto aire de condescendencia; Alvarillo, mudo, negaba con movimientos de cabeza. Mi tía Elvira decidió unirse a los putazos con disimulada discreción, pero incluso Leonardo manoteó y aportó sus “parolacce” -palabrotas-. Teníamos un pie fuera de aquel nuestro primer Mundial de Fútbol.

Durante el descanso, suecos y ticos corrieron a desabastecer la cerveza. Sapito se mantuvo inalterable en su puesto, intercambiando comentarios y opiniones con vecinos de su localidad. El partido paralelo entre Brasil y Escocia también genera expectación. Entonces, “¿qué, Sapito? ¿Cómo va la cosa?” El sueco mostró por primera vez una amable y franca sonrisa dirigiéndose a mi tío en inglés y con las manos: “Amigo, lo siento mucho, Suecia 3, Costa Rica 0; Costa Rica está cansado, ya no tienen piernas”; a lo que mi tío replicó: “qué va… no cuente los pollitos antes de nacer… Ese golcillo se lo encontraron y ese árbitro ladrón les hizo cachete haciéndose el soviético con ese penal”. Debutando ahora como traductor y moderador de contenido, le contesté: “Muy temprano para celebrar, mantenemos la ventaja y además nos quitaron un penal”.

Golazos ticos… y la figura de Hernán Medford

Mientras se devoraban panninossándwich de origen italiano- y se consumía la cerveza, todas las miradas de aquel sector de la gradería se enfocaron en el diálogo que servía de entretenimiento del medio tiempo. “¿Así tan cortito?” / “Sí, tío, es que en inglés es así”. Leonardo divertido, entendió. “El fútbol es así, amigo, lo que el árbitro no ve no existe. Lo siento, lo siento mucho Costa Rica, además, fue la única llegada que hicieron… no tienen nada, lo siento, Costa Rica no tiene nada”, dijo Sapito. “Estás hablando paja, Sapito; Néstor, dígale a Sapito que no juegue de vivo, que no se cuentan los pollitos antes de nacer y que abotone bien esa ‘hijueputa’ camisa…”. Yo, en tanto, trataba de traducir entre cabreado y risueño. “Dígale, además, que Claudio no los vuelve a perdonar y que ahorita en el segundo entra Hernán… Hernán Evaristo Medford Bryan, que recuerde por favor ese nombre”, subrayó mi tío Nino Morera.

Costa Rica tuvo una jornada gloriosa ante Suecia hace 34 años, el 20 de junio de 1990 en Génova, Italia, y el gran protagonista de la remontada histórica para ganar 2-1 fue Hernán Medford, a partir de su ingreso en el minuto 60. Aquí, en el minuto 74, cuando con su picardía y velocidad provocó la falta del sueco Stefan Schwarz, que antecedió el gol del empate de Róger Flores. Minutos más tarde se vistió de héroe al anotar el gol de la victoria, que selló el pase tico a los Octavos de Final del Mundial de Italia ’90 (foto diario “La Nación” / archivo de Rodrigo Calvo).

Suecia se lanzó al ataque en el complemento, pero los nacionales plantaban cara mostrando una actitud completamente diferente a la de la etapa inicial. Diez minutos después un tablero electrónico negro del Luigi Ferraris proyectaba un resultado que a todos los allí presentes nos interesaba: Brasil le ganaba 1 a 0 a Escocia. El empate nos bastaba para clasificar, pero debíamos conseguirlo. Fue Nino quien, agitando su bufanda de souvenir del Mercado Borbón, inició el contraataque coral al que se sumaron los ticos ubicados en aquel sector, los cercanos y los dispersos. “¡Diay Néstor! ¡Mueva esa carajada, para eso se la hizo su mamá!”, me reprendió mi tío. Me percaté que la bandera de Marujita me había servido más de cojín que de otra cosa, por lo que en compensación decidí extenderla lo máximo que me fue posible, mientras Bora Milutinovic llevaba a cabo en el minuto 60 un cambio que aplaudimos con entusiasmo. Hernán Medford Bryan ingresaba en sustitución de un siempre dedicado Róger Policía Gómez.

