El primer Campeonato Mundial de Futbol se realizó en Uruguay hace 92 años, del 13 al 30 de julio de 1930, situación que aprovechó este pequeño país de Sudamérica para inaugurar en Montevideo el hoy legendario estadio Centenario. Pero no fue fácil llegar a disfrutar ese momento.
No se concedió la sede a Uruguay por obra y gracia de un capricho o de la natural simpatía de su gente. Los muchachos José Nasazzi, José Leandro Andrade, Héctor Scarone, Pedro Cea y Héctor Manco Castro habían hecho méritos al acaparar los títulos olímpicos de 1924 en París, Francia, y de 1928 en Amsterdam, Holanda.
El futbol olímpico había hecho su aparición a principios del siglo pasado, en París 1900, San Luis 1904 y Londres 1908, y el título había sido dos veces para la reina del futbol moderno: Inglaterra, su creadora, que también se llevó su máximo galardón en 1912, en Estocolmo, Suecia. El otro lo había logrado el Galt FC de Canadá, en 1904.
Bélgica mantuvo la supremacía de Europa al adjudicarse el triunfo olímpico de Amberes, Bélgica, en 1920, cuando los cañones de la Primera Guerra Mundial (comprendió entre 1914 y 1918), todavía olían a pólvora y sangre. En esa época muy pocos hablaban de futbol y de su misión de unir a los pueblos.
No obstante, se pudieron organizar partidos internacionales en terrenos neutrales. Todas las relaciones entre los países no se habían interrumpido, aunque existían solamente dentro de un marco muy limitado.
Por eso, la presencia de los desconocidos uruguayos en París y Amsterdam causó una sensación que en aquella época costó mucho que se pudiera expresar en palabras. Las presentaciones de los rioplatenses fueron como una ráfaga de un futbol nuevo, provisto de facetas y sutilezas desconocidas.
Los suramericanos ejecutaban un impresionante juego corto, velocísimo e incontrolable, tan diferente de las modalidades que imperaban en la vieja Europa. Realizaban fintas y regates o driblings con una picardía que rayaba en lo increíble, tan distinto del estilo directo y de choque que habían implantado sus inventores ingleses.
Y entre que abrían y cerraban los ojos, parpadeando de admiración, ya los orientales charrúas, entre mate y mate, se habían guardado en el bolsillo dos títulos olímpicos, que les abrieron las compuertas para organizar la primera Copa del Mundo.
El propio Jules Rimet, visionario e insigne dirigente francés, ya Presidente de la Federación Internacional de Futbol Asociado (FIFA), se esmeró en llevar la primera contienda al Río de la Plata, consciente de la oposición de los países europeos, afectados en su amor propio y en sus intereses económicos y deportivos.
Una buena idea mundialista
Para comenzar la historia de los Campeonatos del Mundo hay que referirse que el fútbol moderno crecía a principios del siglo XX. Desde 1872, Escocia e Inglaterra venían enfrentándose al menos una vez al año. Austria y Hungría hacían igual desde 1902, mientras que Francia se enfrentó a Bélgica en 1904.
Debido a ello, empezó a hablarse de crear un organismo encargado de desarrollar el balompié a nivel mundial. El 21 de mayo de 1904, en la sede de la USFSA (Union des Societes Franaises des Sports Athletiques), ubicado en la calle 229 de la rue de Saint Honoré de ParÍs, el dirigente francés Robert Guerin promueve la creación de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA).
Su acta fundacional fue firmado por delegados que en un inicio integra a siete paÍses: Francia, Bélgica, Dinamarca, Holanda, Suecia, Suiza y España (representada por el Madrid FC).
Dos días más tarde, el 23 de mayo de 1904, Guerin es nombrado el primer Presidente de la FIFA. Pero a pesar de la idea de la FIFA de organizar un certamen con carácter mundialista, lanzada el mismo año en el Congreso de París, Francia, los representantes de las naciones no le dieron un gran impulso a la iniciativa.
Un ejemplo de ello fue que se fijó el primer torneo en 1906, pero el 31 de agosto de 1905, fecha límite para la inscripción, ni un solo país había demostrado el más mínimo interés.
