El fútbol costarricense de la Primera División está enfermo y, cada día, pierde su esencia y credibilidad, con decisiones fanáticas de sus dirigentes de club y comités intermedios, que han disparado el enojo, el reclamo vehemente y la polémica en las redes sociales.

Las últimas decisiones disciplinarias en los casos de los saprissistas Francisco Calvo y Marvin Angulo, el alajuelense Christopher Meneses y los limonenses Albin Bennett y Alexander Espinoza, dejaron de lado el acta notarial de un partido –el informe del árbitro central–, y se burlaron del orden establecido y de la autoridad de los silbateros que, equivocados o no en sus decisiones, imparten justicia en los terrenos de juego.

El balompié tico se ensucia con esta nueva tormenta, cuando se anula la opción de castigar a Angulo por su expulsión en el Clásico Nacional, sin el debido proceso y resuelto en forma rápida, para permitirle jugar el choque de vuelta de semifinales contra Alajuelense; un hecho grave generado por esta controversia, que deja dudas en los sectores involucrados, como pasó en las otras decisiones citadas y otras que se dieron en años anteriores.

Todo lo anterior derivó en la justificada pero tardía destitución del Comité Disciplinario por parte del Comité Ejecutivo de la Unafut, luego de que irrespetara a los jueces y a una Comisión de Arbitraje, presidida por el exdirigente brumoso Daniel Vargas, que no se ha hecho sentir ante tales acuerdos del Disciplinario, y una Fedefútbol cuyos jerarcas se mantienen en silencio y no se defiende ante estas decisiones desconsideradas, que dejan en entredicho la autoridad de sus órganos arbitrales.

A lo largo de los años, los ejemplos son muchos de una dirigencia que aborrece la disciplina que, más preocupada en su siguiente partido y en cómo recuperar a un futbolista sancionado, se olvida de la naturaleza de este deporte y apela, apela y no deja de apelar (verdad, Alajuelense, con su ‘rey de las apelaciones’, Aquiles Mata); luego de que peligrosos portillos se abrieron para que reclamos de los clubes prevalecieran sobre miembros de comités intermedios, quienes dejan sospechas de que son parciales, incongruentes, confusos y defienden colores deportivos más que los intereses del fútbol nacional, cuando lo que se requiere es neutralidad y una actitud ecuánime y objetiva a la hora de resolver los casos.

Una de las manchas de mayor discordia de nuestro deporte más popular se presentó en mayo del 2009, cuando resoluciones del Tribunal de Conflictos y Apelaciones (Tricoa) acordaron suspender el castigo de los entonces jugadores liberianos Minor Díaz, Pablo Salazar y Michael Umaña, quienes pudieron actuar en el segundo compromiso de la semifinal contra Saprissa, que finalizó con la victoria pampera 1-0 en el estadio Ricardo Saprissa.

Hay que recobrar lo más pronto posible la confianza en nuestro fútbol, con un esfuerzo incondicional y consistente para fortalecer las decisiones arbitrales, como se sintió recientemente en otro tema: la forma en que se unieron los dirigentes de los 12 clubes para cambiar el formato del certamen superior a partir de la temporada 2016-2017 (el número 36 que se da en nuestro fútbol desde 1921, según la Comisión de Historia de la Unafut), con el propósito de hacer más competitivo y atractivo los dos torneos anuales ante el marcado descenso en la asistencia de aficionados a los estadios –por cierto, hubo un acuerdo adicional desafortunado de eliminar el Torneo de Copa, competición que hizo fracasar la misma dirigencia y que privará la visita de los mejores clubes del país a las comunidades del país, que tienen equipos en División de Ascenso y el fútbol aficionado–.

La imagen del Campeonato de Costa Rica está manchada una vez más, con un estancamiento preocupante, no hay duda de eso, infectado por el fanatismo de sus dirigentes. ¿Se imaginan que el saprissista Marvin Angulo se convierta la noche del miércoles 4 de mayo en el jugador más valioso del partido de semifinales contra Alajuelense y anote los goles de la clasificación morada a la final?

Si así pasara, la credibilidad se irá una vez más por los suelos, pues el logro deportivo provino de un futbolista que debió cumplir un castigo por tarjeta roja y esa falta se erradicó de un plumazo. Lo anterior representa un duro golpe que en nada favorece a nuestro fútbol. Los que aman este deporte están de luto y piden a gritos a la dirigencia más transparencia y firmeza en sus acuerdos.

Previous articleLa histórica clasificación del judo a Río 2016
Next articleShirley Cruz: “Lo de Keylor Navas es grandioso e histórico”
Tiene 43 años de ejercer el periodismo deportivo. Estudió en la Universidad de Costa Rica, graduado en 1989. Laboró en Radio Monumental, Deportes Repretel y la oficina de prensa del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura, IICA. Estuvo ligado por tres décadas al Grupo Nación, en la revista deportiva “Triunfo” y los periódicos “Al Día” y “La Nación”. Ha colaborado para medios especializados de la FIFA y en Centroamérica, Caribe, México, Estados Unidos, Canadá, Colombia, Argentina, Brasil, España e Italia. Obtuvo el Premio Nacional “Pío Víquez” de Periodismo en el 2007 y dos veces el Premio “Jorge Vargas Gené-Óscar Cordero Rojas". Su especialidad son temas de historia y estadística del deporte nacional e internacional. Desde 1995 escribe la columna “Buzón de Rodrigo” y desde 1989 es corresponsal del semanario deportivo “France Football” de Francia. Integra la Federación Internacional de Historia y Estadísticas de Futbol en Alemania y a partir del 2007 es miembro del jurado mundial del “Balón de Oro”, de la revista “France Football". Escritor de múltiples obras deportivas, como la colección "Aventura Tricolor: Mundial de Italia 1990, "Tiempos de Selección" (1997), "La Copa Mundial de Fútbol (1998), "100 años de Deportes" (1999), "Huellas del Fútbol Tico" (2009), "Legionarios" (2012), "CSH-100: ¡El equipo que nació Grande! 1921-2021" (2021) y "Crónica del Centenario 1921-2021" (2021).