Quince minutos después, Hernán protagonizaría una escapada por la banda derecha que el lateral izquierdo sueco, Stefan Schwarz, solo pudo frenar mediante un tirón de camisa. Medford postrado en el suelo. ¡Foul…!!! Luego de pedírsela a Juan Arnoldo Cayasso, en una jugada harto practicada, Il Capitano Roger Flores se redimiría adelantándose a la marca con un certero cabezazo que picaría dentro del área antes de atravesar la valla de un impotente Thomas Ravelli, que quizás adivinó el tiro mas no el cambio de intención del balón antes del segundo palo. Era el minuto 74, Roger corre a celebrar hacia la banderilla, en el estadio apenas se escucha la celebración costarricense ahogada en el mutismo e incredulidad suecos. Estábamos clasificando a los Octavos de Final y tanto ellos como nosotros sabemos que vamos por más.

Arrecian los cánticos rivales impulsados por un Sapito que no nos mira más y que está ahora cien por ciento enfocado en su labor de levantar la moral de sus compatriotas dentro y fuera del terreno de juego. Su esfuerzo se hace visible en las venas cada vez más marcadas dentro de un cuello prácticamente inexistente. Ha perdido algo de voz, lo mismo que su equipo el control de un partido que se acerca a su fin. Ravelli sabe que deben desarrollar la mayor cantidad de juego posible dentro del área tica, pero su equipo estaba cansado y ya no tenía respuestas.

Ravelli toma en sus manos un inofensivo balón reventado desde la banda que devuelve en el acto enviado su equipo al fondo para despejar con pierna derecha. Con eficacia, pero sin arte, Alexandre Borges Guimarães, Guima, lo recibe en las alturas remitiéndolo de cabeza en lo que se convierte en un súbito pase de profundidad que pica varias veces, acompañando ahora la fuga de un Hernán Medford de quien puedo divisar un verde encendido en los tacos, luego de encender también sus turbinas. Medford avanza imparable escoltado por Claudio Jara a la derecha, mientras la retaguardia sueca le persigue con rezago. El balón sigue su curso. Medford lo adelanta con un primer toque. Ravelli le espera y le achica, mientras un Hernán imparable se perfila hacia la derecha para con un segundo y letal toque cruzado de pierna derecha, enviarlo a guardar al ángulo de un ya abatido portero escandinavo. El 2-1 definitivo.

El estadio genovés nuevamente enmudece. Quiero gritar y no puedo. Quiero celebrar y no puedo. Al intentar hacerlo, el llanto me corta la voz y el aliento. Papá me alza y me abraza estrechando su cara y su entonces bigote contra mi mojada mejilla. Es el minuto 88. Mi tía Elvira Morera es la primera en unirse a nuestro abrazo, al que luego se unirán en diversas capas, Álvaro Chaves, Rafael Ángel Nino Morera, Leonardo Bellagamba y varios ticos más, cuyos nombres nunca supe. Grupúsculos costarricenses -grupo poco numeroso de personas- dispersos dentro del estadio estallan de alegría; les puedo oír, pero no los puedo ver, como si puedo en cambio hacerlo con Sapito, a quien observo de pie, altivo con la dignidad de un general de brigada; es el único de pie en una gradería en la que ahora abundan las caras largas y los cuernos hacia abajo, en los alegóricos cascos vikingos.

Lo veo acercarse con sus pasos cortos pero decididos, hasta finalmente lanzar con fuerza su brazo y su mano para unirse en un fraternal y largo saludo con mi tío Nino. Sin entenderse una sola palabra conversaban afanosamente, manoteaban y reían a carcajadas para terminar en un abrazo propio de amigos de larga data. Luego Sapito se acerca, me saluda, me abraza y seca algunas de mis lágrimas con su jacket descolorida, para luego marcharse seguido de un tropel de aficionados que se unen a su silenciosa despedida.

Aficionados costarricenses, con sus caras pintadas y mostrando al mundo con orgullo el Pabellón Nacional, se hicieron sentir con cánticos y voces de aliento, en apoyo y amor incondicional a la Selección de Costa Rica, aquel 20 de junio de 1990, cuando se midió a su similar de Suecia, un poderoso equipo del Norte de Europa, a la que venció 2-1 en el estadio Luigi Ferraris, de Génova, Italia

(*) Testimonio de Néstor Morera Víquez, abogado herediano de 45 años, especialista en propiedad intelectual y derecho penal, vecino de Heredia y autor del libro “Centenario de Leyendas: 100 años de historia de la Liga Deportiva Alajuelense”, junto al periodista Esteban Aronne Sparisci y el fotógrafo Francisco González León. Entre un grupo reducido de seguidores ticos, tenía 11 años de edad cuando asistió al Mundial de Italia ’90, junto a sus tíos Álvaro Chaves, Rafael Ángel “Nino” Morera y Elvira Morera, además de un amigo de la familia, Leonardo Bellagamba; y presenció los encuentros de la Tricolor ante Brasil (0-1), en Turín, y Suecia (2-1), en Génova. Doce años después regresó a apoyar a Costa Rica en el Mundial de Fútbol del 2002, en Corea del Sur y Japón.