Así el campeonato muere antes de nacer, como lo confirma el segundo jerarca de la FIFA, el inglés Daniel Burley Woolfall. En aquel momento se admite que, dentro de los Juegos Olímpicos, el futbol tiene de hecho su Campeonato Mundial amateur (aficionado) cada cuatro años, exactamente en cada Olimpiada.
Además, este nuevo deporte, prácticamente desconocido, era observado con recelo dentro del marco de los Juegos Olímpicos y era considerado al comienzo como “un espectáculo” y no como “una competición”. De ahí que el sueño de una competición internacional parecía extinguirse, aparte de que la FIFA se encontraba en una especie de letargo y Woolfall falleció en 1918.
El hecho de que la existencia de la FIFA no desapareciera por completo, tras la Primera Guerra Mundial, se debe a una única persona: el holandés Carl Anton Wilhelm Hirschmann, uno de los fundadores de la FIFA, quien, en su calidad de secretario honorario, cuidaba minuciosamente la pequeña llama de la organización desde su oficina en Amsterdam.
Al término de la Guerra, Hirshmann recibió la petición de Jules Rimet, presidente de la Federación francesa, y tomó contacto con todos los miembros de la FIFA, con el fin de convocar a una asamblea.
Sin embargo, las conversaciones eran difíciles; la razón es que las heridas de una larga y sangrienta guerra seguían abiertas. Muchos delegados, en especial los ingleses, no querían aceptar todavía a los enemigos del ayer.
Rimet, de 48 años, quería llevar el fútbol a todos los lugares del mundo y por ello, en el congreso del organismo de 1920, fue designado candidato único y nombrado el tercer jerarca del organismo un año más tarde, en la reunión del 1º de marzo de 1921.
Desde el comienzo, este organismo se convirtió en la obra de su vida y nunca perdió la vista de que su mayor deseo y sueño era que la entidad organizara un Mundial propio. El proyecto fue evocado nuevamente en los Congresos de 1920 y 1924. El Mundial se hizo realidad en 1930.
La gran decisión
Jules Rimet quería algo simple. El futbol comenzaba a desarrollarse ampliamente en Europa y el Latinoamérica, y no demoraría en interesar a africanos, asiáticos, oceánicos y norteamericanos.
Y en la búsqueda de los medios adecuados para realizar este sueño, el jerarca de la FIFA, fue el gran impulsor en todos los sectores, junto con el infatigable secretario de la Federación francesa, Henri Delaunay.
Uruguay fue designado en el Congreso de Barcelona de 1929. Rimet ya había pensado en este país desde que ganó los Juegos Olímpicos de París en 1924.
“El torneo de 1924 nos dio un argumento decisivo. El virtuosismo de los uruguayos fue una revelación. La nación uruguaya y otras repúblicas latinas mostraban un sentimiento de alegre orgullo por esta victoria lograda en el Viejo Mundo. Desde ese momento se impuso en mÍ la idea de que eso podÍa favorecer en América del Sur el gran proyecto con el que soñábamos desde 1905”, argumentó Rimet.
En 1925, en Ginebra, Rimet usó su habilidad para convencer a Enrique Buero, embajador de Uruguay en Bruselas, de que tratara de lograr que en su paÍs se expanda la idea de organizar el Mundial.
Hubo que esperar a 1926 y 1927. Una comisión creada por la FIFA comenzó en forma más formal las gestiones para cristalizar la idea de Jules Rimet, fuera del marco de las Olimpiadas. El plan pretendía lanzar un torneo intercontinental cada cuatro años, pese a las dificultades que planteaban los viajes transatlánticos en esa época.
La presentación de la iniciativa para crear el Campeonato Mundial se fijó para el cónclave de la FIFA en 1928, en Amsterdam, Holanda, durante los Juegos Olímpicos. Allí quedó aprobado el torneo, bajo el impulso de Rimet, gracias al apoyo mayoritario de los delegados: 25 votos a favor y solo cinco en contra.
Sistema de copa.
En la reunión oficial del 26 de mayo de 1928, en Amsterdam, Holanda, se designó un Comité Organizador integrado por el francés Henri Delaunay, el húngaro Maurice Fischer, el austríaco Hugo Meisl, el alemán Linnemann, el suizo Bonnet y el italiano Ferretti. Estos seis hombres eran el cerebro que debía pensar la forma y el contenido de un Campeonato Mundial. Una vez más, los fundadores del futbol moderno, los británicos, estaban ausentes de un momento trascendental de la historia de este deporte de masas.
Sin embargo, no se fijó entonces el formato de la competición, ni los aspectos financieros, ni el lugar de celebración de la copa, entre otros acuerdos pendientes. Estas decisiones se aplazaron para el siguiente Congreso de la FIFA, que se hizo el 18 de mayo de 1929, en Barcelona, España.
El formato elegido
La FIFA decidió organizar una competición abierta a todos los paÍses del mundo. Dos meses más tarde, una comisión se reunió y decidió que “cada cuatro años se organice una competición llamada Copa del Mundo”.
En la ciudad catalana, a la vez, se eligió el sistema que habrá de adoptarse para disputar la Copa del Mundo y se impuso el procedimiento de eliminación directa, más conocido como “sistema de copa”.
En cuanto al país sede de dicho torneo inaugural, además de Uruguay, los otros cinco candidatos barajados en el Congreso de Barcelona fueron Hungría, España, Suecia, Italia y Holanda.
Antes de comenzar el debate, Holanda y Suecia retiraron sus candidaturas para apoyar a Italia. Pero el encendido discurso que pronunció el delegado argentino, Adrián Béccar Varela, al defender los derechos de Uruguay, dio lugar a que España, Hungría e Italia también retiraran sus postulaciones.
“Uruguay o Uruguay…”, fue el argumento de la mayoría. Jules Rimet se mantuvo firme y con él sus colaboradores en la FIFA en beneficio de Uruguay, que aportó varios argumentos para tener derecho a ser el país anfitrión.
Estas razones eran que los uruguayos conquistaron los dos últimos títulos de carácter mundial, aunque sean oficiosos por tratarse de los conseguidos en forma sucesiva en los Juegos Olímpicos de 1924 y 1928. Además, la República Oriental del Uruguay celebraba en 1930 el centenario de su independencia y el Gobierno de Montevideo presionó a fondo para que les dieran la sede.
La Asociación Uruguaya de Futbol, del mismo modo, se comprometió a correr con todos los gastos como por ejemplo los pasajes de la travesía y las sumas de dinero que cubrieran la estadía de los participantes. Más aún, en caso de ganancias, se repartirían los beneficios y en caso de déficit, Uruguay asumiría las pérdidas.
Los acuerdos, entonces, de la FIFA acerca de la organización de estos Mundiales de Futbol fueron basados en los siguientes siete puntos:
1.-) La FIFA llevará a cabo cada cuatro años un torneo de futbol bajo la denominación pública de “Copa del Mundo” de futbol, al empezar con el primero en 1930. Se jugará en años alternos a los Juegos Olímpicos.
2.-) Esta Copa tendrá un trofeo creado por un artista y será donado por la FIFA.
3.-) El torneo está abierto a los jugadores, profesionales y aficionados, de todas las representaciones nacionales de los países que pertenezcan a la FIFA. Se llevarán a cabo en rondas eliminatorias.
4.-) Los participantes de un Mundial serán sorteados en una rifa para dividirlos en grupos.
5.-) La ronda final de cada Mundial deberá llevarse a cabo entre el 15 de mayo y el 15 de junio.
6.-) De ser posible, todos los partidos finales se llevarán a cabo dentro del mismo país.
7.-) En caso de que el número de participantes sea superior a 30, la FIFA se reserva el derecho de ordenar partidos eliminatorios.
Así quedó definitivamente establecido el primer Campeonato del Mundo de Futbol. Se demuestra que la idea de Robert Guerin, Jules Rimet y Henri Delaunay, sus principales promotores, no era tan “loca” como se pensó en un principio. Y esto lo vienen a confirmar los 21 Mundiales jugados hasta el momento, entre 1930 y el 2018, y que solo quedaron interrumpidos por 12 años, de 1938 a 1950, en los tiempos de la Segunda Guerra Mundial. La próxima gran fiesta del fútbol se disputará en pocas semanas en Catar 2022.
FUENTES CONSULTADAS: Libro “Los Mundiales de Fútbol” (2010), de Rodrigo Calvo Castro; Tomo 1; Diario “La Nación”, de Grupo Nación S. A.; San José, Costa Rica; las agencias AFP, AP y EFE.