Partido del recuerdo

Costa Rica 2 – Suecia 1

Fecha y hora: Miércoles 20 de junio de 1990; 9 p. m., local (1 p. m. de Costa Rica).
Motivo: Partido 32 de la Copa Mundial de Italia 90, por el grupo C.
Estadio: Luigi Ferraris, de Génova (Italia).
Goles: Johnny Ekstroem (Suecia), a los 31 minutos; Róger Flores (Costa Rica), de cabeza, a los 74′; Hernán Medford (Costa Rica), a los 86′.

Alineaciones
Costa Rica: Luis Gabelo Conejo; Germán Chavarría (Alexandre Borges Guimarães, a los 74′), Róger Flores –capitán–, Héctor Marchena, Mauricio Montero y José Carlos Chaves; Rónald González, Róger Policía Gómez (Hernán Medford, a los 60′), Oscar Macho Ramírez y Juan Arnoldo Cayasso; Claudio Miguel Jara. Director técnico: Velibor Bora Milutinovic (yugoslavo-serbio).

Suecia: Thomas Ravelli; Roland Nilsson, Glenn Hysen –capitán–, Peter Larsson y Stefan Schwarz; Joakim Nilsson, Klas Ingesson, Glenn Stromberg (Leif Engqvist, a los 81′) y Stefan Petterson; Thomas Brolin (Mats Gren, a los 34′) y Johnny Ekstroem. Director técnico: Olle Nordin (sueco).

Arbitros: Zoran Petrovic (Yugoslavia), al centro; Alan Snoddy (Irlanda del Norte) y George Courtney (Inglaterra), en las líneas.
Amonestados: Glenn Stromberg, a los 18 minutos, y Stefan Schwarz, a los 73′, en Suecia. Róger Policía Gómez, a los 27′, y Héctor Marchena, a los 53′, en Costa Rica.
Estadísticas: Tiros a marco: Nueve de Costa Rica y 18 de Suecia. Tiros de esquina: Cinco para Costa Rica y seis para Suecia.
Asistencia: 30.223 espectadores.
Detalle: Costa Rica avanzó por primera vez a la segunda ronda de octavos de final de un Mundial de la FIFA, al ocupar la segunda posición del grupo C, detrás de Brasil, y al cosechar cuatro puntos de seis posibles, luego de sumar dos triunfos (1-0 a Escocia y 2-1 a Suecia) y una derrota (0-1 con Brasil). En la segund fase, la Tricolor fue eliminada por Checoslovaquia (1-4) y finalizó en el puesto 13 entre 24 países participantes.

Esta es la Selección de Costa Rica que, hace 34 años, saltó a la cancha del estadio Luigi Ferraris, de Génova, Italia, para cerrar con éxito su participación de la primera fase de su primer Mundial mayor en Italia ’90. El equipo nacional, al mando del técnico serbio Velibor “Bora” Milutinovic, venció 2-1 a Suecia y avanzó contra todos los pronósticos a la segunda ronda de octavos de final de la Copa de la FIFA. De izquierda a derecha: Róger Flores, Héctor Marchena, Luis Gabelo Conejo, Juan Arnoldo Cayasso, Rónald González, Claudio Miguel Jara, Óscar Ramírez, German Chavarría, Mauricio Montero y José Carlos Chaves. En la segunda parte ingresan Hernán Medford y Alexandre Borges Guimaraes (foto Luis Castillo Sagot/archivo de Rodrigo Calvo).
La alegría de Alexandre Borges Guimaraes y José Carlos Chaves Innecken, tras ganar 2-1 a Suecia en una gran remontada. El festejo eterno el 20 de junio de 1990, en Génova, Italia.

FUENTES CONSULTADAS: Columna del abogado josefino Néstor Morera Víquez sobre el histórico duelo Costa Rica ante Suecia (2-1), en el Mundial de Italia 1990, escrito hace cuatro años en el 2020. Páginas de la Fedefútbol, Concacaf, diarios “La Nación” y “Extra”, tomo 7 sobre “La Sele” en los libros coleccionables “Los Mundiales de Fútbol”, de “La Nación” (2010). Fotografías: Fedefútbol, Concacaf, diarios “La Nación” y “Extra”, agencias de noticias AFP y AP, Luis Castillo Sagot y el archivo de “Buzón de Rodrigo”.

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